Un día reencontré en un rincón de mi biblioteca el olvidado poemario ultraísta En la masmédula de Oliverio Girondo. Tal vez este hallazgo me llevó a considerar en qué medida nuestros nóveles poetas actuales (basta recorrer las innúmeras publicaciones en Facebook) sabrán que el movimiento ultraísta les abrió la puerta más ancha a sus potencialidades expresivas. Y cuanto influyó Borges en este cambio de rumbo de la poesía.
Como se sabe, Lugones era un convicto del modernismo: la métrica perfecta, la expresión adjetivada, cierta soberbia en el canto poético, definen, de manera elemental por cierto, este “estado literario” que muchos atribuyen a Rubén Darío, y que reinaba a principios del siglo pasado en nuestro país.
Contra el modernismo, reaccionó el ultraísmo. Contra Lugones, reaccionó Borges: “…hartos estábamos de la insolencia de palabras y de la musical imprecisión que los poetas del 900 amaron, y solicitamos un arte impar y eficaz en que la hermosura fuese innegable como la alacridad que el mes de octubre insta en la carne y la tierra. Ejercimos la imagen, la sentencia, el epíteto, rápidamente compendiosos”. Y continúa recordando: “En ese tibio ayer, amanecía el ultraísmo en tierras de América y su voluntad de renuevo que fue traviesa y novelera en Sevilla, resonó fiel y apasionada en nosotros. Aquella fue la época de Prisma, la hoja mural que dio a las ciegas paredes y a las hornacinas baldías una videncia transitoria, y cuya claridad sobre las cosas era ventana abierta frente a la resignada costumbre, y de Proa, cuyas tres hojas se dejaban abrir como ese triple espejo que hace movediza y variada la inmóvil gracia del rostro que refleja”.
El signo del ultraísmo fue la expresión lírica a través de la metáfora, suprimiendo la adjetivación inútil, los devaneos formales, y la vana ornamentación del verso modernista. Borges, refiriéndose al uso exacerbado de la metáfora cita a “los noruegos, que apodaban a los navíos potros de mar y a la sangre, agua de la espada”. El ultraísmo liberó a la poesía de todo corset. La expresión se hizo libre, hermética a veces, inherente siempre a la subjetividad o a la vida interior del poeta.
Otro escritor, no precisamente Borges, a quien le atribuyen todos los textos anónimos que aluden a la ceguera, escribió con clara impronta ultraísta: “El enigma de mi vida ha cautivado mis ojos desde la niñez, y mis ojos se han hecho ciegos, y no he podido descifrarlo”. Esta frase pertenece a Rafael Cansinos Assens, el poeta sevillano ciego, de quien Borges se enorgullecía de haber sido discípulo, ya que lo introdujo en el movimiento ultraísta.
Borges, con el tiempo, renegó del ultraísmo. Su voz poética se independizó de los movimientos literarios y adquirió la singularidad de su genio.
Sin embargo, creo que en la desnudez de la poesía radica su mayor belleza.
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Eduardo Posse Cuezzo – Abogado, presidente de Alianza Francesa de Tucumán y de la Fundación Emilio Cartier.