Octavio Corvalán y las visiones de Sarmiento

La reciente recuperación y publicación de un texto escrito por el profesor Octavio Corvalán, que data probablemente de la primera mitad de los años 80 y fue redactado con motivo de la celebración del Día del Maestro, hace oportunas estas reflexiones que ayudan a abordar el pensamiento de Sarmiento y, a la vez, difundir las opiniones sobre la realidad del reconocido crítico, traductor y literato tucumano, titular durante años de la cátedra de Literatura Latinoamericana en la UNT.

05 Septiembre 2021

Recuperar el texto de Octavio Corvalán permite un doble abordaje, porque eso es lo que suele despertar siempre el gran “Maestro de América”: parece inevitable que, de algún modo, nos transporte siempre al presente y lo interpele. El mérito de las páginas de Corvalán es justamente ese: anticipa y fija posición ante una polémica que se desplegará con vigor en las décadas siguientes.

El texto comienza –no por casualidad– remitiendo a un lugar común: el de “considerar a Sarmiento el maestro ejemplar”, para reafirmar que ese homenaje es justo dado que “Sarmiento fue el fundador de la instrucción pública en nuestro país; el sistema que puso en marcha modeló a hombres e instituciones durante un siglo”. Partiendo de ese punto de partida inexorable, anticipa algo que la más reciente historiografía se preocupa reiteradamente por develar. En efecto, “no es frecuente que nos detengamos a pensar en la obra de Sarmiento dentro de su contexto histórico y cultural”, para reafirmar: “sabemos que fue un hombre batallador, motivado por ideas claras sobre el progreso, con una visión muy precisa del futuro del país, y con una voluntad de acción casi irresistible”. Es pertinente por tanto criticar ese antiguo enfoque que lo había convertido en “distintivo político o como pretexto para un día feriado” y apuntar que “nada habría sido más irritante para el hombre Sarmiento que ver esa mitificación aprovechadiza de su memoria”. No sería difícil –continúa– “imaginarlo irrumpiendo en uno de estos actos recordatorios para echarnos en cara la vacuidad de nuestras palabras; evocándolo como un hombre y no como un símbolo, vigoroso, ejecutivo, de mal genio, exasperante para sus adversarios y hasta para sus colaboradores”.

Es sabido, pero redundemos: “él empujó con su formidable tenacidad nuestra educación popular desde el grado cero hasta poner a nuestro país en uno de los primeros lugares del mundo. Pero súbitamente, el impulso sarmientino perdió fuerza, y hoy debemos mirar en la cara a la verdad –como lo hizo él en su tiempo– y dejar de solazarnos en la contemplación de laureles ya marchitos”.

El presente irrumpe: “su concepción de la historia era dinámica: no admitía demoras ni se permitía concesiones. Comprendiendo plenamente el significado cultural del pasado, renegó de él para depurar al futuro de lo que era rémora y dique para el avance de la ‘civilización’. Su lucha contra la ‘barbarie’ significaba terminar con la conciencia colonial, formar al hombre nuevo que la Argentina necesitaba para avanzar”. Y precisa: “podemos discrepar con sus soluciones, pero sus planteos fueron inobjetables”. El escritor devela esos misterios en los que Sarmiento penetró con sus Recuerdos de provincia y, en particular, su emblemático Facundo, trabajo liminar y de algún modo fundacional de la literatura latinoamericana. “Empezó apegándose entrañablemente a su tierra –señala Corvalán–, auscultándola hasta sus más secretos latidos, comprendiendo sus realidades, asombrándose ante sus hombres, aun los que representaban los valores negativos en su esquema axiológico”. Para conocer la verdad es preciso develar las falsedades, para construir el futuro es imprescindible desnudar el presente. República democrática y demagogia populista eran conceptos antitéticos; el autoritarismo monárquico –del que el caudillismo era heredero–, una traba absoluta para la construcción de un Estado moderno.

“Nosotros necesitamos actitudes como la suya –concluye Corvalán–. Así como él tuvo que luchar en los umbrales de la unificación nacional para imponer una dimensión considerada accesoria en aquellos precarios momentos –la instrucción pública universal– nosotros tenemos una situación inaugural también en muchos aspectos: necesitamos cambiar conciencias, imponer pautas para el futuro, preparar las bases intelectuales para la Argentina que ya surge, y si no queremos que se perpetúe el siglo XIX en la mentalidad de nuestro pueblo, si queremos que el país ingrese de lleno en la era tecnológica, si pretendemos dinamizar su sociedad y su economía, tenemos que actuar partiendo de una visión clara de nuestra realidad y proponiéndonos objetivos concretos. Ese será el homenaje más apropiado que podemos ofrecer a Domingo F. Sarmiento”; palabras que hoy, 40 años después y en vistas del anunciado inicio de una nueva era a escala mundial, adquieren absoluta actualidad.

© LA GACETA

Ricardo de Titto – Historiador.

Fuente:https://octaviocorvalan.blogspot.com/2021/01/sarmiento.html?showComment=1610315418259#c3767071746251161121

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