Más de 860.000 jóvenes de todo el país votarán por primera vez el próximo domingo en el marco de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, las cuales definirán a los candidatos para las próximas elecciones legislativas generales. En Tucumán, este grupo integrado por los votantes de 16 y 17 años, representará el 2,1% del padrón electoral, con más de 26.000 electores, sobre un total de 1.260.000 ciudadanos habilitados para sufragar.
Se trata de un grupo especial de votantes, no solo por su debut en la vida cívica sino porque llegan despojados de experiencias políticas que para otras generaciones pueden haber significado verdaderos hitos simbólicos. En primer lugar, forman parte de un grupo etario que no vivió la crisis política de diciembre de 2001. La mayor conmoción institucional de los últimos tiempos solo llega a estos chicos a través de libros escolares, relatos de sus padres o videos de archivo que los más curiosos encontraron por Youtube. No escucharon en primera persona la palabra “corralito”, ni siquiera inconscientemente en la cuna, ni en los brazos de alguna madre conmocionada. Tampoco vivieron los años del uno a uno, ni respiraron los aires de la recuperación democrática. Es decir, forman parte de un grupo de ciudadanos que no crecieron bajo el paradigma de los partidos tradicionales, sino que vivieron la política de alianzas electorales pero que transitaron el poder bajo un orden constitucional estable. Son hijos verdaderos de una democracia más madura, pero también de la política de la grieta.
Los jóvenes que emitirán por primera vez su voto no habrán tampoco vivido la caída de las Torres Gemelas y la posibilidad latente de una tercera guerra mundial, pero son testigos de un hecho histórico tan o más relevante que aquel suceso que este año cumple dos décadas. Son votantes que transitaron su adolescencia en pandemia, bajo una incertidumbre inédita, con la muerte dando vueltas por los pasillos más cercanos de su entorno y por una distancia impuesta en la edad en la que el contacto es todo. Muchos de ellos votarán aún sin estar vacunados, muchos de ellos votarán formando parte del 42% de pobreza que afecta a nuestro país.
¿Qué los motivará entonces a votar? ¿Qué los ilusiona? ¿Se sienten atraídos por los políticos y sus estrategias en redes sociales para cautivar su elección? Lejos de mostrar apatía por el contexto socioeconómico, los jóvenes expresan sus necesidades, cada vez más variadas. Según una encuesta de Zurban Córdoba y Asociados, realizada en julio de este año, los jóvenes mayores a 16 años de todo el país “reclaman medidas sobre promoción del empleo de calidad, becas de estudio y acceso a la vivienda, políticas sociales, culturales, deportivas, educación sexual integral”. Además, en su relevamiento también reconoció reclamos sobre la defensa de los derechos de las mujeres, de la comunidad LGBTQ+ y mayor acceso de jóvenes a la política, sobre todo en las electoras jóvenes. Consultados por cuáles deberían ser los asuntos prioritarios para el Gobierno Nacional, los jóvenes respondieron que el desempleo (21,4%), la pandemia (13,9%) y la educación (13,4%) son los tres temas más urgentes para atender.
A pesar de las expectativas, los planes de una gran parte del electorado joven no están depositados en Argentina. Tres cuartas partes de los alumnos universitarios argentinos (74%) cree que el país es un peor lugar para vivir ahora que hace cinco años. Así lo revela la Encuesta internacional de estudiantes realizada por la consultora Yonder que incluyó a 500 jóvenes locales. La intención de abandonar el país fue la más alta de todas las regiones analizadas y la pandemia impactó tanto en los estudiantes argentinos que el 76% dijo que tuvo problemas para cubrir sus gastos en el último año, más que en cualquier otro de los países estudiados.
Los nuevos votantes llegarán a las urnas este domingo con alguna esperanza, quizás la de irse pronto, quizás la de quedarse para cambiar algo. Más allá de su incertidumbre, son un sector de la ciudadanía a los que la dirigencia tendrá que saber interpelar con inteligencia, no con simpáticos mensajes por celular ni provocadoras arengas desde televisión, sino con una propuesta seria para integrarlos a un futuro al que por ahora no están invitados.