Anochece en Doha, el sol se torna rojo pasión y la brisa lleva un aire fresco que nos regala un respiro. Recién cruzaron las agujas del reloj las cuatro de la tarde. Estamos en invierno acá en Qatar, por eso las noches son más largas que los días.
La pausa después de mantener una entrevista me encuentra sentado en un bar del Zoco, necesito un poco de cafeína para continuar. El lugar es pequeño, con una plaza que no supera las ocho mesas entre su deck y el ingreso al salón, aún más pequeño que lo que apreciamos afuera.
Estoy solo, mi compañía son las tres sillas vacías que complementan, llamémosle, a la mesa cuatro. No cabe un alfiler en la cafetería, salvo por el espacio sin dueño de mi territorio. Pasa el rato y un desconocido me consulta si puede tomar uno de los silloncitos eso; si no me molesta compartir la mesa. “Adelante”.
Estoy escribiendo un nuevo capítulo del diario de viaje para la edición de papel de LA GACETA. Mi vecino pide un licuado, shisha y comienza a largar humo saborizado como loco. En esa, sobre la peatonal principal del Zoco, una columna de marroquís rompe el bullicio con un ritual de música y baile. “Están alentando a su selección”, me explica el vecino. “Mucho gusto, Leo es mi nombre”. “Farad, de Líbano”.
Farad me cuenta que aprovechó un par de días para refrescar la cabeza, respirar de sus cuatro hijos (“mirá lo lindos que son”) y disfrutar del Mundial. La aerolínea de bandera qatarí le invitó los aéreos en Primera Clase y el alojamiento en un crucero. “No podía decir que no. Aparte me vino bien para despejarme”.
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Farad es empresario portuario, sus ingresos le permiten darse una vida plena sin ostentaciones y me dice que está dónde y cómo está porque trabaja todos los días de su vida, sin descanso. “En mi país no tenemos vacaciones”. También se queja de la corrupción, y me pregunta si en Argentina sucede lo mismo“. “Si yo quiero seguir con mi trabajo, debo repartir dinero a mucha gente sucia. Así está el sistema en mi ṕaís. Creo que ustedes están igual que nosotros ¿no?”, le llamamos corrupción. “Nosotros también, Leo. La odio”.
Según pasa el tiempo, entrenamos en un círculo de confianza con Farad. Su inglés es medio tosco pero fluido. Entonces creo haber cruzado la línea donde puedo atreverme a consultarle temas quizás complejos para ellos, “porque a ustedes les cuesta entender nuestra cultura”, me anticipa.
Le pregunto sobre la mujer y su rol como esposa en la religión musulmana. Farad viste como yo. En su país, con una porción de religión cristiana importante, no hay un código de vestimenta como puede suceder acá.
“La mujer es sagrada. No puede comprometerse en múltiples relaciones en nuestra sociedad. Es haram, que quiere decir prohibido”, ese es uno de los mandatos del Islam, que sí le permite al hombre -en determinados casos- tener hasta cuatro esposas. Pueden vivir todos juntos o en casas separadas.
Lo que sí me aclara Farad es que el hombre tiene prohibido mantener relaciones casuales. “Fuera del matrimonio, nada. No podés buscar a alguien porque sí. No puedes tener sexo con cualquier mujer. Eso está mal, el sexo es haram fuera del matrimonio”.
Ahora, si estuvieran comprometidos, puede haber sexo? “No, la mujer debe llegar virgen al matrimonio, y si no lo es, estaríamos ante un gran problema”. ¿Y el hombre? “No necesariamente, puede tener sexo con una mujer divorciada. Pero tiene que llegar a un acuerdo con ella. Tu sabes, es complicado”. A ver, el “arreglo” tiene pinta de una relación de amantes, ¿o estoy equivocado?
En dos horas Farad embarcará rumbo a Beirut, donde me recuerda que su hija mayor es la “tremenda”. En total, las chicas ganan en su familia, son cuatro con su esposa. El del medio es el único varón. “Necesito uno, así el otro tenga compañía”.
Habiendo apelado a un recreo, a charlar sobre temas banales, quiero indagar acerca de su opinión al respecto de la comunidad LGBTIQ+. “Es muy complicado para nosotros. No puedo aceptarla. Creo que tienen algún problema en la cabeza. Dios no hizo a los hombres para que estén juntos, y tampoco a las mujeres. No es saludable. Para qué lo hacen, ¿solo por sexo?”, en su argumento él intenta mostrarme cómo ha sido criado a partir del Islam, y de la no aceptación a otra perspectiva de género distinto a la del hombre y de la mujer “concebidos para estar juntos”.
Antes de estrechar manos, me permite una más. ¿No crees que tienen derecho a amar”, “No lo tienen”.
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He conocido gente muy amable desde mi llegada al emirato. La mayoría es de religión musulmana y extranjera. Pasados 10 días continúo a la búsqueda de un qatarí.
Generalmente, a media mañana cuando salgo del hotel me cruzo con un grupo de chicos que aparentemente está en un receso laboral. Y a diferencia de lo que pasó con Farad, el paso de los días, saludos mediante, generó cierta empatía con ellos.
Ahmad es el de mejor inglés de los cuatro, y con quien quizás mejor onda pegué.
Le recuerdo que soy periodista y que me gustaría conocer cómo piensan ellos de los mismos temas que hablé con Farad.
Respecto a la mujer y el “sexo con solo con su marido”, argumenta que se trata de una cuestión de salud. “Si está con otros hombres puede enfermar y contagiar a su esposo”.
Sobre el hombre y sus cuatro esposas: “los hombres musulmanes se casan con cuatro mujeres solo porque tienen dinero, eso no está bien. Dios será quien los juzgue”, sus expresiones son extremas.
Cuando le consulto sobre la homosexualidad, primero se excusa, me dice que en Qatar hay una persona preparada para hablar de ello.
- LA GACETA: Me gustaría conocer lo que ustedes piensan, mirando desde adentro la película no desde afuera. ¿Si su hermano o hermana tuviese otra orientación sexual diferente dejarían de quererlo/a, de hablarle?.
- Ahmad: “Mi respuesta es que no lo aceptaría. Tenemos reglas. Pero también hay países que cuando eres un niño te preguntan qué quieres ser cuando crezcas, si mujer o varón. Tengo un amigo viviendo en Canadá y él me cuenta que eso pasa allá. Eso será un problema en el futuro, pero no en nuestra sociedad. Conoces las reglas desde el principio. Saben que eso está prohibido.
- LG: Pero si yo soy niño y me siento niña deberé mentir toda mi vida porque así lo dice el mandato.
- Ahmad: Estoy seguro que debe haber un problema que se puede resolver, con un psicológico o con hormonas. Tienes un problema y debes resolverlo… Tus preguntas son difíciles para mí porque sé que no estarás satisfecho con mis respuestas.
- LG: Trato de entenderlos, de saber por qué.
- A: Mi religión no me lo permite. En nuestra sociedad sí existe este tipo de personas, ellos son libres de hacer lo que les parezca, pero no en público. Eso quizás te calme. Las demostraciones de afecto no son permitidas para nadie, ni para lesbianas, homosexuales o heterosexuales. Mientras tú respetes nuestras normas, nuestras creencias, todo estará bien. El islam no permite la bisexualidad.