“Santa Evita”: la tenebrosa crónica de una profanación

La miniserie protagonizada por Natalia Oreiro y basada en la novela de Tomás Eloy Martínez, se estrenará mañana por Star+. La verdad y la ficción se alternan para una narración en tono de thriller. Tráiler.

PROTAGONISTAS. Natalia Oriero y Darío Grandinetti personifican a Evita y a Perón. PROTAGONISTAS. Natalia Oriero y Darío Grandinetti personifican a Evita y a Perón.

Mañana, en coincidencia con el 70 aniversario del fallecimiento de Eva Duarte de Perón, se estrenará en Star+ “Santa Evita, la serie” basada en la novela de Tomás Eloy Martínez. En siete episodios, narrará el derrotero del cuerpo sin vida de la Primera Dama, y el nacimiento de una leyenda.

Con Natalia Oreiro en el papel de Evita y Darío Grandinetti en el de Juan Domingo Perón, es una apuesta ambiciosa de Disney en América Latina, que tiene como productora ejecutiva a la mexicana Salma Hayek. La dirigen el colombiano Rodrigo García Barcha, que pasó por series como “Los Soprano”, tiene una película premiada en Cannes (“Con sólo mirarte”) y es el hijo de Gabriel García Márquez; junto con Alejandro Maci, el argentino detrás de “Los que aman, odian” y de guiones de ficciones como “Tumberos” o “Lalola”. El guión es de Marcela Guerty y Pamela Rementería, que firman incontables éxitos de la televisión argentina. Se filmó en más de 40 locaciones, participaron 1.300 extras y la reconstrucción de época fue impecable.

Tres líneas de tiempo

La historia se centra en el periplo del cadáver de Evita embalsamado tras su fallecimiento, celosamente cuidado durante tres años, secuestrado y profanado durante más de una década y finalmente enterrado en 1976.

Hay tres líneas temporales: la cercana a su muerte, en 1952; la de 1955, el año en que el cadáver es secuestrado, y la de 1971. En ésta última, un periodista (Diego Velázquez), sigue el rastro del cuerpo, entre la obsesión y el peligro constante. En el papel del español responsable del embalsamiento, Pedro Ara, se desempeña Francesc Orella (“Merlí”).

Cabe aclarar que la novela de Tomás Eloy Martínez no es totalmente fiel a lo que ocurrió en la realidad, sino que en gran parte utiliza la ficción para enriquecer el relato.

“La historia está contada en tono de thriller, con sus toques de melodrama y acción policial. Fue muy intenso todo el proyecto para mí, desde la interpretación hasta los elementos prácticos -comentó Natalia Oreiro-. Todo lo hicimos durante lo peor de la pandemia. Las medidas de seguridad sanitarias eran duras, pero estamos orgullosos. Ojalá que a la gente le guste”.

Los hechos reales

No menos macabros que la ficción fueron los hechos reales que rodearon la desaparición del cadáver de Evita. El ensañamiento era fruto de la obsesión por hacer desaparecer el peronismo como fuerza política.

Según el historiador Felipe Pigna, los militares propusieron “arrojar el cadáver de Evita al mar desde un avión de la Marina o incinerarlo, pero finalmente se decidió que, ante todo, debía sacársela de la CGT para evitar que el edificio de la calle Azopardo se transformara en un lugar de culto y por lo tanto de reunión de sus fervientes partidarios”, explicó Pigna en el ciclo “Historias de nuestra historia” (audios disponibles en YouTube).

Ese componente enloquecedor del cuerpo de Eva Perón al que el escritor hace referencia en la novela, partió también de fatales situaciones de la realidad.

Actos paranoicos

El secuestro del cadáver fue el 22 de noviembre de 1955, pero no lo sepultaron en forma clandestina como ordenaban los jefes del golpe de Estado.

El autor del secuestro, el coronel Carlos Moori Koenig, que sentía “un particular odio por Evita”, desobedeció las órdenes del presidente Aramburu y sometió el cuerpo a insólitos paseos por la ciudad de Buenos Aires en una furgoneta de florería, según recordó Pigna. “Intentó depositarlo en una unidad de la Marina y finalmente lo dejó en el altillo de la casa de su compañero y confidente, el mayor Arandía. A pesar del hermetismo de la operación, la resistencia peronista parecía seguir la pista del cadáver y por donde pasaba, a las pocas horas aparecían velas y flores -señaló-. La paranoia no dejaba dormir al mayor Arandía. Una noche, escuchó ruidos en su casa de la avenida General Paz al 500 y, creyendo que se trataba de un comando peronista que venía a rescatar a su abanderada, tomó su 9 milímetros y vació el cargador sobre un bulto que se movía en la oscuridad: era su mujer embarazada, quien cayó muerta en el acto”.

Luego de este hecho, Moori Koenig fue relevado de su cargo y Aramburu decidió el llamado Operativo Traslado en el que intervino el teniente coronel Alejandro Lanusse. Llevaron el cuerpo a Italia para enterrarlo en un cementerio de Milán bajo un nombre falso.

La devolución

En 1970 Aramburu, secuestrado por Montoneros, se declaró responsable de la profanación del cuerpo de Evita y un año después, durante la presidencia de Lanusse y en plena formación del Gran Acuerdo Nacional, como gesto de reconocimiento, devolvió el cuerpo a Perón en su residencia española de Puerta de Hierro. De inmediato, el ex presidente hizo abrir el ataúd y comprobó horrorizado los daños que había sufrido el cadáver: cortes en la cara, quemaduras de cigarrillos y golpes que le hundieron la nariz. Delante de los militares exclamó: “¡Canallas!”, indignado por las atrocidades.

El cuerpo de Evita regresó finalmente al país el 17 de noviembre de 1974 y, tras ser restaurado, fue depositado junto al de Perón en una cripta diseñada especialmente en la Quinta de Olivos para que el público pudiera visitarla. Tras el golpe de marzo de 1976, los jerarcas de la dictadura accedieron al pedido de las hermanas de Eva y trasladaron los restos a la bóveda de la familia Duarte en la Recoleta.

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