Historia apocalíptica que tiene como protagonista a la peste

Texto y voces deliberadamente espantosos.

ANGUSTIAS. Saccomanno muestra su preocupación por el bien y el mal, por Dios, y por nuestro “doloroso país”. telam ANGUSTIAS. Saccomanno muestra su preocupación por el bien y el mal, por Dios, y por nuestro “doloroso país”. telam
22 Agosto 2021

En la nueva novela de Guillermo Saccomanno –y de un modo inédito y dramático- el protagonista es la peste, todas las pestes, los demonios y –para decirlo con Miguel Angel Bustos, el conde de Lautremont y sus pares- encarna el espíritu y la letra de los llamados “hijos del mal”. A partir acaso de la actual Pandemia, el texto, sin embargo, la trasciende: es ucrónico. Es la peste en todas sus posibilidades reales y ficticias, en cualquier tiempo y lugar. Por eso habla de tranvías y de trolebuses, que no son actuales. Y de la nieve universal y eterna.

Su lenguaje, en magistral sintonía con el contenido, en su mixtura culterana y plebeya, es maloliente y apesta.

Guillermo Saccomanno es un escritor dostoievskiano en su preocupación por el bien y el mal, por Dios, y por nuestro “doloroso país” (palabras suyas). Dan cuenta de ese temperamento literario varios de sus libros: El buen dolor, La lengua del malón, El oficinista, Cuando temblamos, etcétera.

Guillermo Saccomanno nació en Buenos Aires, en 1948. Publicó, entre otros libros, Situación de peligro, Bajo bandera, Cámara Gesell, El buen dolor, El pibe y la trilogía sobre la violencia compuesta por La lengua del malón, El amor argentino y 77. Ganó los premios Crisis de Narrativa Latinoamericana, Club de los XIII, Dashiell Hammett, Premio Biblioteca Breve Seix Barral, Rodolfo Walsh y el Nacional de Novela. Sus títulos más recientes son Antonio y El sufrimiento de los seres comunes. Recibió el Konex de Platino como el mejor novelista del período 2008-2011.

Parafraseando a Enrique Pezzoni, cabe decir que en La peste, el texto y sus voces son deliberadamente espantosos: “En cada vagón unas pocas lamparitas irradiaban luz escasa. Había cadáveres en los asientos y en el piso. Para caminar por el vagón había que pasar por encima de los cuerpos, cuya variedad era sorprendente. Lo único que tenían en común viejos, hombres, mujeres y chicos, era la palidez que despedían, un olor frío y espeso que repugnaba”.

Saccomanno ha escrito, en suma, una fascinante utopía apocalíptica. Lo que prueba la diversidad de su espectro literario.

© LA GACETA

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