La culpa es de Al Juarismi
Los más de 30º de temperatura no desalientan a aquellos que, pasadas las siete u ocho décadas de vida, tratan de adaptarse a los nuevos sistemas de turnos de farmacias que en sus vidrieras gritan PAMI 100%. Don Yeyo tiene en su mano el ticket que dice R205 y mira entusiasmado la pantalla que señala que el último número atendido fue el R199 entre tantos P (clientes particulares, sin obra social). A partir de allí Al Juarismi, hará lo suyo (el matemático persa cuya celebridad ha bautizado a procedimientos conocidos como algoritmos, que deciden cotidianamente qué películas habrán de gustarnos si vimos alguna otra, qué publicidades recibiremos en las páginas digitales o en el celular, e incluso nos permitirán con suerte ganar en un “tragamonedas” o poder rescatar un “osito de peluche” de su vidriada prisión). Don Yeyo, espera doblemente paciente, por enfermo y por la calma añosa que le dan los años vividos. A pesar de que no escucha bien, le parece sentir una par de campanadas, timbre o sonido que no logra identificar pero que advierte que los empleados de la farmacia llaman para atender por ventanilla a los felices poseedores de esos falsos “Golden Tickets”. En la pantalla se lee P365 ventanilla 11, P366 ventanilla 4, P367 ventanilla 8 y así… Ni una sola R. Entre la montaña de letras P, cada tanto aparece una V con su correspondiente cifra, que Don Yeyo ni sabe qué significa, pero que la joven que tiene a sus espaldas identifica como alguien que compró por whatsapp. Siguen las campanadas y los obedientes empleados vestidos de azul (con su certificación de auxiliares farmacéuticos correspondiente) siguen inscribiendo en la pantalla el llamado a clientes particulares. Ya van más de 60 turnos (el cartel dice P430 ventanilla 2 y entre ellos la letra R203). O sea sólo faltan dos clientes más para que algún veinteañero se digne a proveerle a Don Yeyo, sus tres remedios, corte los cartoncitos de la caja, imprima los comprobantes, pegue los cartoncitos en ellos y obtenga la firma conforme del afiliado de PAMI. El anciano, adulto mayor, abuelo, viejo, jubilado o cualquier otro nombre que se le quiera dar sin cambiar su realidad, sale de la farmacia 50 minutos después de entrar, sin haberse sentado (en el piso hubiera quedado feo) y sin un baño que lo alivie de la espera. Mientras retorna a su casa, piensa en el juicio por actualización de haberes, que ya ha ganado dos veces y que los abogados de Anses (que juraron por la Constitución Nacional al recibirse) sistemáticamente apelan en una ética propia de aquellos que se sienten fríos como la hoja afilada del verdugo. De los 250.000 juicios que hay, el algoritmo que atiende a la edad del reclamante, su estado de salud, sus necesidades básicas, los años de litigio, su estructura familiar, etc, decidirá si será uno de los afortunados a los que se les pagará este año. Horas después, en el centro de jubilados, un juego de dominó es la excusa para que Don Yeyo cuente sus anécdotas del día a los “muchachos”. El turco Halil, que es el gracioso del grupo, le dirá: ¡La culpa es de Al Juarismi! Y entre risas que sólo él comprende, se escuchará la voz disfónica de Salvador: ¿Alguien tiene el doble seis?
Miguel Ángel Reguera
miguelreguera@yahoo.com.ar






















