El discurso fue parecido al de 2021, pero el escenario político y económico es más profundo que aquel. El año pasado, desde el tercer patio de la Casa Histórica, el presidente Alberto Fernández llamó a la unidad, denunció que todos los días pelea contra aquellos que quieren un país arrodillado. Ayer, 365 años después, el jefe de Estado repitió el reclamo. En el mismo lugar de la casona de calle Congreso, dijo que “no hay futuro político sin unidad”. Además, denunció una “embestida de los grupos concentrados poderosos que quieren quedarse con toda la renta, provocar una devaluación y maximizar sus ganancias con la codicia de siempre”.
La reaparición pública tras una semana difícil para la gestión, tal vez la peor en materia económica, encontró al Presidente flaqueado por casi todo su gabinete, pero tan sólo con tres gobernadores que lo acompañaron: el tucumano y anfitrión, Osvaldo Jaldo; el catamarqueño Oscar Jalil y el riojano Ricardo Quintela. El resto de los mandatarios se excusó de asistir por compromisos previos en cada una de sus jurisdicciones. En su mensaje en Casa Histórica, Jaldo jugó todas sus fichas. Fue su primera vez como gobernador interino al frente de la fecha patria. “Cuente con nosotros que vamos a estar a la par suya tanto en las medidas institucionales como en las decisiones políticas que tome, señor Presidente”, dijo el vicegobernador en ejercicio del Poder Ejecutivo mirando a Alberto Fernández. El dato no es menor. Jaldo y el propio jefe de Gabinete y gobernador en uso de licencia, Juan Manzur, están ligados a la Casa Rosada, más allá de las turbulencias y de las internas en el Frente de Todos, que ha entrado en una suerte de tregua. Por esa razón, ni Manzur se sintió incómodo al pararse justo al lado del presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Sergio Massa, que hace una semana había pedido el puesto que el tucumano tiene en el gabinete albertista. La fórmula gubernamental tucumana estaba eufórica. La Fiesta de la Independencia había convocado a cerca de 80.000 personas, según dijo Jaldo. Esa es la impresión que los ministros nacionales le transmitieron al Presidente en la reunión que se hizo en el segundo patio de la Casa Histórica.
La calma parece haber llegado al oficialismo. El discurso presidencial estuvo a tono con el que un día antes la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner había dado en El Calafate. “La historia grande de nuestro país me ha enseñado que para poder avanzar como comunidad que somos, debemos derribar muros y comenzar a construir puentes”, indicó el mandatario nacional en su mensaje por el 9 de Julio. Y convocó “a los grandes consensos que hacen falta para desarrollarnos de una vez y para siempre ente los desafíos que enfrentamos en este Siglo XXI”. No dijo si será el propio Gobierno el que hará el llamado ni tampoco cuándo puede ser la oportunidad. Al Presidente le quedan todavía exactamente 17 meses de mandato y aún no se ha conocido el plan para bajar la temperatura a la economía. La Argentina tiene una inflación muy elevada, que este año puede llegar al 89%, según las consultoras. “El problema de la inflación se desató en todo el mundo; nosotros lo padecemos más porque hace 20 años que tenemos un ciclo inflacionario de dos dígitos, con lo cual Argentina tiene una suerte de inflación estructural y parte de un piso mucho más alto”, admitió. Los dólares financieros trepan a los $ 300 por unidad y, cada mes que pasa, el Gobierno debe atender vencimientos por $ 400.000 millones de deuda. El Riesgo País cerró la semana en 2.648 puntos básicos. La ministra de Economía, Silvina Batakis, no fue ayer parte de la comitiva nacional. Se quedó en Buenos Aires para coordinar con su equipo las acciones que adoptará en los próximos días. La crisis política interna ha cedido, pero las inconsistencias financieras siguen latente.