Charly García y Nito Mestre bajan del Estrella del Norte tapados de tierra. Ni siquiera viajaron en pullman; venían en primera, la más democrática de las clases ferroviarias, así que en el afán de mejorarles el humor los chicos del Instituto Técnico los llevan a pasear por San Javier. El presupuesto, de tan ajustado, sólo alcanza para la comida casera del restaurante Mi Abuela, frente al Casino. Para Charly, los fastos del estrellato rockero serán cosa del futuro. Es el 29 de junio de 1974, a Perón le queda un puñado de minutos de vida y la amenaza de lluvia no achica a la tucumanidad deseosa de ver a Sui Generis por primera vez. La patriada del Centro de Estudiantes del Técnico resulta un exitazo, aunque por las dudas en la boletería se despliega un arsenal -eran tiempos bravos- para cuidar la recaudación. Es el comienzo de un idilio de casi medio siglo entre Charly García y Tucumán. 13 shows y uno que jamás empezó. Escenarios de toda clase, desde el patio del Técnico -al que no le vendría mal una placa conmemorativa de aquel concierto histórico- a la plaza Independencia. Tucumán recibió, cobijó y disfrutó a todos los Charlys posibles. Porque, a fin de cuentas, y con los tropiezos y enojos pasajeros de toda relación, esta es una profunda historia de amor.
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Por YouTube, y entre los coleccionistas de paladar fino, circula una joya: el show que La Máquina de Hacer Pájaros brindó en enero de 1977 en el Palacio de los Deportes. Charly y su exquisito combo progresivo desembarcaron en el marco de un ciclo de verano organizado por el extinto Banco de la Provincia y esa grabación analógica es un incunable que pone en órbita a Tucumán dentro de la galaxia García. Algo más: al show lo presentaron Alberto Benegas y María Cristina Sbrocco, y para cerciorarse de que todo fluyera no faltó el maestro Salvador Rimaudo.
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El 23 de mayo de 1981 tocaron los Beatles en Tucumán. Nuestros Beatles. La crítica de LA GACETA no fue complaciente con el show brindado por Serú Girán en Caja Popular. “Se diría que a Charly García y sus compañeros los afecta el mal de la novedad que aqueja en general al rock argentino, mal que tal vez no notaríamos si no estuviéramos en condiciones de recordar tiempos mejores”. Revelación: ya en 1981 se decía que, en materia de rock, todo tiempo pasado fue mejor. Reflexión: el contexto de aquel Serú fresco y primigenio, al que vemos genial a la distancia, era de lo más complejo. Certeza: los memoriosos subrayan que Charly, David, Aznar y Moro brindaron un gran show en Tucumán. Fue hace exactos 40 años. Pero está claro que no a todos les gustó tanto.
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Diez años en bandas habían sido suficientes. Charly se calza el traje solista y edita un formidable disco doble: por un lado, “Yendo de la cama al living”; por el otro, la banda de sonido de la película “Pubis Angelical”. En abril de 1983 vuelve al Palacio de los Deportes y presenta ese material en un concierto arrollador. Las entradas anticipadas se compraban en la disquería (!) Avenida Musical. Pocas veces se vio tanto público en el parque 9 de Julio. “Soy demasiado famoso”, le dice a LA GACETA. Días antes un show de Nito Mestre y Celeste Carballo había terminado con incidentes, entonces sobre el escenario Charly dispara: “me dijo Nito que a Tucumán hay que venir con casco”. Pero aquel Charly estaba lejos de los escándalos y brinda uno de sus mejores conciertos en nuestra ciudad. “Triunfaré en Londres para cantarle rock a la Thatcher”, exclama Charly en medio de una ovación. Y poco después conmueve a todos cantando “Los dinosaurios”.
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“Sin pedantería barata, creo que es el mejor disco de pop-rock que hay acá”, le dice Charly a LA GACETA. Y tiene razón: “Clics modernos” es un anticipo de toda la música que se escuchará en los años siguientes. Aquel Charly, desde la cima de uno de sus picos creativos, vuelve a Tucumán, esta vez a Sportivo Floresta, para explorar ese disco fundacional en la historia de la música popular argentina. Charly hace un clic tucumano aquella noche de agosto de 1984.
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La sexta visita, en abril de 1986, implica una nueva escenografía. Por primera y única vez Charly tocará en Villa Luján, templo del boxeo devenido altar del mejor rock. Charly llega muy bien acompañado. Con Pedro Aznar habían editado pocas semanas antes, en marzo, el brillante disco “Tango”. Juntos se mimetizan sobre el escenario: camisa blanca, pantalón negro, como dos tangueros de ley. Es el último Charly que veremos en Tucumán durante los gloriosos años 80.
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Charly es hiperactivo, viene de editar “Filosofía barata y zapatos de goma”, y casi en continuado, “Tango 4”, nuevamente con Aznar. También de coquetear con los escándalos y con la salud, lo que promueve el chiste interno: la banda que lo acompaña se llama Los Enfermeros. Con esa formación sube al escenario de Sportivo Floresta el viernes 10 de julio de 1992. Pero pasarán más cosas durante esta década brillante y tumultuosa, en la que todos los rostros de Charly colisionan una y otra vez.
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Al cabo de cinco años Charly vuelve en mayo de 1997. Pero no lo espera un estadio, sino un pub, y con un paisaje de fondo tan tucumano como el cerro San Javier. El pub no podía llamarse de otro modo: No More, porque Charly ya está en plena etapa Say No More. Y las cosas salen bastante bien. Nada que ver con la fatídica noche del 12 de septiembre de 1998. Largas filas de fans están formadas en los alredores de Caja Popular. Esperan a Charly... pero Charly nunca llegará. El frustrado show derivó en una causa resuelta al cabo de los años en Tribunales. Gran parte del público que se había quedado con las ganas de escuchar a Charly sigue guardando aquellas entradas. Hoy son casi una reliquia. Ya pasaron 23 años.
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“Volví a ser un adolescente a los 50”, le dice Charly a LA GACETA. Está de regreso en Tucumán y en un nuevo escenario: el del club Central Córdoba. “No me jubilé de rebelde”, enfatiza Charly y así lo demuestra a la hora de tocar. El concierto intenta cerrar heridas, saldar la cuenta pendiente de Charly con el público tucumano. Es la antesala del 25 de mayo de 2002. El Charly modelo siglo XXI está entre nosotros.
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Pero el Charly que aterriza en Tucumán en diciembre de 2003 no es el de los mejores momentos. Y eso que ha vuelto a tocar en un amor de juventud: el Palacio de los Deportes. Pero no lo ayudan ni el sonido ni el clima. Anteojos oscuros, camisa negra, chaleco plateado y claros en las tribunas. Esas eran las señas consignadas por la crónica de LA GACETA, para un show que incluyó el homenaje a Mick Jagger de la mano de “Satisfaction”. La noche es tan larga como Charly y en este caso tuvo una vuelta de tuerca musical. Del Palacio, a bordo de un imponente Mercedes Benz, Charly viaja a la Sociedad Francesa, que había sido La Zona y en ese momento se llamaba Parakultural. Allí vuelve a tocar y sigue hasta las 6 de la mañana.
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Todo lo que había salido mal el año anterior en el Palacio de los Deportes salió bien la noche del 27 de noviembre de 2004 en Central Córdoba. De impecable vestido rojo y calzas negras, un poco tarde, pero sin nada que reprocharle, Charly desgrana una impresionante sucesión de clásicos. Y no está solo, porque el concierto forma parte de la gira Norte Rock y bandas tucumanas han pasado por un escenario paralelo en Central Córdoba. Una de ellas fue Karma Sudaca y Tony Molteni, su cantante, no olvida aquella versión que le dedicó a Charly de “De mí”.
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9 de julio de 2010. La plaza Independencia explota con toda la fuerza de una fiesta popular. Charly, ya con la forma y el espíritu de un prócer, se planta con la Casa de Gobierno de fondo. Con la pierna atenazada por una férula se ve obligado a tocar sentado, pero al público poco le importa. Una banda extraordinaria lo secunda y Charly brilla en ese concierto televisado a todo el país por la Televisión Pública.
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Así llegamos a la última vez de Charly -hasta el momento-: la noche del 18 de agosto de 2012 en Central Córdoba. Un encuentro inolvidable, aquel de los guardapolvos grises. Tan cercano que las crónicas se escriben solas, ya en celulares y con las redes sociales a la vuelta de la esquina. Porque Charly vino en tren antes que en avión, pero siempre un paso adelante del resto. Y a su manera, única, nos dijo te quiero infinidad de veces. Como si cada vez que abrazaba a Mercedes Sosa o a Palito Ortega nos abrazara a nosotros. Felices 70.