El Presidente no mencionó a los “K”, pero pidió “trabajar unidos”

“Ya tuvimos demasiados años para diferenciarnos y pelearnos”, aseveró Alberto Fernández, durante el acto de entrega de patrulleros para la Policía de Tucumán.

 LA DEFINICIÓN. “Todo tiene sentido en la política si se hace para mejorar las condiciones de vida de la gente”, aseveró el mandatario nacional. LA DEFINICIÓN. “Todo tiene sentido en la política si se hace para mejorar las condiciones de vida de la gente”, aseveró el mandatario nacional. LA GACETA / FOTOS DE INÉS QUINTEROS ORIO

Puntual fue la lluvia. Empezó a caer apenas el reloj marcó las 10. El acto en que el jefe de Estado, Alberto Fernández, presidiría la entrega de un centenar de móviles a la Policía de Tucumán, y el convenio para construir una alcaidía en Delfín Gallo y otra en Río Seco, estaba convocado para esa hora. Pero se iba a demorar.

En el centro de San Miguel de Tucumán, la mañana bullía con la normalidad ajetreada de cualquier último día hábil de la semana. Sólo los vallados policiales en las proximidades de la plaza Independencia y demás accesos a la calle San Martín (fue el “corredor” que usó para desplazarse la comitiva presidencial) eran indicio del acto en la explanada de la casa de Gobierno. Eso y las camionetas Hillux, ploteadas con símbolos de la fuerza de seguridad, con cartelitos de “Patente en Trámite” atornilladas en los paragolpes, estacionadas frente al palacio gubernamental.

A las 10.05, el locutor del acto daba un desconcertante anuncio por los altoparlante: “próximamente ya estamos listos para que comience el acto”, les dijo a los policías y a los periodistas que estaban empapándose frente al escenario techado que fue montado en las escalinatas de la sede de la gobernación. Entre el poco público que soportaba la lluvia gris, el más compacto y con carteles era el de medio centenar de ex empleados de la empresa Ivisa, despedidos luego de que la firma ya no siguiera explotando las máquinas tragamonedas y se fuera de Tucumán, quienes reclaman ser incorporados como empleados del Casino, en nombre de que ese fue el compromiso que les brindaron hace dos años.

A las 10.13, el locutor les pedía a los funcionarios que estaban desperdigados en el escenario que se ordenasen en sus posiciones. Cinco minutos después, desde el mismo micrófono, una autoridad de las fuerzas de seguridad impartía instrucciones a los gritos, poniendo un énfasis exagerado en la última sílaba de cada orden. “Para todos: fir-més”, “A la derecha, alinear-sé”, y otras excentricidades imperativas.

Finalmente, a las 10.25 llegan los móviles con su estridente ulular de sirenas por la San Martín. A las 10.30, con una prolija media hora de demora, arranca el acto. Hay aplausos en el palco. “Vista dere-chá”. El mandatario nacional llega, estrecha manos, reparte abrazos y baja a saludar a los miembros de las fuerzas de seguridad. “A los abanderados: saludo u-nó”.

A las 10.36, finalmente, los discursos. Comienza, como anfitrión, Osvaldo Jaldo. El gobernador agradece el apoyo que recibe del Presidente; del jefe de Gabinete, Juan Manzur; del ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández; y del titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. Párrafo aparte mereció su agradecimiento para los vocales de la Corte (los cinco asistieron), “miembros de un poder directamente ligado a la seguridad de los tucumanos, el Judicial”.

“Los tucumanos queremos vivir en paz. Por eso les pido un mayor esfuerzo. Necesitamos más policías en las calles cuidando la vida y los bienes de los tucumanos”, aseveró, dirigiéndose a la fuerza provincial.

Le siguió el ministro de Seguridad de la Nación, que se dirigió a las fuerzas de seguridad federales para repasar los objetivos de la lucha contra la inseguridad.

Antes de concluir con una de sus típicas “anibaladas” (“esto no es para cagones”, manifestó, acerca de combatir el delito), tuvo una definición política. “No es fácil la tarea del Presidente. Son 600.000 problemas que hay que resolver en un minuto. Y al minuto siguiente empiezan los otros 600.000 problemas”, aseveró.

El tercer y último orador fue el Presidente, que comenzó brindando, largamente, consideraciones generales sobre la seguridad. Como por ejemplo, que el delito se perfecciona. O que la inseguridad no tiene ideología...

Sólo a las 11, el Presidente reparó en la situación económica del país y en los avatares políticos de su gestión. No hizo mención a la fractura expuesta con los “K”, que en el Senado (como en Diputados) votaron contra el acuerdo con el FMI. Pero, tácitamente, pidió el fin de las peleas.

“Es el tiempo de trabajar unidos. Ya tuvimos demasiados años para diferenciarnos y pelearnos. Hay cuestiones donde ya no tiene sentido que sigamos marcando diferencias”, aseveró.

“Podemos estar viviendo un momento bisagra en la Argentina, después de ir resolviendo problemas. Como dijo recién Aníbal, los problemas son tantos que se van resolviendo y quedan en el olvido a los cinco minutos. Pero nosotros vamos resolviendo problemas, y aparecen otros. Lo que tenemos que hacer es unirnos para resolverlos”, propuso.

“Todo tiene sentido en la política si se hace para mejorar las condiciones de vida de la gente. Para otra cosa la política no tiene sentido. Para eso tiene sentido que nos dediquemos a gobernar. (...) Vamos saliendo de los problemas. Resolvimos la deuda con los acreedores privados y ayer empezamos a resolver la deuda con el FMI, que no tomamos, sino que heredamos”, remarcó.

“Tenemos que aprovechar el esfuerzo de hallar coincidencias para salir de esos problemas -convoco-. Empezamos una etapa donde los encuentros deben ser lo corriente y no la excepción”.

A las 11.04, el locutor dio por finalizado el acto. Ya ni lloviznaba.

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