“El apego a la palabra autoritaria convierte al presidente en un eco lamentable de la palabra de la vicepresidenta”
Esta es la segunda parte de la entrevista publicada en este suplemento el domingo pasado. El autor -junto con Héctor Guyot- de ¡República Urgente! continúa aquí reflexionando sobre los temas de su libro. Piensa que la responsabilidad de la grieta es del oficialismo (“porque quiere correrse del sistema político que pactamos”), define al pobrismo como “la promoción de la dependencia del ciudadano indigente sembrada por el Estado clientelar” y afirma que “si el populismo vence en el año 23, nosotros -los republicanos- no tendremos porvenir”.
Por Jorge Daniel Brahim
Para LA GACETA - TUCUMÁN
- En el capítulo “La palabra o la perversión del relato” de ¡República Urgente! se hace referencia a que estamos frente a dos desvalorizaciones de la política: una, es la que ejecuta el populismo; y otra, que no deja de llamar la atención por la procedencia de ustedes, es la de la soberbia tecnocrática del Pro.
- La independencia de pensamiento no está reñida ni con la solidaridad ni con la adhesión a una corriente política determinada. Sí, en cambio, está reñida con la sumisión a ella o con la claudicación, debido a eso, a mantener esa libertad de criterio, esa libertad de interpretación. Creo que el gobierno de Cambiemos ha cometido muchos errores en el plano de la comunicación, en el plano de la planificación económica y, sobre todo, en llevar adelante una política que estuviera supeditada al profesionalismo tecnocrático de los cuadros ejecutivos del Pro. Esta forma de ejecución fue clave para que se perdiera el contacto con la realidad en desmedro de una mayor sensibilidad social.
- Para neutralizar el relato populista, tanto Guyot como vos, proponen que se instale un contrarrelato republicano. ¿No sería el mismo juego verbal sólo que de un sentido opuesto?
- En estos momentos, tanto Héctor como yo, estamos persuadidos de que la oposición no sólo debe hacerse eco de la disconformidad de una enorme mayoría de la gente con respecto a la conducta y a la gestión del oficialismo, sino que también tiene que tener un discurso programático. Entonces, llamamos “contrarrelato” al discurso programático alternativo que la oposición debe empezar a manifestar cuanto antes, no sólo para hacerse eco de la disconformidad social de quienes están padeciendo los efectos de la ineptitud de gestión del gobierno, sino también para que se sepa cuál es el horizonte de posibilidades y de esperanzas que abriría una gestión proveniente de la actual oposición. Es preciso que lo que llamamos contrarrelato sea entendido como un programa de trabajo que atienda la posibilidad de gestionar los proyectos futuros con eficacia dentro del campo de la ética. Esto nada tiene que ver con la narración política ficcional que propone el relato populista.
- Hace un largo tiempo ya, se instaló un tópico en la sociedad que alude a que esta se encuentra dividida en sendas mitades por la llamada “grieta”. ¿Quién o quiénes serían los responsables de haberla generado?
- No tengo la menor duda de que la responsabilidad primordial de la grieta es del oficialismo porque quiso y quiere correrse del sistema político que pactamos. No diría yo que lo que te voy a mencionar sea el acto fundacional de la grieta, pero es, sin dudas, el hecho simbólico más importante desde el punto de vista de las instituciones republicanas. Me refiero a la negativa de la expresidenta a entregarle los atributos del mando a quien legítimamente la derrotó en las elecciones del año 15. Esta negativa ya escinde el sistema político porque prueba que los criterios y las pautas que permiten organizarse republicanamente dentro de una democracia no son aceptados por aquel competidor que habiendo perdido siente que el sistema ya no lo representa; entonces, no privilegia el sistema, privilegia su derrota o su victoria y por lo tanto reduce el sistema a su persona. La grieta se inicia con un personalismo patológico, con una concepción del adversario como enemigo, con la idea de que la palabra verdadera es patrimonio exclusivo de una sola facción; y, fundamentalmente con el desprecio por la política, entendida como un sistema de convivencia y disidencia dentro del marco de la ley.
- En los medios de comunicación cada vez se usa más el vocablo “pobrismo”. ¿Cuál es el significado que le dan ustedes?
- El pobrismo es la presunción de que allí donde se verifica la dependencia de quien es el solicitante reina el protagonismo de un donante. Es decir que el pobrismo es la promoción de la dependencia del ciudadano indigente sembrada por el Estado clientelar, o por una concepción del poder político que le encuentra a la pobreza más rentabilidad política a medida que puede intercambiar votos por recursos de subsistencia. Entonces, hay pobrismo, fundamentalmente, donde la condición cívica se reduce a la demanda de recursos de subsistencia por parte del votante y un intercambio o trueque entre recursos para durar y votos para gobernar. Promover este sistema fatalmente convierte a la democracia en un sistema estancado porque no hay posibilidad de evolución de lo que llamaríamos “una ciudadanía hipotecada”. Todo esto supone un macrocefalismo del Estado, al que el gran poeta mexicano Octavio Paz llamaba “el ogro filantrópico”. El pobre así concebido es sustraído a la historia entendida como espacio de desarrollo personal y colectivo.
- El prestigioso politólogo argentino, radicado en Portugal, Andrés Malamud, insospechado de adscribir al republicanismo, tiene una visión llamativa del oficialismo actual, diría que hasta complaciente. No deja de llamar la atención, ¿verdad?
- Creo que hay un cierto formalismo en el pensamiento de Malamud respecto de esta cuestión. Y es el de creer que si las instituciones subsisten, si estamos dentro de un régimen donde hay libertad de expresión y la posibilidad de que los tres poderes funcionen, entonces estamos dentro de un sistema que no se puede considerar extinguido. En un sentido no se equivoca, porque aún no ha llegado la hora de la zozobra absoluta. Pero no cabe ninguna duda de que este oficialismo, que aún se sostiene desde un punto de vista aparencial dentro del marco institucional, está llevando adelante una forma de neogolpismo que corroe no sólo la existencia, sino la independencia e interdependencia de los tres poderes, tratando de reducir a las demandas del ejecutivo las formas de funcionamiento del judicial y el legislativo. Aparentemente seguimos viviendo dentro de un sistema democrático, pero lo cierto es que la embestida del gobierno contra la propiedad privada, su adhesión a los regímenes autoritarios y cruentos de América Latina lo lesionan. En pocas palabras, a medida que vamos viendo que el apego a la palabra autoritaria destituye la significación de la investidura presidencial y convierte en quien la ejerce en un eco lamentable de la palabra de la vicepresidenta tenemos por lo menos que aprender a discernir, en lo que pasa, un nefasto porvenir para la democracia republicana. Malamud considera que esto no es tan grave.
- Cuando estaba promediando la lectura de ¡República Urgente! tuve la sensación de que el libro tenía un tercer autor. Sentía que también lo escribía Raúl Alfonsín, el Alfonsín que pronunció el histórico discurso de Parque Norte, el 1° de diciembre de 1985. (A continuación leo en voz alta varios pasajes de ese discurso.)
- Nosotros sólo hemos querido ser fieles a esas palabras. Ese primero de diciembre de 1985 es un día, un mes, y un año, por venir.
- En el último capítulo se trata del desafío de estatuir un Centro republicano, con mayúsculas, a instancias del libro El centro político de Andrés Fescina. ¿Podrías desarrollar el concepto?
- Nosotros llamamos Centro republicano a ese espacio patrimonial de una sociedad organizada en términos de nación en el que están representados los bienes compartidos que enuncia la Constitución Nacional; o sea, el Centro republicano es el repertorio de valores y criterios tanto jurídicos como sociales en los cuales deben coincidir quienes habrán de disputarse el poder dentro del sistema político de la democracia republicana. Donde hay un Centro republicano puede haber una izquierda y una derecha igualmente republicanas, porque la izquierda y la derecha, cuando lo son respecto de un centro, son centroizquierda y centroderecha. Lo que tienen en común no va en desmedro de lo que tienen de distinto. Si se pierde el ideal del centro, es decir, de bien común tal como lo representa la república democráticamente concebida, la izquierda se convierte en extrema izquierda y la derecha en extrema derecha. Y ya no comparten un sistema de valores sino una misma necesidad que es la del exterminio del adversario.
- En el caso de que triunfe la oposición en 2023, ¿qué hacer con la otra porción de los argentinos que comulga con el populismo? Hablo de esa suerte de binarismo maniqueísta que, en general, provoca la exclusión del antagonista.
- Yo creo que la buena nueva que le podemos dar a ese sector es que si el pensamiento democrático republicano volviera a triunfar en las elecciones presidenciales del año 23, ellos estarán incluidos dentro del sistema como fuerza opositora. Mientras que si el populismo vence en el año 23, nosotros no tendremos porvenir.
- Una reflexión final. ¿En qué república aspiran a vivir tanto Guyot como vos?
- Puedo decirte con convicción, tanto en el nombre de Héctor Guyot como en el mío propio, que nosotros aspiramos a vivir en un sistema político que nos garantice nuestro desarrollo cívico, social y económico; con equidad en el orden de la justicia y eficiente en las prestaciones del Estado que es el mediador de los intereses sectoriales. Nuestro deseo es habitar en un país donde la vida personal pueda desplegarse en libertad, sin temor a la represión, sin temor a no poder llevar a cabo los proyectos individuales. Aspiramos esencialmente a la libertad plena, porque el autoritarismo político exige sumisión donde nosotros demandamos esa libertad.
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