La nueva normalidad trae cambios en la vida urbana

09 Septiembre 2021

Cada vez son menos los jóvenes que eligen la ciudad de San Miguel de Tucumán para vivir e independizarse. Es en lo que coinciden los mismos actores -consultados por LA GACETA en una nota publicada el 7 de septiembre-, los expertos en urbanismo y en hábitat e incluso las estadísticas: el año pasado San Miguel de Tucumán cerró su “balance” con casi 9.000 habitantes menos que lo que se proyectaba en base a los últimos censos.

De acuerdo a una investigación dirigida por la demógrafa Nora Jarma, el modelo urbanístico de la capital está expulsando a la población joven hacia localidades vecinas: Cruz Alta, Lules, Yerba Buena y Tafí Viejo son los departamentos que más experimentaron un rejuvenecimiento poblacional.

Los beneficios de vivir en la ciudad parecen pesar menos que sus contras. Si bien es cierto que se reconoce la movilidad, la cercanía, los servicios, la rapidez para desplazarse hasta el lugar de trabajo, etcétera, se ven reñidas con la falta de espacio en las tipologías de vivienda que se ofrecen. Todo esto se ha profundizado durante la pandemia, cuando las personas valoraron más que nunca el espacio al aire libre (incluso los balcones) dentro de sus viviendas. Es que las modificaciones en los hábitos que ha generado la pandemia tienen características que aún o han sido suficientemente dimensionadas y que están impactando en la vida cotidiana de la “nueva normalidad”. La posibilidad del trabajo remoto ha eliminado la necesidad de desplazamiento en muchas actividades y ha tenido como inmediato correlato esa revalorización de los espacios verdes y del aire libre.

Como todas las grandes urbes, la capital tucumana no tiene más posibilidades que seguir creciendo hacia arriba. Pero acá se topa con otro freno, que los urbanistas siguen defendiendo: el Código de Planeamiento sólo permite edificios de más de cuatro pisos en el centro, barrio Sur, barrio Norte y sectores de algunas avenidas como la Belgrano, mientras que en la Mate de Luna -la más codiciada en este momento para vivir, por su calidad ambiental- sólo puede construirse en altura hasta la intersección con Ejército del Norte.

Es por eso que los expertos coinciden en que la ciudad necesariamente debe crecer en altura para solucionar el déficit habitacional, pero que debe hacerlo en zonas que aún siguen siendo bajas y que tienen posibilidad de alojar edificios: en avenidas como la Mitre, Sáenz Peña, Ejército del Norte y Colón o en barrios grandes como Ciudadela o El bosque. Pero también advierten que esas construcciones deberían contemplar las necesidades de la nueva modalidad: espacio, iluminación natural, espacios verdes cercanos, superficie descubierta o semicubierta en las viviendas.

Si lo que se quiere es que la capital tucumana siga creciendo, pero sin atentar contra la sustentabilidad, es preciso que todos los sectores vinculados a la construcción se pongan a trabajar en formar consensos. Se requiere un nuevo Código de Planeamiento pero que contemple las necesidades ambientales, las de vivienda, las preferencias de los ciudadanos y también lo sostenible desde el punto de vista del mercado inmobiliario. Y que incluya como premisa a alcanzar algún día el concepto de la “ciudad de 15 minutos”, que se presume conectada, sustentable y amigable.

Una ciudad en crecimiento, que valora y defiende la naturaleza y que es responsable con los ciudadanos y con el ambiente no debería expulsar a nadie a las afueras ni obligar a vivir en espacios reducidos, sino alcanzar el equilibrio. Los nuevos tiempos lo están reclamando.

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