Una avenida ancha de pavimento suave de extiende hacia el cerro. Aunque el tránsito es intenso, da la sensación de que el centro y su locura de bocinas agobiantes quedaron atrás. El conductor se distiende hasta que un sacudón le cambia el humor: no advierte a tiempo que un lomo de burro se levanta en su camino y el auto da un salto. Si bien debería haber ido más atento, tras la sorpresa su enojo aumenta: el reductor de velocidad no está señalizado.
Esta postal imaginaria (no por eso menos ajustada a la realidad) puede ser ubicada en cualquier municipio de Tucumán, pero en este caso, la locación será Yerba Buena. Sucede que en esa ciudad, los reductores de velocidad se multiplican en calles y avenidas, pero, en muchos casos la falta de señalización adecuada puede generar problemas entre los transeúntes.
Una recorrida por Yerba Buena permite advertir que este problema se repite en varias calles: en alguno sectores del boulevard 9 de Julio, en la Zavalía, en la Salas y Valdés y en La Madrid, por nombrar algunas. Todas ellas son arterias importantes que concentran un gran porcentaje del tráfico piedemontano.
Por supuesto que hay excepciones. Por ejemplo, la Perón, donde, si bien los reductores de velocidad generaron polémica (e, inclusive, accidentes), están bien identificados. De todos modos, este tipo de dispositivos que buscan mejorar la seguridad vial pueden convertirse en elementos peligrosos si los conductores no pueden advertirlos a tiempo y bajar la velocidad: es posible que terminen realizando una maniobra brusca, frenando de golpe y exponiéndose a un choque en cadena o, simplemente, rompiendo el auto.
La falta de señalización no se limita a los reductores de velocidad. Desde que comenzaron a funcionar los semáforos del cruce entre Camino del Perú y Frías Silva-Italia (necesarios, por cierto, para ordenar una intersección muy compleja), muchas personas empezaron a aventurarse por San José. Sucede que a las demoras más largas en el semáforo las suelen padecer aquellos que circulan por Camino del Perú de norte a sur. Por ese motivo, atravesar San José hasta dar con la Fanzolato -que comunica con la Perón- se volvió una alternativa cada vez más utilizada. El problema es que dentro de este barrio no es fácil ubicarse. Está atravesado por diagonales, por el predio de la Sociedad Rural y por un canal. Es decir, el que no conoce la zona puede sufrir dificultades para encontrar el camino correcto.
Por eso, creemos que no estaría de más mejorar las indicaciones en ese sector de la ciudad.
Volvamos a los reductores. Especialistas consultados por LA GACETA para distintas notas vinculadas con la seguridad vial coincidieron en que los lomos de burro no constituyen una solución a los accidentes (o al menos no son la única). Creen que un buen sistema de radares y las respectivas sanciones a los infractores pueden conformar un sistema más efectivo y seguro.
Pero más allá de estas opiniones, lo concreto es que los reductores de velocidad se han extendido en las calles de Yerba Buena. Y creemos que es fundamental identificarlos correctamente tanto de manera vertical (carteles, luces) como con señales horizontales (pintura, por ejemplo). Imaginemos el riesgo que puede representar un elemento de este tipo para un motociclista que se topa con uno de ellos en una noche oscura y, por falta de señales, es incapaz de bajar la velocidad o prepararse para el impacto.