"Los pactos de silencio mantienen el 'estatuo quo' de un grupo"

BUSCAR EL PORQUÉ. Castigar sin buscar el origen sólo genera más exclusión. BUSCAR EL PORQUÉ. Castigar sin buscar el origen sólo genera más exclusión.

“El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemará la aldea para sentir su calor”. Pablo Pera recurre a este proverbio africano cuando se le pregunta por el hostigamiento y el maltrato verbal o físico en las escuelas. Desde la pedagogía sistémica, este profesor de matemáticas, licenciado en gestión educativa y ex director de una escuela secundaria insiste en la importancia de ampliar la mirada para abordar cualquier caso de violencia escolar, más allá del hecho puntual.

“Siempre, aquello que se excluye se incluye con más fuerza”, sentencia enseguida. Y, con sus más de 25 años de experiencia en la docencia, agrega que, cuando indagamos sobre el origen de un episodio de bullying, debemos preguntar quién se siente fuera del grupo, y a quién o qué no estamos mirando como escuela, como familia y como amigos.

- Para que haya acoso escolar tiene que haber una víctima, un agresor y tal vez testigos. ¿Cómo se desbarata esa tríada?

- La pertenencia a un sistema -ya sea familiar, vincular o escolar- constituye un factor clave para todos los seres humanos, especialmente durante la niñez. Pertenecer significa tener nuestro lugar. Esto no implica, necesariamente, que se trate del mejor puesto; basta con ser parte. Entonces, aparecen los roles de víctima, de victimario y de testigo. Cuando se desencadena un conflicto, es necesario indagar en el sentido profundo de los puestos que ocupan los protagonistas. Y preguntarles qué les impide detener la agresión o salirse de ese lugar.

- ¿Qué hacemos con los pactos de silencio?

- Los pactos de silencio, en general, son funcionales a la persistencia de una dinámica grupal. Mantienen el statuo quo y nos impiden encontrar vías de solución. Desgraciadamente, entiendo que romper un pacto de silencio puede resultar muy difícil. Por detrás hay una idea cultural: la del ‘buchón’. Entonces, la solución pasa por trabajar con estrategias para debilitar ese silencio. En ese camino, lo principal es fortalecer la autoestima de todos los chicos y generar vínculos de confianza con los adultos.

- ¿A qué herramientas deben echar mano docentes, mamás y papás?

- La identidad de los niños, púberes y adolescentes no se reduce a sus conductas, por muy disfuncionales que resulten. Una conducta no es sinónimo de una identidad. Ser duros con la conducta y empáticos con la persona nos ayudará a facilitar la comunicación y a abrir vías de solución. En cambio, punir a los victimarios sin indagar sobre los orígenes del conflicto sólo generará más exclusión.

- Le haré una pregunta trillada: ¿portarse mal es un modo de llamar la atención?

- A diario, veo a mis alumnos a la deriva. O peor aún, inmersos en un vendaval de incoherencias generadas por sus propios padres, con sus acciones y sin darse cuenta. Basta con mirarlos un poco. Y digo “mirarlos”, en lugar de “verlos”, para advertir sus miradas expectantes, sus ganas de confrontar con alguien adulto que le sirva de guía; de modelo. Basta con mirarlos para advertir su sorpresa cuando encuentran un discurso y una acción coherentes que reflejan la ancestral dupla causa-consecuencia.

- Sigo sin entender: ¿el bullying es una novedad? ¿O estuvo siempre y ahora tiene nombre? ¿O se ha disparado en los últimos años? ¿Qué es lo que pasa?

- Le editaría un compilado de testimonios de todos estos años de charlas con mis alumnos para que pudiera comprender. ¿Sabe lo que se siente cuando se escucha a un chico decir que preferiría menos cosas materiales y más tiempo con sus padres? ¿Sabe lo que se siente cuando se escucha a un chico decir que entiende lo que desde el colegio se le plantea pero que son sus padres quiénes no entienden? ¿Sabe lo que se siente cuando se escucha a un chico decir que sus padres ocupan el lugar de adolescente que le corresponde a él? ¿Sabe lo que se siente cuando se escucha a un chico decir que necesita sentirse aceptado, aunque ello no coincida con las expectativas de sus padres? ¿Sabe lo que se siente cuando se escucha a un chico decir que sus padres no lo registran?

- ¿Por dónde o cómo se empieza a revertir esta realidad?

- Para poder gestar cambios, es indispensable que reconozcamos que estamos adentro del problema. Los chicos no tienen la culpa. Los adultos tenemos la responsabilidad. Desempolvemos los diccionarios. O googleemos para recordar y revivir vocablos como respeto; responsabilidad; deber; compasión; verdad; honestidad; nosotros; comunicación; escucha y afecto.

- Usted asocia el bullying escolar a deudas de maternidad y paternidad...

- Si bien ningún padre es un gato ni yo soy un ratón, alguien debe correr el riesgo de “ponerle el cascabel al gato”. Con esta frase sólo intento provocar a los padres; incomodarlos. Los niños esperan la entrada al maravilloso mundo de los vínculos.

- ¿Es una receta única o también hay mecanismos de grupos?

- La violencia escolar es un problema sistémico: incluye toda la comunidad educativa. Esto implica grupos, establecimientos y familias. Desde mi condición de educador, simplemente trato de hacer reflexionar a los padres sobre las consecuencias de haberse transformado en simples hologramas dentro del hogar. Para poder romper los mecanismos de silencio, es necesario que no nos borremos. Que estemos presentes.

Mensaje final

Seguramente, muchas madres y muchos padres considerarán que las palabras de este especialista no los interpela directamente. Pero como él mismo insta al final de esta charla telefónica con LA GACETA, también conocerán otros adultos que deberían preguntarse qué están haciendo o qué no.

“Les pido que les hagan llegar mi mensaje -añade-. Sus hijos andan por la vida arriesgándose a probar quién o qué los detenga para poder experimentar eso que llamamos límites”.

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