Con políticos como estos, ojalá que nunca nos falte Santi Maratea

Con políticos como estos, ojalá que nunca nos falte Santi Maratea

Alojados en escuelas, lejos de sus familias, en una convivencia permanente con el peligro, la muerte y la desolación, cientos de personas -desde brigadistas altamente entrenados hasta productores agropecuarios y vecinos apretados por la angustia- libran una batalla bestial: detener el fuego que ya consumió casi el 10% de la superficie de la provincia de Corrientes y -¡atención!- el 40% del Parque Nacional Iberá, que protege humedales, pastizales y bosques únicos por su diversidad. Es decir, un reservorio de vida para el mundo que van a recibir nuestros hijos y nietos. Sin embargo, el esfuerzo de quienes se están arriesgando para frenar la devastación parece diluirse frente a la impericia política. Los dirigentes que hoy debieran estar luciendo dotes de liderazgo y generosidad reparten miserias y mezquindades. La tragedia de Corrientes ha exaltado una de las peores facetas de varios referentes del Gobierno nacional: la soberbia, la falta de empatía con el que sufre y el desprecio atroz hacia el que piensa -y vota- distinto. El divorcio entre las motivaciones de la clase política y las preocupaciones de la comunidad parece haber llegado hasta un extremo difícil de remontar. De todos modos, es apenas una de las aristas que revela esta catástrofe ambiental, productiva y económica que golpea el Litoral.

La disputa política entre el ministro de Ambiente de la Nación, el camporista Juan Cabandié, y el gobernador radical de Corrientes, Gustavo Valdez (más el desafinado coro que se sumó por detrás de ellos a esta pelea), parece haber banalizado una tragedia cuyo impacto real aún no alcanzamos a imaginar: además del desastre ambiental de consecuencias incalculables, las pérdidas económicas ya superan los $ 26.000 millones. En ese contexto de confusión, apareció alguien que, desde las redes, nos sacudió el aturdimiento. Disruptivo, inspirador (para muchos) y con una enorme cuota de sentido común, Santiago Maratea, el influencer que se hizo famoso ayudando a otros, logró recaudar en apenas unas horas más de $154 millones para colaborar con quienes están luchando contra el fuego ¿La política supo leer el mensaje? Da la impresión de que a un sector importante de dirigentes le cuesta entender que las urgencias de la sociedad pasan cada vez más lejos de los egoísmos del poder.

Tras la irrupción de Maratea, el Gobierno nacional se apuró por anunciar el envío de fondos a Corrientes (inclusive, se supo que el Presidente viajará mañana a esa provincia, casi un mes después de la aparición de los primeros focos). En buena hora: no podemos olvidar que la responsabilidad total en situaciones como estas le cabe al Estado y no a un influencer (más allá de que cualquier gestión solidaria siempre será bienvenida). Fue vergonzante el circo que se montó alrededor de este desastre, la repartija de culpas y las peleas inconducentes (incluido el desfile mediático del ministro de Seguridad bonaerense, el ahora autodenominado “ex kirchnerista” Sergio Berni). En el medio quedó una sociedad azorada por la irresponsabilidad de aquellos que, en teoría, debieran haberla conducido en una situación tan crítica.

Pase de factura

A la luz de lo que ocurre en Corrientes, no podemos olvidar que si hay una provincia en la que el fuego suele ser fuente de problemas todos los años es Tucumán. Y los pronósticos no son alentadores. La región (no sólo Argentina, sino sus países limítrofes) ingresó en un proceso de sequía que durará alrededor de 50 años. Lo había anunciado a fines de 2020 el doctor en Meteorología Juan Minetti. Y los hechos actuales lo confirman. Los incendios en Corrientes se deben a la conjunción de una prolongadísima temporada seca con la lamentable acción del ser humano (de hecho se están investigando más de 70 denuncias por fuegos intencionales). Pero no son los únicos en este momento: también hay llamas en campos de Formosa, de Chaco y de Misiones. El cambio climático nos está pasando factura.

Atención: el fenómeno que atravesamos no implica que no vaya a llover, sino que se reducirá la cantidad de precipitaciones y se incrementarán los períodos secos y las temperaturas altas, combo fatídico para los incendios forestales. Por eso, hoy más que nunca es necesario extremar la educación para evitar que seamos los humanos los que encendamos la mecha que pueda desatar una catástrofe. Mucho más en una provincia en la que la cultura de la quema está aún muy arraigada.

En la línea de fuego

Más allá de los recurrentes incendios en campos de caña (tema grave y que sin dudas merece un debate más profundo), vale recordar lo que ocurrió en octubre de 2020 en el cerro San Javier: el humo insistente que se elevaba desde las quebradas de la montaña, el amargo espectáculo de los aviones que sobrevolaban la Perón cargados con agua, las sirenas de los bomberos que recorrían las avenidas de Yerba Buena, los gestos de angustia y cansancio de todos los que se enfrentaba con las llamas...

Ahora bien ¿con qué recursos cuenta Tucumán para combatir los incendios forestales? La provincia integra el Sistema Nacional de Manejo del Fuego. A grandes rasgos, esto implica que en la etapa inicial de un incendio, el Gobierno debe aportar los medios para controlarlo. Si el fuego persiste, se puede solicitar apoyo regional, que consiste en el envío de personal y de equipos. Si el desastre es aún mayor, la Central Nacional de este sistema puede enviar recursos de otras regiones, por ejemplo, brigadistas, aviones hidrantes, helicópteros, camionetas y diversos vehículos. Es lo que ocurre ahora en Corrientes, donde hay brigadas de tucumanos (foto) al mando del titular de Defensa Civil provincial, Fernando Torres.

Tucumán no posee aviones hidrantes propios. En 2020, por ejemplo, el Gobierno contrató aeronaves privadas que habitualmente se utilizan para realizar aplicaciones aéreas en campos ¿En una provincia en la que le fuego se enciende con tanta facilidad no convendría que el Estado dispusiese de estas herramientas? Quizás sea el momento de repensar ciertas estrategias.

Siempre llegan tarde

Volvamos por un momento a Maratea y al triste espectáculo de la política en medio del humo de los incendios. Mientras las encuestas revelan una disociación cada vez mayor entre la sociedad y los gobernantes, parece que a muchos políticos esto no les preocupa. Quizás están demasiado encerrados en sus burbujas de poder como para percibir el descontento (y eso que las urnas fueron contundentes el año pasado).

Así, los ciudadanos se vuelven espectadores sorprendidos de peleas incomprensibles para quienes tienen otras urgencias, como llegar a fin de mes, por ejemplo: la de Cabandié con Valdez, la del kirchnerismo duro con otros sectores de la coalición gobernante por el acuerdo con el FMI, las internas en JxC y, por estas tierras, la pelea entre el manzurismo y el jaldismo que aún no está claro si terminó o si atraviesa una tregua endeble.

En el medio aparece Maratea con sus colectas vertiginosas y se convierte el espejo incómodo en el que se mira una clase política que siempre parece estar llegando tarde.

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