LA GACETA en Qatar: Cinco finales entre batallas, tiros en los palos, un mariscal improvisado, arbitrajes nefastos y “¡era por abajo!”

Desde Montevideo de 1930 hasta hoy, los antecedentes de una selección batalladora

Kempes campeón en 1978 Kempes campeón en 1978

1) Montevideo, 1930. Fútbol es sinónimo de Río de la Plata y por eso la definición del primer Mundial es un inevitable Uruguay-Argentina. La revancha de la final olímpica que los “celestes” ganaron dos años antes en Amsterdam y que de tan pareja debió decidirse en un partido de desempate. Se espera una batalla formidable y no defraudan. Pero el clima en las tribunas y en las adyacencias del flamante estadio Centenario es muy pesado, casi bélico. Se hablará en el futuro de una “leyenda negra” y de que los locales, de ninguna manera, podían perder. ¿Qué pasaría entonces? Misterio… La cuestión es que termina el primer tiempo y Argentina va ganando 2 a 1 con los goles de Peucelle y Stábile (máximo artillero del torneo con seis conquistas). En el vestuario, más que euforia y confianza, hay preocupación. Los jugadores temen por el desenlace, no se sienten seguros. No es la mejor manera de afrontar los 45 minutos decisivos. Uruguay, en cambio, sale como una tromba y a los 13’ empata Pedro Cea. El duelo es apasionante y la “Celeste” se pone 3 a 2  por medio de Santos Iriarte. Argentina, entonces, se olvida de los aprietes, de la inseguridad y de la “leyenda negra”. Va al frente con ferocidad y arrincona al anfitrión. Hay un tiro en el palo y salvadas milagrosas del arquero Ballestero. Hasta que a los 90’, con la Selección volcada por completo al ataque, Uruguay aprovecha y Héctor Castro anota el 4 a 2. A Castro le faltaba un brazo y sus rivales afirmaban que usaba el muñón como arma de guerra. La primera Copa, en definitiva, irá a manos de los uruguayos. 0-1 en el historial nacional.


2) Buenos Aires, 1978. El mito del “Mundial comprado” por la dictadura se hace pedazos ante la inexorable realidad de las imágenes. Salvo que lo que se haya comprado sea alguna fuerza mística, oculta, que produce que la pelota pegue en el palo en lugar de meterse en el arco. Patrañas. Rob Rensenbrink tiró a los 90’, con la final 1 a 1 y el pitazo final del árbitro Gonella a punto de estallar, y el poste derecho salvó a todos: a Fillol, al equipo y a la ilusión del país futbolero. La Tango rebota en el palo, pica y Américo Gallego la rechaza a cualquier parte. El tiempo reglamentario se termina. Esos milímetros mediaron entre el mito que adjudica a los jugadores argentinos el rótulo de tramposos y la verdad de lo que estuvo a nada de ser victoria de Holanda. Si la pelota entraba, muchas historias habrían cambiado por completo. El palo le dijo que no a aquella naranja que ya no era mecánica, porque extrañaba a Cruyff y a Van Hanegem. Había sido un partido tremendo, con un Fillol descomunal y un Galván en modo crack. El suplementario terminó de coronar a Mario Kempes como la estrella de la Copa, su goleador, su emblema. El gol del 2 a 1 sintetiza la carrera y el apodo de “Matador”; Kempes arrolla a la defensa y al arquero con una determinación descomunal. Luego Bertoni marcará el 3 a 1. Para quienes dudan acerca de la legitimidad del triunfo argentino el partido está completo en YouTube. Pueden verlo cuando quieran, las veces que quieran. Tal vez descubran que Rensenbrink estaba sobornado y no quiso tirar al arco, sino que le apuntó al palo. 1-1 en el historial nacional.


3) Ciudad de México, 1986. La historia empieza semanas antes de la final. ¿Qué le pasa a Daniel Passarella? Hablan de un virus estomacal, culpan a la calidad del agua mexicana, en el momento la información no termina de ser clara. En resumen: Passarella, el gran capitán del 78, símbolo de una era, clave para la clasificación al Mundial con una corajeada cuando todo parecía perdido ante Perú, termina en un hospital. Su distanciamiento de Maradona, sus controversias con Bilardo, todo forma parte del menú de conjeturas. La baja tiene pinta de irreparable, Passarella es irreemplazable. ¿Lo es? Bilardo manda a la cancha a un incondicional, forjado en la factoría de Estudiantes. Allá va José Luis Brown, con la misión de que la ausencia de un estandarte no se note demasiado. Entonces, mientras pasan los partidos y Passarella va de consultorio en consultorio, el “Tata” no afloja. Juega de líbero; Ruggeri y Cuciuffo son los stoppers, la Selección no para de ganar. ¿Y si Passarella está disponible para la final con los alemanes? No habrá forma de que Bilardo toque a su criatura defensiva y no lo hace. Pero hay más, porque el Mundial está hecho a la medida de Brown por partida doble. Es héroe cuando Schumacher sale a cazar mariposas y cabecea a la red un centro de Burruchaga para el 1 a 0. Y es héroe jugando con un brazo a la miseria, producto de una mala caída, calzado gracias a un dedo que lo sostiene desde un agujero en la camiseta. Así había jugado Franz Beckenbauer una épica semifinal contra Italia en 1970. Esa tarde, en el estadio Azteca, el querido “Tata” Brown, fallecido en 2019 a los 63 años, se recibió de mariscal. Y alzó la Copa, claro. 2-1 en el historial nacional.


Maradona, 1990 Maradona, 1990

4) Roma, 1990. Argentina y el local disputan la semifinal en Napóles. Es el mejor partido de la Selección durante un Mundial en el que todo fue sangre, sudor y lágrimas. A diferencia de México 86 y su cadena de triunfos intachables, Italia 90 es la Armada Brancaleone en su absoluta dimensión. Pero contra los anfitriones Argentina hará las cosas más que bien, hasta imponerse por penales. El problema esa noche es otro y repercutirá directamente en la final contra Alemania, porque el resultado de la batalla en el antiguo San Paolo será de cuatro bajas: Giusti (expulsado), Batista, Olarticoechea y Caniggia (todos amonestados). La amarilla al “Pájaro” es crucial, producto de una estupidez como bajar la pelota con la mano en el círculo central. El árbitro francés Vautrot es el malo de la película, como también será villano el mexicano Codesal cuando cobre el fatídico penal para la victoria de los germanos. Argentina sentirá muchísimo esas ausencias, sobre todo la de Caniggia, su mejor delantero y socio de Maradona. Obligado a remendar el equipo, Bilardo afrontará la final con Néstor Lorenzo y el “Galgo” Dezotti de titulares. Una alineación claramente orientada a aguantar el partido contra una Alemania que estaba entera, motivada, con ganas de revancha por la final perdida cuatro años antes y, por sobre todo, que había sido el mejor equipo de la Copa. El resto es historia más que conocida, porque la Selección aguantó y aguantó hasta que Sensini cruzó a Rudi Völler en el área. No había un VAR para revisar, pero sí un Codesal para cobrar. Las lágrimas de Diego en el estadio “Olímpico” quedaron grabadas en la memoria argentina, mientras Bilardo mandaba a Goycochea a que lo cubriera para que no lo captaran las pantallas gigantes. 2-2 en el historial nacional.


5) Río de Janeiro, 2014. Momento 1: el error más grosero cometido por la defensa alemana en el Mundial termina con la pelota en los pies de Gonzalo Higuaín. Un pase atrás sin ton ni son que deja a “Pipita” mano a mano con el arquero, su especialidad. Pero Higuaín se apura y tira afuera. Momento 2: alguna oportunidad tendrá Messi, piensa y ruega la hinchada argentina. Y la encuentra, claro que sí, en el inicio del segundo tiempo. Messi pica con la pelota al pie, ingresa al área por la izquierda y cuando Neuer le achica el ángulo dispara cruzado y rasante. No fue gol por centímetros. Momento 3: otra vez Higuaín es el protagonista, en procura de hacerse con la pelota sobre la derecha del área rival. Manuel Neuer sale como un tren y se lo lleva puesto. Es un penalazo que el árbitro italiano Rizzoli ignora (después explicará: “el arquero llegó antes al balón”). Momento 4: el que dispone de la última gran chance en el tiempo suplementario es Rodrigo Palacio, de frente y con tiempo para elegir la definición. Lo intenta de emboquillada, pero se queda corto. Mientras, en un lamento colectivo, el Maracaná exclama: ¡era por abajo! La minifrase se convertirá en remera, en meme y en un recuerdo amargo. En cambio, a Mario Götze le alcanzará con apenas una oportunidad para superar a “Chiquito” Romero con un toque inmaculado. Moraleja: en una Copa del Mundo, y más tratándose de una final, es un pecado darle la espalda a la suerte. 2-3 en el historial nacional.


6) Doha, 2022. En cuestión de horas el historial volverá a moverse. Crucemos los dedos.

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