“Cuando nadie nos nombre”

Una novela de Luciana Sousa sobre lo que se olvida y lo que perdura

19 Diciembre 2022

“Una memoria no puede ser completa y tiene mucho de subjetivo”, dice la escritora y periodista Luciana Sousa sobre el telón de fondo de “Cuando nadie nos nombre”, su segunda novela, que narra la historia de una mujer que regresa a la casa materna a partir de la muerte de su abuelo después de más de diez años y ese retorno la impulsa a indagar en la historia familiar, en los silencios, los objetos y en la memoria colectiva de un pueblo en La Pampa que cayó en el olvido.

A Sousa (Buenos Aires, 1986) siempre le gustó mucho contar historias, pero sobre todo, aquellas que “se alejan” de su cotidiano. En 2017, emergió como una escritora muy elogiada por sus lectores al ser seleccionada por el Hay Festival como parte de los 39 mejores escritores latinoamericanos menores de 39 años. A partir de ese reconocimiento, integró la selección de cuentos conocida como “Bogotá 39”. Su primera novela “Luro”, reeditada por Tusquets en 2018, cuenta la historia de una mujer embarazada que trabaja en una estación de servicio en la ciudad de Pedro Luro -ubicada al extremo sudoeste de Buenos Aires- y ansía un nuevo comienzo.

“Cuando nadie nos nombre” se sitúa en Mariano Miró, un pueblo en la Pampa que fue enterrado por el cultivo de soja y fue olvidado. Solo algunos ancianos lo recuerdan. Sousa se topó con esta historia por casualidad mientras leía para la facultad y decidió investigar. “Era un poco más difícil pero más libre en lo creativo porque es un pueblo que no existe hoy como tal, es una zona rural de chacras, de cultivo”, confiesa la autora a Télam sobre el proceso de escritura y agrega: “Me permitía cierta libertad para trabajar que, en el caso del libro anterior que hacía una referencia muy clara a Pedro Luro, estaba muy condicionada porque Luro existe y tiene una dinámica”.

¿Cómo vuelve al presente el pueblo de Miró? ¿Qué importancia tienen los objetos en la ficción de Sousa? La escritora se entera que un día unos niños de una escuela rural fueron de excursión junto a su maestra, Alicia Macagno, a este sitio. Mientras jugaban, vieron destellos en la tierra y decidieron excavar. Cuando finalizaron la tarea encontraron restos de vidrio, loza y metal que atestiguaban que allí habían vivido personas. “La tierra todavía sigue sacando cosas, no es que alguien dijo ‘Levantemos el cultivo. Vamos a limpiar’. Hay una relación muy loca de la historia con la tierra. El pueblo realmente estaba enterrado pero con movimientos que responden a cómo se usa ahora ese suelo, se van revelando cosas. Los objetos fueron centrales para la historia de Miró y en la novela cumplen un rol narrativo”, señala la escritora. (Télam)


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