28 Septiembre 2022
RECIFE, Brasil.- Cuando Ariel Nery cambió los bancos de su megaiglesia evangélica conservadora por los almohadones en el suelo y las hamacas de la iglesia progresista Igreja Mangue, hace cuatro años, la reacción de su familia fue muy dura. Por eso, la joven de 25 años evita conversar con sus padres, incondicionales del derechista Jair Bolsonaro, sobre sus planes de votar el domingo por Luiz Inácio Lula da Silva.
No es, ni mucho menos, la única cristiana evangélica en Brasil que debe lidiar con este delicado asunto. Aunque Bolsonaro trabajó para hacer de las iglesias evangélicas el cimiento de su base política, la campaña muestra los límites de esa estrategia. Muchos evangélicos -sobre todo mujeres- piensan en votar a Lula, cuyo legado de programas sociales apela a los votantes menos pudientes.
Hasta hace unos meses, ambos estaban empatados entre los votantes evangélicos, según la encuestadora Datafolha. Bolsonaro acortó la distancia con Lula, pero no logra superar el 50% del voto evangélico. Ahora, el Partido de los Trabajadores se asocia con pastores de izquierda como Paulo Marcelo Schallenberger, cuyos sermones buscan contrarrestar la “demonización” de Lula en círculos evangélicos. “Un gran número de personas en la iglesia va a votar por Lula, pero no lo admite, porque si lo hacen, serán perseguidos por sus iglesias y expulsados”, dice Schallenberger. (Reuters)
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