LA GACETA en Qatar: La previa más lujosa que un hincha puede soñar: en un shopping a cielo abierto

El “boulevard Luseil” agrupa a lo largo de sus ocho cuadras, en una perfecta línea recta, comercios de distintos rubros y muchos locales dedicados a la gastronomía.

NO FALTA. La bandera de Messi está en cualquier lugar en el que juega Argentina. NO FALTA. La bandera de Messi está en cualquier lugar en el que juega Argentina. FOTO DE GUILLERMO MONTI / ENVIADO ESPECIAL

El ritual futbolero indica que un partido empieza mucho antes del primer silbatazo. En el caso de los Mundiales esa puesta a punto se potencia, y tratándose de los argentinos se traduce en juntadas, cantitos que ya son himnos, despliegue de camisetas y de banderas. Siempre en los playones aledaños a los estadios, generosos en espacio a tal punto que incluyen escenarios para las bandas que animan la previa y espacios para maquillarse con los colores nacionales. La particularidad de Luseil, escenario del duelo Argentina-Países Bajos, es que a tres cuadras se abre un shopping a cielo abierto que invita a distenderse, a la espera de entrar a la cancha. Y fue allí donde se “cocinó” la tarde/noche del viernes.

El “boulevard Luseil” agrupa a lo largo de sus ocho cuadras, en una perfecta línea recta, comercios de distintos rubros y muchos locales dedicados a la gastronomía. Hay una avenida central, que nace en la calle perpendicular al estadio y termina al pie de cuatro torres cilíndricas, de un gris brillante y dotadas de luces que parpadean. Podrían ser esos típicos adornos que decoran alguna mesita del living, pero la salvedad es que tienen 30 pisos de alto. Era difícil conseguir alguna mesa disponible; todo estaba copado, desde las cafeterías hasta los restaurantes. Muchos decidieron cenar antes del partido. Por esa avenida peatonal fueron y vinieron los hinchas argentinos, sacándose infinidad de selfies y juntándose en las esquinas para ver en alguna vidriera las acciones de Brasil-Croacia. Los festejos tras la definición por penales fueron apoteóticos.

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Ferji llegó de la India, de la región de Kerla, y marcha portando un poster de la Selección argentina. De riguroso celeste y blanco, repite como un mantra: “Messi, Messi…” A su lado posa con la bandera la familia Andreoli, cuyo periplo hasta Qatar resultó mucho más largo: salieron de Lomas de Zamora. Juan Pablo luce la camiseta de Los Andes y una careta de Maradona. “De chico me levantaba todos los domingos a las 10 de la mañana para ver los partidos del Nápoli -explica-. Que se entienda, Messi es un extraterrestre, pero Diego… Es algo superior”.

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Por los parlantes se propala una selección musical de lo más ecléctica. De Whitney Houston al “We are the champions”, de Queen, y de allí a Los Palmeras y el “Potro” Rodrigo. Se ven muchas mujeres, la mayoría luciendo su hijab (el atuendo que cubre el cuerpo, pero deja la totalidad del rostro descubierto) y empujando cochecitos. Los chicos corretean a la vuelta. Las banderas de los 32 países que disputaron el Mundial sirven como una suerte de cubierta. Hay fuentes de aguas danzarines y muchos drones que planean sobre la muchedumbre. Humean los cafecitos y brillan las delicias que ofrecen las chocolaterías, todo mezclado con el típico aroma de los locales de comida rápida.

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La hinchada holandesa lo está pasando en grande. Instalaron un ómnibus naranja en pleno boulevard y desde el primer piso una batucada invita a mover el cuerpo. La historia de este pintoresco grupo de fanáticos se detalla en su propia página web (www.oranjefans.nl). “Algún día ganaremos un Mundial”, se ilusionan. A un costado, una pareja de bailarines propone su propia fiesta. Llevan en el traje luces fosforescentes, lo que asusta a una nena que llora a gritos cuando intentan alzarla. Justo al frente hay un miniestudio de la red Al Jazeera, que es propiedad del gobierno de Qatar y -por supuesto- tiene su sede central en Doha.

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La zona de Luseil es la más nueva de la capital y el Mundial implicó el definitivo despegue para su desarrollo. Es un barrio de lujo, en el extremo norte de Doha, y por todas partes se aprecian obras en construcción. El boulevard y el estadio forman parte de un complejo, que en el futuro estará unido por un tranvía (las vías y las pequeñas estaciones ya están listas para la inauguración). Todo el subsuelo es un gigantesco estacionamiento, al que se llega por ascensores instalados en cada esquina. Se nota que muchos de los edificios se habilitaron a las apuradas, porque los pisos superiores están vacíos. La decoración, llena de pantallas gigantes, pretende remitir a Tokio o a Times Square.

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Todos estos detalles no escaparon a la mirada de la multitud argentina, que como una marea recorrió el boulevard hasta los instantes previos al partido. Varios se tomaron su tiempo para detenerse en las perfumerías, joyerías y comercios que ofrecen zapatos italianos de máxima calidad. Como es habitual en esta excursión mundialista, hubo muchas consultas y pocas operaciones. Claro que esa veta turística se iba apagando apenas la hinchada convocaba a cantar por la Selección. El problema, porque siempre hay un pero en esta clase de situaciones, estuvo por el lado de los sanitarios para hombres. No dieron abasto y se inundaron, por lo que más de un visitante optó por meter los pies en los lavatorios para sacarse la mugre. Las fotos lo atestiguan.

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