Selección: dos tucumanos y un relato a pura emoción de cómo pudieron ver el partido, in situ

JUNTOS. Augusto Gronda y Agustina Auvieux, en el estadio de River. JUNTOS. Augusto Gronda y Agustina Auvieux, en el estadio de River.

Él sobre ella: “nunca la escuché gritar tanto”. Ella sobre él: “nunca lo vi tan nervioso: alentaba, se enojaba, cantaba”. Los dos juntos: “lo que vivimos fue un vaivén de emociones. Fue nuestra primera vez viendo a Lionel Messi y a la Selección. Y lo que vimos fue impagable, una de esas experiencias que uno debe vivir, aunque sea, una vez en la vida”.

Agustina Auvieux y Augusto Gronda son tucumanos. Son novios. Ella vive en Buenos Aires desde hace seis años; él la visita. Ambos hacen su trabajo por la modalidad home office para distintas compañías. La presentación del equipo de Lionel Scaloni les cayó justo para vivir una experiencia que ninguno había experimentado jamás. No la olvidarán. “De tan contentos que estábamos, antes del partido y ya sentados en la tribuna San Martín, hicimos una videollamada con la familia. Queríamos que nadie se pierda lo que nosotros estábamos viendo. Fue muy emocionante. Tanto como lo fueron los días previos al partido. Y durante el juego en sí mismo”, cuenta él. “Fue tanta la adrenalina que, cuando todo terminó, nos dimos cuenta de que no teníamos voz. Recién en la mañana del viernes la recuperamos”, afirma ella.

Desde el martes les pasó de todo. Angustia por no saber si lograrían contar con una entrada; un trepidar de gestiones a través de la aplicación habilitada (“teníamos seis terminales activadas para ver si conseguíamos que nos tocara el sorteo. Estaba tan metido en la causa, que hasta había entrado en grupos en las redes para ver qué pasaba”, dice Augusto). Luego de la excitación que generó la confirmación (“nos habíamos preparado emocionalmente por si no se daba la oportunidad, nunca perdimos la esperanza”), llegaron las largas horas, con frío, bajo la lluvia y sin comer, para hacerse del ticket. “Por la televisión nos enteramos de que debíamos ir a Núñez para retirarlos. La fila era larguísima, llovía un montón, pero a todos los que estábamos ahí no nos importaba, estábamos emocionados”, afirma Agustina.

- ¿Qué pasó cuando recibieron los boletos?

Augusto: nos temblaban las manos, no por el frío ni porque estábamos todo mojados. Vimos los tickets y nos abrazamos, felices. ¡Y recién pudimos ir a comer! Al llegar al departamento nos cayó por completo la ficha de que lo habíamos logrado. Y nos pusimos a contarles a los amigos, a la familia.

Después del martes de misión cumplida, en la que era clave contar con todos trámites sanitarios requeridos para el retorno del público a los estadios, vino un miércoles tranquilo, en apariencia. “La procesión iba por dentro, trabajamos pensando en el día siguiente. No teníamos que desmotivarnos”, cuenta él.

El jueves los dos trabajaron hasta las 18, contando los segundos para ir al partido. Y se fueron corriendo a la cancha, no sin antes comprobar que tenían todos los trámites completados. “A las entradas las guardé como un tesoro en un bolsillo secreto de mi campera”, revela Agustina. Pasadas las 19 ya estaban en el Monumental. “Fue muy ágil el operativo dispuesto para el ingreso. Llegamos a la tribuna, hacía frío, pero seguíamos muy enchufados con lo que íbamos a vivir. Y además estaba el resto del público, que armó una fiesta. Era una locura adentro. Hubo ovaciones hasta cuando el plantel argentino salió a calentar”, recuerda Augusto.

El partido terminó, Messi lo hizo suyo con una actuación memorable, y los jóvenes tucumanos terminaron por rendirse a sus pies.

- Agustina, ¿podés resumir en pocas palabras lo que viviste?

- Fue indescriptible, surreal. Messi es lo más, ya antes de este partido era súper fan de él. Lo que viví fue una experiencia que me quedó en la piel.

- ¿Y vos Augusto?

- Se cumplió mi sueño de ver a la Selección y a Messi. Para quienes somos del interior, estas cosas son muy difíciles de vivir, por distintos motivos. Fue un sueño hecho realidad, lloré emocionado por eso. Pasaron las horas, pero la adrenalina me dura. En este mismo momento lo estoy contando y se me quiebra la voz.

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