CALOR. Todos los factores se ven potenciados por el calentamiento global. ARCHIVO LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI
La ola de calor que afecta a Europa está demostrando el rápido avance de la crisis climática, mientras el entorno político no llega o llega tarde a la lucha para mitigarla. En Siracusa (al sur de Italia) el mercurio ascendió a los 48,8°, mientras que en Kairauán (Túnez) alcanzó los 50,3 °C. Aunque estas cifras todavía deben validarse por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), ineludiblemente nos llevan a preguntarnos si en unos meses el mercurio estallará también de este lado del hemisferio.
"Sí", contesta (con una contundencia que asusta) el meteorólogo y director del Laboratorio Climatológico Sudamericano, Juan Leónicas Minetti. Luego explica que los modelos de previsiones han descubierto que en la Argentina se ha producido un salto hacia una sequía intensa. Se trata de un período con escasas precipitaciones y que podría prolongarse durante unos 50 años. "Esta realidad se complicará más este verano con el fenómeno de La Niña, que persiste tenazmente", añade el especialista.
Debido a esas dos razones asegura que podrían registrarse fuertes olas de calor incluso desde la primavera. "Por lo pronto, los siguientes tres meses serán secos y calurosos", precisa. Además menciona una tercera arista: "el calentamiento global nos empuja hacia veranos más intensos y con fenómenos extremos, tal como ocurre en Europa".
Llegado este punto, Ignacio Gasparri -ingeniero forestal, doctor en ciencias biológicas e investigador del Instituto de Ecología Regional (IER)- hace la salvedad de que nuestro hemisferio sur se encuentra rodeado de océanos. Esto podría contribuir a atemperar el termómetro, a diferencia de lo que sucede en el hemisferio norte donde el área continental es más extensa, enseña.
Hace poco los expertos de la OMM y de la Met Office (la agencia meteorológica del Reino Unido) han revelado que existe una probabilidad de alrededor de un 50 % de que la temperatura media global de la superficie del planeta supere los 1,5° este lustro. En estos momentos, el calentamiento está en unos 1,1° y el objetivo del Acuerdo de París es que el incremento se quede este siglo por debajo de los 2°.
En otras palabras, lo que siete años atrás parecía lejano, hoy está a la vuelta de la esquina. Los responsables del calentamiento presente y del que afrontarán nuestros hijos y nietos son los gases de efecto invernadero, que permanecen en la atmósfera durante décadas o siglos. El dióxido de carbono -por ejemplo- resiste cientos de años; el metano se degrada en un par de décadas.
Pese a la falta de medidas contundentes, todavía está en manos de la humanidad decidir si se cumplen las ambiciones de París. En el ambiente científico sobrevuela la precaución debido a la existencia de procesos que no pueden ser controlados y que se sabe que seguirán ocurriendo debido a la retroalimentación. "En realidad, el calentamiento viene con una inercia. Se haga lo que se haga, será difícil quedarse en la meta de 1.5°. Lo que se pensó en 2015 hoy es complicado porque las emisiones de los últimos años no se redujeron como se esperaba. Entonces, seguirán operando en el sistema planetario", retoma Gasparri.
"El sistema climático global es complejo. Unos veranos cálidos en el hemisferio norte pueden provocar que se descongelen los suelos de las zonas boreales. Eso, a su vez, activa procesos microbianos de respiración de los materiales orgánicos, los que liberan más dióxido de carbono. El punto es ese: una vez que las actividades humanas han puesto en marcha la máquina del calentamiento, ese mismo calentamiento enciende otros procesos que lo refuerzan", grafica el especialista.
- ¿Lo que viene es peor?
- El ser humano se está encaminando hacia una superación del umbral de seguridad que establecieron las naciones del mundo. Ese 1,5° no es una cifra caprichosa, sino un indicador del punto en el que los impactos climáticos serán cada vez más dañinos. Si se atraviesa ese calentamiento, se pone al planeta en una situación de incertidumbre. Estaremos fuera de los rangos que se han podido monitorear y entender.
En las últimas horas, la ola de calor se extendió por la península de Italia y 16 ciudades, entre ellas Roma, decretaron el estado de alerta roja ante temperaturas de 40°C y el apogeo de los incendios, que han devorado 27.000 hectáreas. Ese país está a punto de tocar la potencia máxima del anticiclón africano denominado "Apocalipsis 4.800", en referencia a la cuota del cero térmico situada en los 4.800 metros de altitud. Esto significa que en ningún punto las temperaturas bajan de los cero grado (ni siquiera en los Alpes).
Pero la situación se ha vuelto insostenible no sólo para los italianos. La oficina europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha informado el viernes último que la ola de calor ha sido responsable de 1.700 muertes en la Península Ibérica (España y Portugal). Y ha pedido una acción conjunta para hacerle frente al calentamiento global.
De hecho, los científicos de la OMM tuvieron que salir a aclarar por qué las olas de calor no llevan nombre, como sí lo tienen los ciclones. En principio, nunca habían causado semejante cantidad de víctimas fatales ni habían dejado países enteros pintados de naranja, rojo y violeta. Al punto que, tras lo sucedido, están considerando las ventajas de asignarles una denominación, en pos de que la población tome medidas de prevención.
La pesadilla veraniega vivida por los europeos es el botón de la muestra. Además de España, Portugal e Italia, la ola de calor más intensa de su historia ha calado en Francia, Grecia, Alemania, Reino Unido, Suiza y Finlandia, entre muchas naciones.
El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, el panel internacional de científicos que trabaja bajo el paraguas de la Organización de las Naciones Unidas) pronostica que la barrera de los 1,5° se superará de forma estable en la década de los años cuarenta de este siglo, debido a los gases que ya se han emitido. El escenario que algunos investigadores consideran óptimo es que se sobrepase temporalmente la marca de 1,5° para luego bajar un 75 % hasta 2050, según ha proyectado el IPCC.
Si bien siempre los desastres relacionados con los fenómenos meteorológicos han ocurrido siempre, a medida que aumenta la temperatura se vuelven más frecuentes e intensos. El clima empeora los desafíos existentes.



















