“La oscuridad es la primera causante de tragedias en la autopista de Circunvalación, o al menos así lo interpretan los vecinos de los barrios Las Piedritas y Santa Teresita, que viven en las inmediaciones de la vía que constituye el principal acceso a San Miguel de Tucumán”. Así comienza una producción de junio de 2021 de LA GACETA, que daba cuenta de los problemas de la carretera de alta velocidad que ha quedado convertida en una especie de avenida oscura plagada de los peores conflictos urbanos: alta velocidad en sitio sumamente poblado, iluminación vandalizada, cruces de personas, animales, carros de tracción a sangre, incultura vial, asaltos y ausencia de autoridades de control, precisamente en el principal acceso a San Miguel de Tucumán.
¿Puede calificarse esto como insólito? De ningún modo. Se trata de una realidad que lleva más de tres décadas –así lo cuenta una vecina que vive a metros de la autopista desde los años 90, en una nota de agosto de 2019- y que los funcionarios no han podido modificar, pese a los pocos esfuerzos realizados, como la obra de iluminación que se comenzó a hacer en 2012 y que se culminó en 2017, para terminar abandonada y vandalizada por falta de mantenimiento y cuidado.
El diagnóstico de la zona ha sido lapidario cada vez que se la ha puesto bajo una mirada escrutadora, generalmente después de alguna tragedia que estremecía a la provincia. Una rápida enumeración –el deceso de las militantes que fueron embestidas por un automóvil que manejaba un conductor ebrio, en 2016; el vuelco de una ambulancia que llevaba a una mujer embarazada cuando se cruzó un peatón, que fue embestido, en 2019, y la caída de un auto de un puente tras embestir una rueda de camión que estaba en la calzada, en 2021, tragedia en la que falleció un matrimonio y quedó herido su pequeño hijo- permite dar cuenta de las situaciones que parecen insólitas y en realidad son bastante comunes. Los vecinos agregan los asaltos en modalidad “araña” –se arrojan troncos o elementos sacados de los basurales cercanos para hacer frenar a los conductores y así asaltarlos-, además de la intensa vida de barrio que hay junto a la vía de alta velocidad.
“Esto es muy riesgoso para los más chicos, que juegan al costado. Ni hablar de que los autos cruzan por cualquier lado de un carril para el otro”, describió una vecina.
Según dijo un funcionario de Vialidad Nacional -entidad responsable de la autopista, por ser la 38 una ruta federal- en 2019 estaban contabilizados 100 cruces clandestinos hasta Famaillá, y la mayoría se encontraba entre San Cayetano y el Acceso Norte. Dijo entonces que, en accidentes en autopistas en la región, “por lejos, Tucumán lleva la delantera. En otros lugares no hay tantos casos. Sucede que en la Circunvalación se da una confluencia de todo tipo de tránsito: pasante, tracción a sangre, motos y vehículos en muy mal estado, cosa que no se detecta tanto en otros puntos”. Lo que no suelen detectar los funcionarios, además, es que el uso cotidiano de la gente genera esos puntos ciegos de constante emergencia. Los vecinos han planteado, específicamente, que no hay cruces urbanos “oficiales” como podría ocurrir en una avenida de intenso uso vehicular y peatonal. Y la autopista es una avenida en los hechos, desde el acceso a calle Jujuy hasta el acceso Norte. Toda una media circunferencia que rodea a la capital por su margen este.
Cada vez que hubo problemas los responsables han deslindado responsabilidades. Que debería intervenir Vialidad Nacional (sus funcionarios no tienen poder de policía para control), o las municipalidades de Las Talitas o de San Miguel de Tucumán (esta última reparó e iluminó la parte baja del acceso a la capital, junto a la rotonda de San Cayetano) o la misma provincia, que tiene una repartición que se ocupa infructuosamente de la limpieza de los basurales junto a la autopista. Concretamente, todas estas administraciones deberían reunirse y planificar una estrategia que llegue a una política concreta para convertir y mantener para siempre a la circunvalación en una ruta de acceso cómodo, fluido y amigable a San Miguel de Tucumán.
La autopista debe ser iluminada, controlada acaso con reductores de velocidad, con sistemas inteligentes de cruce urbano, y con estrategias sociales que permitan mejorar la convivencia entre vecinos, transeúntes y automovilistas y otros usuarios de la autopista. Puede ser que se trate de un problema de incultura ciudadana. Pero fundamentalmente es producto del abandono der las autoridades hacia esta zona.