La fiesta de la democracia se vivió a pleno el último domingo en Tucumán. La participación de electores en la provincia superó ampliamente la media nacional, rozando el 80% del padrón. Además, las fuerzas políticas que compitieron en las PASO cerraron la contienda sin tener que lamentar incidentes, más allá de las lógicas demostraciones de alegría o de desazón en cada búnker por los resultados del escrutinio provisorio. Sin embargo, otra vez se sucedieron en distintos puntos de Tucumán ciertos hechos que empañaron el espíritu de la jornada cívica.
Sobre Ayacucho al 100, en la capital, una protesta de “movilizadores” dejó expuesta la maquinaria para el acarreo de electores a cambio de dinero en efectivo (hasta $ 4.000 para hacerlo en automóvil y unos $ 1.500 en motocicleta). En Lules, la Policía concretó un operativo y dispersó a unos 200 electores que hacían fila frente a un inmueble, al parecer para cobrar $ 1.000 en mano y un “vale” para la compra de carne como compensación por votar a determinado candidato. En la escuela Obispo Colombres, en San Miguel de Tucumán, un hombre fue detenido y puesto a disposición de la Justicia Federal, luego de que intentara votar dos veces: primero con el DNI de su padre, y luego con el propio.
Estos y otros tristes episodios registrados durante los comicios no dieron lugar a acciones judiciales ni a otras medidas formales por parte de los partidos derrotados. Es decir que, al margen de las irregularidades constatadas, no se puso en duda la legitimidad ni la legalidad de los resultados. Incluso, en la Fiscalía Federal con competencia electoral de Tucumán afirmaron que en las PASO del domingo se registraron menos denuncias por posibles irregularidades que en años anteriores.
No obstante, en las calles se percibió nuevamente el impacto de las estructuras electorales a las cuales suele recurrir la clase política de la provincia ante cada votación.
No se trata de un fenómeno novedoso, sino todo lo contrario. Las versiones de dádivas en sus diversos formatos –bolsones, tickets de comida, efectivo y un extenso etcétera- sobrevuelan en la antesala, en el transcurso y con posterioridad a cada acto comicial que tiene lugar en Tucumán. Y esto sucede más allá de que se trate de votaciones nacionales, que se rigen por normativas de alcance federal, o de que estén en pugna cargos locales, en cuyo caso opera un sistema electoral definido por leyes provinciales. Es decir que la cuestión va más allá del régimen aplicado en la contienda. Las malas “tradiciones” en la jornada cívica se terminan desarrollando a la vista de toda la ciudadanía, sin importar la legislación ni el órgano de control que corresponda al proceso de selección de autoridades.
Existe toda una serie de medidas tendientes a evitar que la voluntad popular se vea adulterada por las “picardías”. La participación de los fiscales partidarios posibilita un sistema de supervisión múltiple en cada mesa de votación. Los padrones electorales, a la vez, llevan impresas las fotografías de todos ciudadanos habilitados a sufragar, a fin de que se pueda constatar la identidad de cada uno de los electores antes de su ingreso al cuarto oscuro. Las urnas además cuentan con un código de barras encriptado que permite determinar de manera fehaciente a qué circuito corresponden, su ubicación y la cantidad máxima de votos que pueden contener, entre otros datos sensibles relacionados a la seguridad del acto electoral.
Pero nada de esto alcanza ni alcanzará si no prima la decisión colectiva de acabar de una vez por todas con las maniobras clientelares y otras anomalías típicas de los comicios en Tucumán. Por supuesto, esto corresponde en buena parte a los partidos políticos; en especial, aquellos que poseen la capacidad de desplegar una inestimable cantidad de recursos humanos, financieros y logísticos en cada votación. Pero también será necesario un cambio de paradigma en la ciudadanía, para que quienes aceptan someterse a la maquinaria electoral rompan para siempre las cadenas que los unen a los “aparatos” montados por la política.
Una vez más, lo ocurrido en las PASO del último domingo puede servir como enseñanza. La próxima oportunidad para mejorar está a la vuelta de la esquina.