Lo pongamos en contexto: cuando Pelé debutó en un Mundial tenía 17 años y todavía estaba fresca la tragedia que fue para los brasileños la derrota ante Uruguay en la final jugada en el Maracaná en 1950.
“Yo tenía nueve años y lo que pasó me afectó mucho. Hasta entonces, mi sueño de niño era tratar de ser jugador de fútbol como mi padre. Y por lo del Maracaná, le agregué que tenía que ayudar a que Brasil sea algún día campeón del mundo”, recordó alguna vez. Vaya si lo consiguió.
Con el Mundial de Suecia de 1958 a la vista, el adolescente titular indiscutido en Santos y que llevaba sólo una temporada como profesional, se ganó la confianza del DT de la selección, Vicente Feola. Tenía 16 años, ocho meses, y 12 días cuando se puso por primera vez la camiseta nacional. Fue en un partido contra Argentina por la Copa Roca en el Maracaná. Y adivinen qué: hizo el gol de su equipo en la derrota 1-2 con Argentina (el arquero era Amadeo Carrizo). Tres días después, en la revancha, le marcó otro. Mejor debut, imposible.
Lo convocaron para jugar en el Mundial de Suecia pero, pese a los méritos que ya estaba haciendo, quedó en el equipo en medio de una polémica, porque relegó a una de las estrellas del momento, Luizinho, de Corinthians. Hubo bronca de la hinchada y hasta una situación que por poco no lo deja afuera de la cita mundialista: en un amistoso con el equipo paulista, previo al viaje, un defensor casi le rompe la rodilla.
La historia de Pelé en un Mundial comenzó recién en el tercer partido de la fase de grupos. El rival era la Unión Soviética, con el gran Lev Yashin en el arco. Ganó Brasil 2-0 y él entró desde el banco, situación que también vivió otra gloria brasileña de entonces, Garrincha. ¿Su primer gol? A País de Gales, en cuartos de final. Y fue hermoso: le hizo un sombrero a Williams a la altura del punto penal, no dejó que la pelota cayera y la impactó de derecha. El arquero Jack Kelsey nada pudo hacer.
Pleno de confianza, brilló en las semifinales ante la Francia de Raymond Kopa y Just Fontaine: marcó tres goles en el 5-2. La final fue con los suecos y también terminó 5-2, esta vez con dos goles suyos. Dos de las imágenes más recordadas en la historia de los mundiales se registraron al finalizar el partido. En las fotos y videos de la época se puede ver a Pelé, llorando por la felicidad del primer título para su país. Y también se lo ve siendo llevado en andas por el arquero Gilmar. Se selló así el único Mundial que una selección sudamericana ganó en Europa.
Pelé, que ya era muy famoso en su país, se hizo entonces conocido en el mundo. La revista francesa L’Equipe le otorgó el título de “Rey del fútbol”. Así nació su célebre apodo: “O Rei”.
En 1962, la cita mundialista se trasladó a Chile. Brasil, con Aymoré Moreira como DT y una propuesta ofensiva, iba como candidato, y mucho más al contar con la estrella del momento. Pero la contribución de Pelé fue escasa, si bien marcó un gol en el debut ante México. Sucede que había llegado al certamen con un exceso de partidos y un parte médico que indicaba que sufría un esguince inguinal. En el segundo partido ante Checoslovaquia el dolor que sentía era extremo. Eran tiempos en los que no había cambios en los equipos. Él terminó el partido, pero se despidió del torneo, ocupando Amarildo su lugar. Pese a su ausencia, los brasileños se las arreglaron para salir otra vez campeones, ahora con Garrincha como figura, al vencer a Checoslovaquia en la final, por 3-1.
En Inglaterra 1966 los planetas no se alinearon para Brasil. En realidad, para ninguno de los equipos sudamericanos que jugaron ese Mundial, dado que los arbitrajes los perjudicaron una y otra vez. A ello se agregó el hecho de que los brasileños tuvieron una mala preparación. No obstante, el debut fue con un 2-0 a Bulgaria, partido en el que él anotó de tiro libre. No jugó contra Hungría (derrota 1-3) y volvió para el choque con la Portugal de otro grande, Eusebio. Otra vez caída por 3-1 y otra vez seriamente golpeado sin que el árbitro hiciera nada. Chau Mundial.
En los cuatro años que mediaron entre el final del torneo en Inglaterra y el comienzo del que fue su mejor Mundial, México 1970, Pelé vivió de todo. Renunció a su selección, se relacionó a políticos históricos, estrellas de cine y papas y hasta cambiaron reglamentos del fútbol por él.
Un dato ineludible, previo a la cita mexicana, fue que en 1969 marcó su gol N° 1.000, en el Maracaná y a un arquero argentino, Edgardo “Gato” Andrada, de Vasco da Gama. Fue el 19 de noviembre y ante 65.000 personas.
Y llegó México 1970. Brasil había vivido en la previa una tormentosa situación con sus técnicos: echaron a Moreira, nombraron a Joao Saldanha y después lo destituyeron, hasta que quedó Mario Zagallo al frente. Él era un viejo conocido de Pelé, su compañero en Suecia 1958. Lo demás, fue un lecho de rosas.
“O Rei” condujo en tierras mexicanas de manera espectacular a su país a la tercera Copa del Mundo. Su fútbol fue brillante. Incluso hay jugadas en las que participó que se convirtieron en íconos. El decálogo de su maestría lo integran:
1) Un remate desde la mitad de la cancha que casi vence al arquero checoslovaco Ivo Viktor.
2) Un cabezazo que desvió el inglés Gordon Banks y que se consideró en su momento la mejor atajada de la historia de los Mundiales.
3) Un golazo de tiro libre ante Rumania. Fue un “bombazo” que guió a Brasil a la victoria por 3-2.
4) El amague al uruguayo Ladislao Mazurkiewicz en las semifinales: dejó correr la pelota por un costado, la fue a buscar por el otro, remató cruzado y apenas desviado.
5) El gol de cabeza en la final ante Italia. El defensor Tarciso Burgnich dijo, antes del partido, que pensó que Pelé era “de carne y hueso, como yo. Luego comprendí que estaba equivocado”.
El Mundial de México significó que Brasil ganara definitivamente la Copa Jules Rimet. Todo el país entró en gran euforia y hasta poetas como Vinicius de Moraes le dedicaron canciones. La parte negra fue que esa conquista fue utilizada políticamente por la dictadura militar de Emilio Garrastazú Médici.
Pelé se despidió de la Selección brasileña el 18 de junio de 1971, contra Yugoslavia, pero siguió jugando a nivel clubes. Y aunque este texto está orientado a recordar sus conquistas mundialistas, hay una historia exquisita que habla sobre lo mucho que significaba este ídolo para su gente.
Es un recuerdo sensible, de su despedida de Santos, en octubre de 1974. Lo dio a conocer el escritor y periodista brasileño José Roberto Torero: “el primer partido que vi en mi vida fue la despedida de Pelé. A mí no me interesaba entonces mucho el fútbol. Pero mi padre insistió. Era un hombre muy duro, muy seco, del interior. Yo crecí con la idea de que los hombres no lloran. Cuando terminó el primer tiempo, uno de los jugadores de Santos se quedó de rodillas en el césped, y fue entonces cuando vi llorar a mi padre. No solo él; los hombres que había a nuestro alrededor también lloraban. Me parecía todo muy raro, así que pregunté:
-Papá, ¿por qué llora todo el mundo?
-Porque aquel hombre va a dejar de jugar al fútbol -me dijo-.
-¿Y por qué tiene que dejar de jugar? ¿Es muy malo?
-No respondió, secándose las lágrimas. Es el mejor del mundo”.