Monotonía, ¿de verdad puede acabar con las parejas?

Profesionales de la sexología analizan el nuevo tema de la cantante Shakira y sus referencias bajadas a la consulta clínica. Infidelidad y vínculos

Monotonía, ¿de verdad puede acabar con las parejas?

Luego de que se hiciera público el divorcio entre Shakira y el futbolista Gerard Piqué -producto de un amorío por parte del deportista- el resto de mortales y fanáticos de la artista vimos nacer una nueva canción (en compañía de Ozuna).

El tema fue un éxito, al punto de llegar al top 5 de YouTube a horas de su lanzamiento. Sin embargo, aunque el arte sirva para canalizar nuestras emociones y resulte hasta terapéutico nos vemos en la necesidad de aclarar algo: las infidelidades no son solo culpa de la “Monotonía”. Tres terapeutas de parejas desmigajan la letra de esta composición para charlar sobre algunas ideas erróneas y situaciones usuales referidas a los vínculos afectivos y las traiciones. 

“Lo que un día fue increíble, se volvió rutinario”

Según la experiencia de la sexóloga Maira Lencina, uno de los discursos más comunes que suelen aparecer antes de cometer una infidelidad es el de comparar constantemente el pasado con el presente. 

“Hay muchos sujetos que, antes de imponerse sobre su realidad y enfrentarla, prefieren rememorar el ayer y usarlo como una especie de expediente. De ahí vienen los reproches o el deseo de volver a ser una pareja pasional, de recibir obsequios o contención como en los viejos tiempos”, comenta.

El problema pasa por las imágenes distorsionadas que nuestra mente nos obsequia. En momentos en los cuales peleamos o discutimos a diario por la crianza, las cuentas o los estilos de vida disímiles, nuestra mente resulta propensa a combatir las crisis con fantasías positivas.

“Bajo esas circunstancias el cerebro suele recordar con mayor intensidad lo bueno y omitir lo malo (a excepción de que existan traumas importantes). Por lo tanto, es necesario conservar una memoria objetiva de los hechos para evitar endulzar los eventos. La regla es pensar que el pasado no fue mejor, sino diferente y en base a esa comparación decidir que modificar de nuestro yo actual para sentirnos reconfortados”, destaca.

La psicóloga enfatiza que -aunque abunden las buenas intenciones- resulta imposible que una relación regrese a su punto cero. “Los vínculos sexoafectivos atraviesan diferentes etapas que van desde el enamoramiento y fase de pleno cortejo a cierta meseta o afianzamiento. Eso quiere decir que las relaciones evolucionan irremediablemente. Dentro de ese proceso resulta lógico que cosas que antes fueron relevantes ahora ya no lo sean tanto; o viceversa”, acota.

Como ejemplo, hay amantes que arrancan con una fuerte tendencia sexual y luego llegan a convertirse en amigos o grandes confidentes. “Las lógicas internas se modifican todo el tiempo, nada queda estático. Y si fuera así ahí aparecería un conflicto más grave porque significa que esa pareja se quedó estancada, sin progresar”, indica.

Por otro lado, Lencina resalta nuestro derecho a transformarnos. “A consulta llegan unos cuantos matrimonios que se quejan porque su compañero/a cambió (desde lo físico, emocional o mental); el hecho los trastoca como si evolucionar fuera negativo. En tales casos siempre interpelo al paciente con dos preguntas: ¿considerás que esta nueva versión es mala o solo no se amolda a lo querés o necesitás ahora? y ¿no será que quien cambió fuiste vos?”, añade.

Ante la intolerancia, las señales de alerta e idea de hallar alguien nuevo aparecen a la vista. No existen respuestas universales para resolver este punto. Las cosas dependen de cuánto nos pesa el cariño hacía el otro y que sacrificios, consensos o límites estamos dispuestos a crear para que la unión funcione.

“En una de sus estrofas el tema dice (con pesar) 'te olvidaste de lo que un día fuimos'. A veces es genial que eso ocurra a favor de proyecciones más lógicas para un futuro que disfrutemos solos o aún en compañía. De cualquier manera, nunca deberíamos aceptar que la persona que nos acompaña anule nuestra capacidad de crecimiento individual cuando las decisiones o metas nuevas que nos fijamos son para aumentar el bienestar que sentimos”, advierte la terapeuta.

“No fue culpa tuya, ni tampoco mía; fue culpa de la monotonía”

Con su ritmo pegadizo, no sorprende que el hit tenga miles de comentarios que empatizan con el sufrimiento de acabar una relación o ser dañado. Al margen de la veta artística de la canción, hay una verdad que para la sexóloga Constanza Escalante no debería omitirse.

“La monotonía afecta bastante a las parejas de muchísimos años y matrimonios con hijos, pero no es un monstruo externo sobre el cual no poseemos control o un estado terminante; y mucho menos un justificativo válido para ser engañados o engañar”, aporta.

En ese sentido, concebir la monotonía como un elemento “todopoderoso” e “inmanejable” hace que ambas partes se desliguen de cualquier culpa y responsabilidad previa hasta llegar a esa instancia. “Somos creadores directos de lo que pasa y no pasa en nuestra relación. La rutina es un desafío con lo que deben lidiar las parejas tengan dos, ocho, 10 o 20 años… y sin embargo existen hermosas historias en las cuales se celebran bodas de plata u oro o se envejece con mucho cariño y respeto por quien tenemos a la par”, reflexiona la psicóloga.

Escalante se muestra tajante. “Vayamos con una exageración para que se entienda. De resultar tan complicada de gestionar o solucionar esa falta de variedad ninguna pareja del universo lograría cimentarse, formar familias y la monogamia no existiría”, argumenta.

Ella afirma que las dosis de rutina también son reconfortantes y esenciales. “No dejan de representar valiosos lugares de encuentro con el ser querido. Las grandes aventuras reavivan la chispa, no obstante, no se puede vivir de incendio en incendio; ni siquiera nuestros cuerpos y mentes aguantarían una intensidad semejante”, destaca.

Lo cotidiano implica ese espacio seguro al cual regresar. “La monotonía es uno de los temas que más llegan a las consultas y un malestar típico que presentan los matrimonios o noviazgos avanzados. Ahora, antes de dar luz verde a una infidelidad, la mayoría de los pacientes llegan con la esperanza de hallar alternativas que les permitan atravesarla juntos”, contrapone la sexóloga.

“Nunca dije nada, pero me dolía”

Hay una observación que para el sexólogo Galo Contreras detendría un buen porcentaje de infidelidades y crisis generales de parejas. ¿La receta? Aceptar que la persona que nos acompaña no es psíquica; y que -por regla general- tampoco es un hábil lector del lenguaje “entre líneas”.

“Consumir en soledad nuestro dolor o inmolar las emociones propias a favor del enamorado no retrata un acto de amor, sino de torpeza. Los individuos que callan su malestar de pareja e intentan a toda costa resistir aquello que les molesta llega una instancia en que explotan o la insatisfacción escala a otras esferas y se manifiesta exponencialmente”, señala.

La deficiente educación emocional que recibimos desde niños y las malas vivencias del pasado cimentan más consecuencias. “Una de las tantas frases clichés asociadas a la infidelidad es que en casa faltaba algo; ahora, ¿hubo charlas honestas sobre lo que ocurría? Cualquier persona está en su derecho de volver a enamorar, sentir deseo por otras y cortar una relación cuando ve que se va a pique. Eso es comprensible, pero también la pareja que nos acompaña tiene derecho a la información; a saber lo que ocurre, motivos y causas para actuar en consecuencia”, resume.

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