Un lápiz negro y el sueño que no llega

Historia que contrapesa las carencias del encierro.

22 Agosto 2021

Una niña y un lápiz. Es todo lo que hace falta para construir una historia, la de una niña que lo único que tiene, además de un lápiz negro, es sueño. Y de su lápiz negro, van surgiendo todas las cosas que esta imaginativa niña necesita para descansar y de las que carece: una casa adonde volver, una cama cómoda donde dormir, una ventana por donde mirar y poder imaginar todos los mundos posibles. Pero como el sueño no llega, de su lápiz saldrá, finalmente, una hermana mayor, quien le contará el cuento de la niña que sólo tiene un lápiz.

Mediante el procedimiento usual en los relatos clásicos de la puesta en abismo (una historia que, como una víbora que se muerde la cola, se incluye a sí misma), esta historia pone en escena aquello que Piaget definía como el universo del juego simbólico, ese espacio de actividad infantil cuya motivación no es la adaptación a lo real sino, por el contrario, donde el pequeño asimila lo real a las necesidades de su yo. Experiencia emocional imprescindible para el desarrollo de su psiquis, y la condición de posibilidad para esa actividad propiamente humana que es la creación artística.

Y esta es una historia que hace de la carencia (no solamente material, sino también, del primer espacio de socialización que es la escuela) virtud y que, frente al desasosiego que esta nueva normalidad generó en grandes y chicos, apuesta por esa capacidad infinita que es el imaginario infantil y que lo expresa en el juego simbólico, en la fascinación con los disfraces, y sobre todo, en el dibujo, el territorio donde los “locos bajitos” aprenden a explorar un mundo cuyas reglas desconocen, incluso antes de dominar el lenguaje que siempre será el de los adultos.

Publicado por la editorial Limonero, una de las editoriales independientes argentinas donde tienen lugar los autores más experimentales, esta historia pensada para los primeros años conjuga la simpleza de un texto mínimo con imágenes planas, como recién salidas de un dibujo infantil.

© LA GACETA

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