La moda en 1970 según la visión de modistos de 1937

La minifalda no llegó a los hombres pero las mujeres las comenzaron a usar en la década de 1960

VISION DE FUTURO. Hombre con vestidos cortos era una propuesta de un instituto de moda inglés para tras décadas más tarde.  VISION DE FUTURO. Hombre con vestidos cortos era una propuesta de un instituto de moda inglés para tras décadas más tarde.

En muchas oportunidades las costumbres del pasado nos sorprenden, o ciertas vestimentas antiguas nos llaman la atención. Es el caso de la ropa que usaban los deportistas de antaño, como los tenistas que vestían pantalones largos los varones y vestidos largos las mujeres o los futbolistas que usaban camisas y hasta boinas. Sin embargo en esta ocasión la sorpresa de los lectores habrá ocurrido en los finales de octubre de 1937 cuando nuestro diario publicó una foto proveniente de Londres son se anunciaba: “Vestidos para el año 1970” donde se observaban a dos caballeros con minifaldas y de acuerdo a la información de esa manera, un instituto de modas de la capital inglesa, se vestirían los hombres 33 años en el futuro. Gran sorpresa habrá causado en la época, imaginamos que los comentarios de café habrán estado rondado el tema y generado fuerte debate. Ese pronóstico no se cumplió en el caso de los varones pero no debemos dejar de recordar que hacia la década de 1960 Mary Quant y André Couerregés incorporaron esa prenda al vestuario de la mujer. Sin embargo, Qunat aseguraba que ellos no fueron los creadores sino las jovencitas de la época que las comenzaron a usar. Además la minifalda, que se volvió icónica de los años 60, fue la vestimenta con que mujeres como Twiggi, Sylvie Vartan o Brigitte Bardot se volvieron símbolo para aquellos años. Las faldas femeninas se recogieron a los largo de un proceso de años en donde influyeron modistos como Jean Patou y Cocó Chanel. Pero podemos reconocerles a los modistos ingleses que en cuanto al tiempo de la incorporación de las faldas cortas en la moda no estuvieron tan alejados en su pronóstico.

Pero quizás los estudiosos de la institución inglesa se basaron en el “Hanfu” chino, que nació mil años antes de que Cristo llegara al mundo, para su propuesta. Volviendo a los chinos de hace tres milenios esa vestimenta fue tradicional de la etnia Han, que representa más del 90% del total de la población. Los Han idearon el uso de la falda para hombres y mujeres, e incluso combinaron una suerte de minifalda con sus maravillosos shenyi, precursores de los kimonos japoneses.

En pantalones cortos

Bueno, al parecer las costumbres del pasado también llamaban la atención una centena de años atrás. En 1916, un mes antes de los festejos del Centenario, nuestro diario recordaba un hecho ocurrido en 1904 y que les resultó curioso. La crónica relataba: “jugábase en Salta el primer encuentro interprovincial entre un cuadro de esa y nuestro viejo Atlético. Vestían los salteños camisetas celestes muy holgadas y amplios y largos pantalones de franela blanca, ajustados en los tobillos. Los nuestros, el mismo uniforme de ahora, con la sola variante de la camiseta”. Pero tomemos en cuenta la descripción de la vestimenta de los vecinos provinciales, porque la que usaban los tucumanos generó algunos comentarios y gritos por parte del público en las tribunas. Volvamos a la noticia, la expectativa crecía “y los de Atlético no salían al field. La muchedumbre se impacientaba; las niñas salteñas, simpáticas e irresistibles, agitaban nerviosamente sus abanicos”.

Todo estaba dado para el espectáculo y los decanos como buenos actores generaron la expectativa necesaria antes de ingresar. De pronto aparecen “los nuestros, cohibidos, tímidos”. Aquí el relato se vuelca hacia el tema que llamó la atención. “Verles la indumentaria y gritar en son de protesta, todo fue uno. Claro, allí estaban estos muchachos, nervudos y fuertes, desnudas las rodillas y plenamente visibles, las canillas hirsutas”, esta era la clave del tema, los tucumanos aparecieron de pantalones cortos mostrando su piernas en plenitud cosa que llamó la atención del público.

Este hecho cambió el ánimo de las muchachas que presenciaban el match hacia los visitantes. “Una de las simpáticas espectadoras no pudo menos que erguirse en su palco y sintetizar su juicio en estas breves palabras: ‘habían sido cochinos’”.

Sobre el resultado del encuentro nada se habla ni tampoco si se jugó ante tremendo estado de ánimo del público. Quizás tampoco sea importante, pese a ser el primer partido interprovincial en aquella provincia y que los albicelestes tucumanos tuvieron el privilegio de ser los protagonistas, ya que habían sido juzgados por su vestimenta, en primera instancia, y no por su destreza deportiva.

La delgadez

Los problemas con la figura, en especial la femenina, al parecer no son una imposición de los nuevos tiempos ni del presente. Allá por 1936, LA GACETA presentaba una crónica, que llevaba la firma del intelectual y escritor español Julio Cantala, que hacía una dura crítica a las imposiciones arbitrarias sobre la silueta femenina. Allí se expresa que de Hollywood, el lugar que ha desplazado a París en eso de “lanzar modas y excentricidades”, sigue llegando aún la voz de que es necesario adelgazar y la imposición, como es lógico, hace temblar de horror a las muchachas que ven superado su peso de los 56 kilos que marca el ritual de culto de la línea. El autor manifiesta que en estos tiempos la piel de las mujeres no tiene vida, que los rostros se arrugan y marchitan temprano y que los músculos de la expresión carecen de esa natural y deliciosa animalidad que hacía tan agradable a las jóvenes del pasado.

“Dictadura estética”. Este fundamento sirve para que Cantala haga una exposición sobre lo que él considera una dictadura de una estética tan falsa como peligrosa; y carga contra las líneas impuestas con figuras como Greca Garbo para volver sus ojos hacia la Venus de Milo, cuyas clásicas proporciones fueren en otras épocas el soñado ideal. La genuina preocupación del escritor español se muestra en su dura exposición del caso de la millonaria estadounidense Bárbara Hutton a quien una tropa de los mejores médicos y especialistas de aquellos años buscaron mejorar su anemia que casi la mata al cruzar la maternidad.

“En 1924, llegó en su disciplina suicida hasta permanecer tres semanas en un dieta de café puro, que le hizo perder 20 libras (unos 9 kilogramos) y con ellas todos sus recursos orgánicos”. En este punto destaca que una mujer grávida necesita 2.300 calorías para llevar adelante su embarazo.

En este sentido el nobel de Medicina 1929, por su trabajo en vitaminas, Frederick Gowland Hopkins, recomendaba a las mujeres recuperar el arte de la cocina para alimentarse mejor, una frase que trasladada al siglo XXI no pierde actualidad.

“Todas esas mujeres ‘curvofóbicas’ no saben que están flirteando con trastornos como: un resfriado capaz de degenerar con bronconeumonía y por consiguiente tuberculosis; una atonía intestinal y en consecuencia una intoxicación; una anemia secundaria con todas sus secuelas; un descenso en el calcium de la sangre, que obliga al organismo a robar esa substancia de los dientes”, expresa el cronista.

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