El “caso Afganistán” y sus efectos en América Latina

La retirada de Estados Unidos, acelerada tras la caída de Kabul abre oportunidades, pero también amenazas para nuestra región.

EVACUADOS. Marines guían a afganos bajo protección especial para que suban a un avión militar estadounidense en el aeropuerto de Kabul. EVACUADOS. Marines guían a afganos bajo protección especial para que suban a un avión militar estadounidense en el aeropuerto de Kabul.
24 Agosto 2021

Juan Gabriel Tokatlian

Universidad Torcuato Di Tella

Antes de esbozar un análisis sobre el reingreso del Talibán a Kabul, hay que analizar aspectos de este acontecimiento y su impacto en América Latina.

1) En Estados Unidos se agravará el ya polarizado debate político, lo que traerá efectos críticos en la relación entre demócratas y republicanos y consecuencias en la relación entre civiles y militares. Además, el radar de atención burocrática, partidista, mediática e intelectual se localizará en torno a la dinámica geopolítica en Asia Central que involucra actores como China, Rusia, India, Pakistán, Turquía, Irán, entre otros, y se centrará en los diversos objetivos estratégicos, así como en sus nexos con Medio Oriente, la rivalidad entre Washington y Pekín y el futuro de la llamada “guerra contra el terrorismo”.

La centralidad de esa región implicará un lugar de menor relevancia para América Latina en la agenda internacional de Washington. Con excepción, claro, de asuntos como la migración de la Cuenca del Caribe.

No estar en el centro de la política exterior y de defensa de Estados Unidos en esta coyuntura podría ser positivo si la región aprovechase esa situación para recuperar comunicación, consulta y compromiso en temas regionales urgentes y compartidos.

Esta desatención también puede ser adversa, ya que Latinoamérica necesita recursos (financiación, inversión, asistencia) en el escenario pospandemia.

La desatención, a su vez, puede facilitar un mayor despliegue de China en la región. Un Estados Unidos enfocado en otras latitudes y asuntos, como lo estuvo después de septiembre de 2001, puede ser aprovechado por Pekín y aceptado por países del área.

2) Por tercera vez desde el fin de la Segunda Guerra, Estados Unidos experimentó prolongado conflicto asimétrico en el que su arsenal y superioridad militar no le sirvieron en el terreno político. Sea en clave antiinsurgente o antiterrorista, las derrotas de Washington han sido elocuentes. La Guerra de Vietnam (1960-75), la segunda Guerra a Irak (2003-2011) y la Guerra en Afganistán (2001-2021) así lo demuestran.

Después de dedicar US$ 2.261 billones al combate contra el Talibán; de probar la reconfiguración de un sistema institucional (nation building) y de asegurar su proyección geopolítica en la zona, los resultados son negativos.

En su breve alocución del 16 de agosto, Joseph Biden destacó que construir una nación no debió ser el objetivo en Afganistán y que el propósito no debió ser la creación de una “democracia unificada y centralizada”.

Esto es muy importante para América Latina. Sugiere que la “exportación de la democracia” no está en el repertorio de la nueva administración, aunque sí su defensa. Implica que el “cambio de régimen” ya no es, como durante la presidencia de Donald Trump, una de las metas respecto a países como Cuba. Supone que no se procura la amenaza y eventual uso de la fuerza en Venezuela. Alienta la expectativa de que Washington no obstaculizará una salida negociada en ese país.

En suma, Washington no quiere entrar en un pantano militar en la región. Su preocupación en el área es la presencia y el prestigio de China, y eso no se resuelve con garrote, sino con zanahoria.

3) El fiasco en Afganistán no fue solo estadounidense; involucra a los socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Como dijo Armin Laschet, jefe del partido de Angela Merkel, la salida de tropas occidentales significó la “mayor debacle” de la OTAN desde su fundación.

En este contexto, el quid pro quo ofrecido por el Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, al presidente Jair Bolsonaro para que Brasil vete la participación de Huawei en el mercado nacional de 5G, a cambio del apoyo de Washington al ingreso como “socio global” de la OTAN, resulta menos atractivo.

4) Hay una potencial inquietud para la región derivada del triunfo del Talibán. Desde 2006, Colombia dio asistencia a las fuerzas afganas encargadas de la política antinarcóticos. Ex militares colombianos fueron contratados por compañías privadas para combatir en Afganistán. ¿Cómo se comportará el Talibán en cuanto al terrorismo?

Colombia podría ser un flanco débil porque mediante el respaldo oficial, por un lado, y la labor mercenaria, por el otro, se vinculó con la guerra en Afganistán.

Bogotá y América del Sur deberán incrementar su capacidad de inteligencia para evitar una proyección del terrorismo en la región. No hay que olvidar que, desde el 11 de septiembre de 2001, la única región que no tuvo ataques del terrorismo fundamentalista fue América Latina.

5) El caso afgano es un ejemplo del fracaso del prohibicionismo. En 2001, último año de gobierno del Talibán, el total de producción de heroína en Afganistán fue 185 toneladas. En 2020, la producción fue de 6.300 toneladas. El Talibán pudo sostenerse, en parte, por el negocio ilícito de las drogas. Eso ocurrió durante la ocupación de las principales potencias de Occidente. En síntesis, la prohibición contribuyó a la perpetuación de la guerra.

Lo sucedido en Afganistán es un espejo, no tan distante, de lo que es urgente revertir: el prohibicionismo que puede tener efectos aún más devastadores de los conocidos en el contexto pospandémico de América Latina. (Télam)

Ayuda para desplazados: el cierre del aeropuerto de Kabul impide que lleguen suministros médicos

Más de 500 toneladas de suministros médicos, incluidos equipos quirúrgicos y kits contra la desnutrición severa están atascados debido a las restricciones en el aeropuerto de Kabul, informó la Organización Mundial de la Salud. Las agencias humanitarias dicen que es fundamental que los suministros médicos y alimentarios lleguen a unas 300.000 personas desplazadas en Afganistán durante los últimos dos meses, en medio de los avances de los insurgentes talibanes. Casi 18,5 millones de personas -la mitad de la población- dependen de la ayuda y se espera que las necesidades humanitarias aumenten por la sequía. El cierre del aeropuerto de Kabul a vuelos comerciales retrasó las entregas, dijo el director regional de emergencias de la OMS, Richard Brennan. “Los ojos del mundo están puestos en los que están siendo evacuados, pero también hay que llevar suministros a los que se quedan”, dijo. (Reuters)

Comentarios