“Hoy podremos descansar tranquilos, en nuestra casa no sabíamos tantos detalles del caso y queríamos tener la tranquilidad de que condenaran al verdadero autor. Hubo 35 testigos, peritos y pruebas que demostraron que él había matado a mi hermana. La investigación fue impecable y eso nos deja tranquilos”, indicó Julio Chavez tras oír que el femicida de su hermana era condenado a prisión perpetua por un tribunal de Concepción.
Luis Adrián Arias (21 años) recibió la pena máxima por el crimen de Nancy Lorena Zelaya (36 años), ocurrido el 21 de mayo en un ex predio ferroviario del barrio El Salvador, en Concepción. Las cámaras de seguridad fueron muy importantes para resolver el caso, una de ellas captó el momento en el que Zelaya subió con Arias a una moto. Otra registró el momento en el que la mujer y su agresor ingresaban al predio y del cual sólo salía Arias a los dos minutos. Una tercer cámara mostró que luego Arias regresó a su pueblo, Alto Verde, donde la Justicia lo detuvo y le secuestró su motocicleta y la ropa que había usado el día del crimen.
“La víctima fue sometida a una brutal golpiza por parte del acusado que, luego de dejarla inconsciente, llevó a cabo su plan homicida asfixiándola”, sostuvo el fiscal Miguel Varela en su alegato final. Zelaya había sido violentamente golpeada en el rostro, en el que presentaba múltiples fracturas. No se encontraron signos de que pudiera haber intentado defenderse.
Chavez también hizo mención del brutal escenario en el que se reencontró con Nancy. “Me aferro a su recuerdo, a cómo era ella, pero trato de no verla en fotos porque me hace mal. Su crimen fue muy violento y ver cómo la dejaron después del hecho fue terrible”, detalló el hermano.
“Estuvo muy bien la Justicia de Concepción, estoy agradecido a los jueces, al fiscal, a LA GACETA y a las personas que nos acompañaron en este juicio; también espero que todas las personas que han sufrido el homicidio de un familiar obtengan justicia pronto”, indicó el hombre.
Chavez también fue autocrítico. “Yo también cometí un error en el pasado, nada que ver con un hecho de sangre, pero necesitaba plata e hice algo que no me enorgullece. La Justicia también actuó bien en esa ocasión en contra mía. Yo reconocí mi error, pagué y encaminé mi vida, ahora trabajo vendiendo bebidas”, concluyó el hombre que fue ayer a un templo evangelista a agradecer por la obtención de justicia.