El agua que sobra por arriba y falta por abajo

El déficit de la infraestructura hídrica de la provincia es acuciante y de larga data. Por un lado, con el comienzo de la temporada estival, donde se registran casi el 80% de las precipitaciones anuales, aparecen los dramas de todos los años: desbordes de ríos y canales; inundaciones de campos y viviendas; rutas, caminos y calles anegadas; servicios interrumpidos; cuantiosas pérdidas materiales.

Por otro lado, lo que sobra por arriba falta por abajo. En Tucumán, el 75% de los hogares está conectado a algún tipo de red de agua potable, mientras que el 14% tiene acceso al líquido vital, pero fuera de su vivienda, como puede ser un grifo público en la zona donde reside. En cuanto al servicio de cloacas la situación es aún más precaria, ya que sólo el 45% de los hogares tucumanos está conectado a algún sistema de desagüe cloacal. Resulta paradójico o hasta disparatado que uno de los territorios más ricos en recursos hídricos de la Argentina se inunde cada verano y sufra de escasez casi todo el año.

Tanto es así que el 8 de noviembre la Dirección de Recursos Hídricos de Tucumán, mediante la resolución 730, tuvo que declarar la emergencia por escasez de agua en toda la provincia y mientras dure esta crisis, agravada por la sequía que afecta a gran parte del país.

Son numerosos los factores que intervienen en esta calamidad: enorme ineficiencia técnica y administrativa; falta de inversiones por décadas; desarrollo urbano sin directrices; deforestación descontrolada; y, sobre todo, una profunda carencia educativa y cultural que atraviesa e involucra a la sociedad.

Un ejemplo de ello es que, según el instituto de Ecología de la Fundación Miguel Lillo, un tucumano consume en promedio 300 litros de agua por día, en sus diferentes usos, casi el doble de lo que gasta un europeo. Y este derroche se incrementa a medida que los hogares son más pudientes, con presencia de piscinas, más de un baño y metros cuadrados construidos, varios autos, etcétera, llegando en algunos casos a 500 litros diarios por persona.

Este déficit cultural se evidencia también en el tratamiento que le damos los tucumanos a los residuos sólidos urbanos, donde por un lado los vecinos arrojan la basura en cualquier parte, la que termina en ríos, canales y desagües pluviales que se obstruyen y desbordan, y, por otro, el ineficiente servicio de recolección del Estado en algunos sectores de las ciudades.

Se suma además la falta de mantenimiento y saneamiento de ríos y canales por parte de las autoridades, asimismo la extendida carencia de obras públicas en este sentido.

La grave situación de los neurálgicos canales Sur y Norte son la muestra cabal de esta combinación de vecinos desaprensivos con gobiernos ineficientes. Las soluciones no son sencillas, requieren atacar numerosos frentes y durante varios años, con la sociedad comprometida en su conjunto, pero en algún momento alguien debe dar el primer paso para empezar a cambiar.

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