Una cosa es decirle no a Alberto, otra decirle no a Cristina

El dilema de Manzur, quedarse en la gobernación o irse al Gabinete, viene con contraindicaciones.

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Tal vez Manzur no se sorprendió cuando su amigo Alberto le ofreció hacerse cargo de la Jefatura de Gabinete, o del ministerio del Interior. Seguro que cuando viajaba hacia Buenos Aires intuía que era posible el pedido de auxilio del Presidente para superar la crisis a la que lo sometió Cristina Fernández. Se dice que habría rechazado la oferta; y tenía razones atendiendo a sus intereses en la provincia. Porque irse implica instalarse en Buenos Aires y dejarle el manejo del Poder Ejecutivo a su rival en la interna del PJ local: Osvaldo Jaldo. 

Menos que menos, la amistad con Alberto parece que pesa un poco menos que su necesidad de seguir en Tucumán. Sin embargo, sí debe haberse sorprendido, y mucho, por el tenor de la carta de Cristina, que casualmente apareció horas después del encuentro del gobernador con Alberto. Porque allí, la mujer a la que Manzur intentó borrar de la escena política argentina al decir “Cristina ya fue” -y de lo que se sigue arrepintiendo-, dijo públicamente que ella le propuso a Alberto su nombre para la Jefatura de Gabinete. 

“Sé que sorprenderá mi propuesta, es de público y notorio las diferencias ya superadas que he tenido con quien fuera mi Ministro de Salud desde el año 2009. Juan permaneció en su cargo hasta que renunció para disputar la candidatura a gobernador de Tucumán en el 2015, cargo que obtuvo y revalidó por el voto popular no sólo a través de su reelección, sino también en la elección del pasado domingo”. 

Después de tamaño párrafo, donde lo bendice para ocupar el cargo más importante en el gabinete nacional, donde dice que sus diferencias fueron superadas - esa oración debe sonar como música a los oídos del tucumano; y debe seguir retumbándole como una dulce sinfonía- y lo reivindica como el conductor del peronismo tucumano; Manzur por lo menos debería dudar y repensar su actitud negativa. Porque ya no le estará diciendo “no” a su amigo Alberto, sino a la mentora del jefe de Estado, a la jefa del espacio; la principal socia del Frente de Todos. 

¿Qué sucederá si finalmente Alberto y Cristina arreglan sus cuitas y el jefe de Estado resuelve acatar, otra vez, lo que manda la presidenta del Senado? Si Alberto brinda esa señal de debilidad, qué le queda al resto. Un eventual rechazo, en tiempos críticos del oficialismo, lo pondría de nuevo en la vereda de enfrente de Cristina. Justo cuando ella admite públicamente que su enojo con el tucumano quedó atrás. ¿Manzur querrá enojarla de nuevo si Alberto decide pactar con Cristina y no divorciarse de su creadora? El dilema de Manzur, quedarse o irse, viene con contraindicaciones. Y el manzurismo lo quiere en la provincia.

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