LA GACETA en Qatar: las lágrimas de Suárez lo dicen todo; el dolor uruguayo es inmenso

Es la primera vez en cuatro mundiales consecutivos que la "Celeste" se despide en primera fase.

SIN CONSUELO. Luis Suárez cerró su participación mundialista con la camiseta de Uruguay envuelto en lágrimas. SIN CONSUELO. Luis Suárez cerró su participación mundialista con la camiseta de Uruguay envuelto en lágrimas. REUTERS

Así, Uruguay, así, celebraban los hinchas en el estadio Al Janoub. La “Celeste” le entregaba a su gente todo lo que le reclamaban: fútbol, goles, garra. Hasta que la noticia deja congelada a la hinchada. La cámara viaja entonces al banco de suplentes y en las pantallas gigantes el protagonista es Luis Suárez. Ha jugado un partidazo, salió agotado y allí, impotente, las lágrimas lo dominan. Después salta, merodea la línea de cal, quiere ser uno más. Pero el tiempo se agota y Uruguay, que se sentía en octavos de final, termina con las manos vacías. Imposible cronicar tanto dolor. Lloran en el campo, lloran en las tribunas. Uruguay ya está fuera de Qatar.

El cierre del grupo, contra todos los pronósticos, deja a Corea del Sur en la próxima fase. El agónico gol de la victoria tumba el invicto de Portugal pero no le quita el primer puesto. El daño es a Uruguay, eliminado por sumar menos goles a favor que los asiáticos. Por lo demás, estaban igualados en todo. De allí la desesperación de los minutos finales, que son frenéticos y angustiosos. La “Celeste” derrota por 2 a 0 a Ghana pero no le alcanza, necesita sumar uno más. Y allá va, obstinada, decidida, convocando a los héroes de su ilustre historia, en procura de inspiración futbolera. Remata, tira centros, abre la cancha. Diego Alonso manda al malón arriba. Pero no es suficiente.

La eliminación es una puñalada a esta generación que se despide de la selección. Los Godín, Suárez y Cavani que pugnaban en Doha por el broche dorado, los laureles mundialistas. Son los más sentidos, pero a la vez tienen la responsabilidad de contener al resto, a ese futuro gigante que hoy Uruguay mira lejano. Pronto las cosas parecerán diferentes. De Rochet a Darwin Núñez, de Valverde a Pellistri y Bentancur, ninguno encuentra consuelo. No pueden creer lo que les está pasando. La hinchada tampoco.

Y pensar que fue el mejor partido de Uruguay en Qatar, por lejos. Alonso desarmó aquel equipo cauteloso que había mandado a la cancha contra Portugal, se olvidó de la línea de cinco y puso todo: De Arrascaeta, Pellistri, Núñez y Suárez, todos en bloque, como una armada dispuesta a arrollar la resistencia africana. Lo consiguió en un gran primer tiempo y de la mano de Suárez, quien acudió al llamado y se mostró a la altura de sus mejores épocas. Capitaneó el barco con firmeza, tiró magia -incluyendo un caño delicioso- y asistió a De Arrascaeta con una genialidad para el segundo gol. Antes, el propio De Arrascaeta había empujado la pelota a la red de cabeza, tras un mano a mano de Suárez con el arquero. Parecía que la pelota entraba, pero por las dudas el jugador de Flamengo aseguró la conquista.

A ese Uruguay seguro y contundente lo había salvado Rochet -de extraordinaria actuación-, al atajarle un penal a André Ayew. Un cobro de VAR, a todas luces dudoso. A Ghana le alcanzaba con el empate para avanzar, pero Uruguay le robó el protagonismo del partido y nunca se lo devolvió. En el segundo tiempo los africanos intentaron cambiar el chip, pero la media cancha “Celeste” seguía imponiendo condiciones. Alonso les demostró a sus detractores que no estaba dispuesto a retroceder, por lo que sus cambios fueron puesto por puesto: ingresaron Cavani, De la Cruz, Gómez y Canobbio por Suárez, Pellistri, Núñez y De Arrascaeta.

Lo que sucedió tras el gol de los surcoreanos escapa a toda clase de orden. El partido se rompió en mil pedazos; pudo aumentar Uruguay o descontar Ghana. Un ida y vuelta desesperado, con la “Celeste” consciente de que se le escapaba el Mundial de las manos. Y se le fue nomás. Una conmoción que multiplica los lamentos del debut (empate con los asiáticos que debió ser triunfo; allí empezó a resignarse la clasificación) y los reproches de la derrota a manos de Portugal (con un planteo ultradefensivo que el DT cambió demasiado tarde). La historia de Uruguay en Qatar finalizó de manera abrupta y, lo dicho, dolorosa. Estaba para mucho más. Una pena.

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