Una renuncia “K” que beneficia al albertista Manzur

La conducta de Máximo Kirchner obliga al Presidente a mirar a aquellos funcionarios y dirigentes que lo respaldan

Una renuncia “K” que beneficia al albertista Manzur

El kirchnerismo otra vez le abre una puerta al Presidente para que se anime y piense más seriamente en despejar la tranquera y dejar correr el albertismo como expresión política dentro del oficialismo. Ya recibió varias bofetadas de La Cámpora -le dijeron okupa del poder-, la propia Cristina le reordenó el gabinete y ahora el hijo de la vicepresidenta le generó una crisis interna al renunciar a la titularidad del bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados. 

La conducta de Máximo Kirchner obliga a Alberto Fernández a mirar a aquellos funcionarios y dirigentes que lo respaldan y que, alguna vez, soñaron con que el albertismo germine y se consolide en el peronismo. El propio jefe de Estado supo frenar esas aspiraciones sectoriales, por más destrato que sufriera de los “K”, aduciendo que no se iba a pelear con Cristina. Aguantó las presiones. 

Por estos días se le presenta de nuevo la oportunidad a partir de la sorpresiva conducta de Máximo. Sin embargo, no tensa las relaciones internas, debe hacer equilibrio entre los distintos socios que componen la coalición oficialista. No puede enfrentarse con los camporistas; los necesita dentro, acompañando, aunque distantes. 

Pero así como una crisis es una oportunidad para salir fortalecido, para tomar nuevos caminos o para generar cambios, también termina perjudicando o beneficiando a algunos dirigentes. Ejemplo de los beneficiados: Juan Manzur. El jefe de Gabinete venía sorteando dificultades políticas, ya que supuestamente le estaban generando un vacío de poder y debilitándolo políticamente; tanto que hasta se llegó a sugerir que podría retornar a Tucumán a retomar la gobernación. 

El propio Alberto tuvo que darle una foto saludándolo para fortalecerlo en lo interno como en lo externo. Ahora, la dimisión de Máximo permite que aumenten las acciones de los albertistas, especialmente los de la primera hora, porque en ellos el Presidente tiene que sostenerse para hacerle frente a la crisis política interna. Y Manzur se jugó por Alberto desde la campaña. Indirectamente sus acciones crecen en el Gobierno por un hecho imprevisto. Importancia por contacto. Su presencia en el gabinete se torna imprescindible para avalar al Presidente, para dar señales de acompañamiento al mandatario. 

Alberto lo necesita ahora más que antes a su lado, y Manzur no puede desaprovechar esta oportunidad de resurgir en el gabinete nacional. Ni falta hace que salga a decir algo en favor del Presidente o en contra de Máximo; se sobreentiende cuál es su rol y qué papel protagónico tiene que desempeñar en la disputa del camporismo contra Alberto. Si venía cuesta abajo en la interna nacional, al tucumano se le dibuja otro escenario, más favorable. 

Hoy, frente a estas nuevas circunstancias, se aleja de la provincia y se puede compenetrar más con sus responsabilidades nacionales, no solo institucionales sino ahora políticas. No puede abandonar al Presidente. Alberto puede contar con él y lo que representa ya que, más allá de sus contactos con gobernadores, trato directo con empresarios y buena llegada con los popes de la CGT; Manzur ahora es el responsable de la distribución de los recursos nacionales. Esto ocurrió cuando la oposición decidió no aprobar el Presupuesto del Gobierno, y convirtió a Manzur en un hombre clave; Máximo le dio otro empujoncito en ese aspecto.

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