La bandera, un símbolo de unión para los argentinos

16 Junio 2022

Tienen que ver con la identidad, también con esa necesidad de diferenciarse de los otros pueblos. Expresan un sentimiento común que echa raíces en la historia. Los símbolos patrios nacieron cuando nuestros criollos estaban gestando su emancipación de la corona de España y buscaban sintetizar el deseo independentista que se concretaría finalmente en 1816, en Tucumán. La bandera es el emblema más importante de los cuatro (los otros son el escudo, el himno, la escarapela) y fue creada por el general Manuel Belgrano hace 210 años.

En las barrancas del río Paraná, el 27 de febrero de 1812, el prócer enarboló nuestra enseña que fue confeccionada con los mismos colores de la escarapela. En Buenos Aires, en la torre de la iglesia de San Nicolás de Bari, donde está emplazado actualmente el Obelisco, se izó el 23 de agosto de 1812. La Asamblea de 1813 dispuso que su uso se hiciese en secreto porque el gobierno no deseaba insistir en ese momento con símbolos independentistas. Luego de la declaración de la Independencia el 9 de julio de 1816, en San Miguel de Tucumán, la bandera azul, celeste y blanca fue adoptada como símbolo por el Congreso, el 20 de julio de 1816 y dos años después, el 25 de febrero de 1818, le agregó el sol. Transcurrieron desde entonces 120 años y el 8 de junio de 1938, el entonces presidente Roberto M. Ortiz promulgó la ley 12.361, que establece que el 20 de junio se celebre el Día de la Bandera y lo declara feriado nacional en homenaje al prócer, fallecido en esa fecha, en 1820.

Recordado generalmente por ser el creador de la enseña nacional, Belgrano fue mucho más que eso. Corría el año 1812. Al frente del Ejército del Norte que venía en retirada hasta Córdoba por orden del Triunvirato porteño, por pedido de los tucumanos encabezados por Bernabé Aráoz, decidió dar batalla en esta ciudad contra los realistas y los derrotó. Luego volvió a vencerlos en Salta en 1813. Luego de la victoria de 24 de septiembre de 1812, el Triunvirato lo designó capitán general del ejército, cargo que rechazó a través de una carta en la que señalaba que ser capitán general lo obligaba a gastar en “una escolta que nada conduce, pues el que procede bien nada de esto necesita”. Y añadía que era “una representación que me privaría de andar con la llaneza que acostumbro”. Al comenzar la misiva había escrito: “sirvo a la Patria sin otro objeto que el de verla constituida, y este es el premio a que aspiro”. Donó luego los 40.000 pesos que le obsequió la Asamblea Constituyente para la construcción de cuatro escuelas en Tarija, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán. En nuestra provincia se vinculó sentimentalmente con Dolores Helguero, con quien tuvo una hija. En octubre de 1819, regresó muy enfermo; solicitó una ayuda económica al gobierno provincial y le fue negada. “Yo quería a Tucumán como a la tierra de mi nacimiento, pero han sido aquí tan ingratos conmigo que he determinado irme a morir a Buenos Aires, pues mi enfermedad se agrava cada día más”, le dijo a su amigo José Balbín. Murió en la pobreza el 20 de junio de 1820.

Belgrano debería ser imitado alguna vez por una buena parte de la clase dirigente más preocupada en acrecentar su patrimonio y en atornillarse al poder, que en servir desinteresadamente a la patria. Al crear la bandera, el prócer pensó que debía servir como un símbolo de unión para quienes soñaban con una nación libre, que capaz de construir un futuro colectivo. En estos tiempos en que la sociedad está dividida por posiciones irreductibles, que nos impiden avanzar, la bandera y el deseo de Belgrano deberían ser un faro para que los argentinos nos unamos, de una vez por todas, tras un destino común. Es hora de que pensemos en los que nos une y no en lo que nos separa.

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