Hay espacios de los que no se ocupa nadie (o casi nadie). Son aquellos en los que confluyen diferentes jurisdicciones. Es decir, lugares en los que, por circunstancias particulares, coinciden distintas autoridades. Pero como es tierra de todos, termina siendo -paradójicamente- tierra de nadie. Algunos ejemplos: el acceso norte a la ciudad, donde coinciden Las Talitas, Tafí Viejo, la Capital y Vialidad Nacional; el Camino del Perú, hacia el norte de la rotonda de la avenida Belgrano, que marca el límite entre Yerba Buena, la Capital y Tafí Viejo, y donde también talla Vialidad provincial; el cerro El Pelado, en Tafí del Valle, que si bien corresponde a El Mollar, está urbanizado en la zona que colinda con la jurisdicción de la municipalidad tafinista; todos conocemos el estado urbanístico y ambiental de ese sector.
Otro espacio que cumple con estas lamentables condiciones es el cruce entre las rutas 9 y la 306, en la zona de San Andrés. La primera corresponde a Vialidad de la Nación y la segunda, a la Provincia. Se trata de uno de los sectores más complicados para la circulación en el Gran San Miguel de Tucumán, a pesar de que está semaforizado.
En el pasado, a esta intersección se la conocía como “el cruce de la muerte”. Eran habituales los accidentes en los que solían llevar la peor parte los peatones, los ciclistas y los motociclistas. Sucede que es una zona en la que confluye todo tipo de tránsito: camiones, colectivos de larga distancia, ómnibus urbanos, camionetas, autos y un largo etcétera que incluye hasta carros de tracción a sangre. Luego de una serie de publicaciones de LA GACETA, se decidió semaforizar el lugar. Pero pasaron los años y los problemas no terminaron.
Hoy no hay respeto por las señales: los vehículos circulan por la banquina y a alta velocidad, tratan de adelantarse unos a otros por las largas filas que se forman, los conductores manejan mientras hablan por teléfono e incluso realizan maniobras para evitar los semáforos, aunque esto signifique circular en contramano.
Al casi nulo respeto por las normas que demuestran muchos transeúntes, se suman otros factores. Uno de ellos es la inseguridad: el temor a sufrir un robo mientras el vehículo está detenido por el rojo impulsa a varios a violar las normas. Esto no los justifica, claro. Pero sí indica que hay un problema por resolver. Posiblemente si en ese lugar hubiese policías apostados de manera permanente no sería tan problemático esperar la luz verde.
Otro problema es el avance de la urbanidad sobre rutas altamente transitadas. Esto no sólo ocurre en este cruce, sino en muchos otros puntos. Inevitablemente este factor genera una serie de situaciones que no fueron previstas al planificar esos caminos y que incrementan significativamente la inseguridad vial.
Los cruces entre rutas provinciales y nacionales son particularmente complicados, ya que para lograr una solución se requiere del acuerdo de distintas entidades y estamentos del poder. Pero no es imposible hacerlo. Veamos dos ejemplos: el acceso a Tapia, donde confluyen las rutas 9 y 341, y el acceso a Trancas, que cuando esté terminado habrá resuelto una de las intersecciones más complejas de la zona norte de la provincia.
En ese sentido, el anuncio de la construcción de la autopista Tucumán-Termas de Río Hondo es una buena noticia. Si se cumplen los proyectos anunciados en febrero, estos trabajos permitirán mejorar las condiciones de circulación en el cruce entre la 9 y la 306. Esperemos que esto reduzca el nivel de peligro en una zona cada vez más transitada y compleja.