Doctrina Trump: “La democracia no son los edificios. ¡Que no se queje tanto Mr. Lula!”

Por Carlos Duguech - Especial para LA GACETA.

16 Enero 2023

Mil palabras. Se insiste, como un axioma de vida, que una imagen las reemplaza de mejor manera. Adhiriendo a esa tradición que tiene diversos y hasta contrapuestos orígenes, hemos elegido para esta columna una foto, difundida por todos los medios brasileños y muchos del mundo. Es una captura de un video, donde la diputada Carla Zambelli en San Pablo, del sector político de Bolsonaro, una de las más votadas, persigue arma en mano a un hombre simpatizante de Lula. Era el 30 de octubre último, día en el que se votaba la segunda vuelta. En la primera votación del 2 de octubre ninguno obtuvo la mayoría. El clima electoral en un país con más de 150 millones de inscriptos en el padrón electoral (Argentina, 35 millones) estaba desde hacía tiempo inficionado de violencias.

Bolsonaro, apuñalado

No tenía los necesarios antecedentes para alcanzar un liderazgo que le permitiera llegar a presidente de Brasil, aunque desde muy joven -y más cuando accede a la carrera militar- se expresa entre sus compañeros con ser presidente de su país. Se adhiere entusiasta a los difusores evangélicos y se afirma en un “menú” de ideas y doctrina que lo van perfilando notoriamente. Aboga por la pena de muerte y por la disminución de la edad para las imputaciones penales a los jóvenes. Por otra parte no disimuló su apego a la dictadura militar brasileña cuestionando que no se hubiera matado a más de 30.000 personas. Además concretaba su idea “política” para Brasil, que, a veces, suele escucharse de algunos “iluminados” políticos de entrecasa, en nuestro país. “Haría falta una guerra civil para cambiar lo que está mal en el país”. Para decirlo en tres palabras: “incentivar la necropolítica”. Sufrió “en carne propia” su ideario político. En la campaña presidencial de 2018 que consagró presidente a Jair Bolsonaro este fue apuñalado en el estado de Minas Gerais. El ex capitán del ejército, obviamente que sin preverlo, halló en ese ataque un factor de impulso de su candidatura por la simpatía que generó como víctima en su carrera electoral. Los analistas políticos de su tiempo le asignan a ello el triunfo de quien, siendo diputado por casi 28 años, no lució una carrera que avalara su pretensión presidencial. Nada le hizo modificar su violencia verbal. ¡Llegó a sugerir que se fusilara a dirigentes del partido de los Trabajadores!

Plan “Cóndor”

El golpe de Estado que sufrió Brasil derivó en la destitución del presidente Joao Goulart en abril de 1964. Una compleja situación de entrecruzamiento de mandos militares y la decisión final del presidente derrocado de no generar víctimas derivó en el campo libre para la instalación de una dictadura militar que perduró hasta 1985 (¡21 años!) con la asunción como presidente constitucional de Tancredo Neves. ¿Y los EEUU? Satisfechos con el golpe y dispuestos en su momento al apoyo a los militares rebelados al punto de ofrecer el apoyo de su flota naval en el Atlántico si se producía un enfrentamiento entre leales y rebelados. No es exagerado decir que para los EEUU el golpe fue un alivio, pues en plena guerra fría era de suponer que el gigante sudamericano podría insertarse en la órbita de los satélites del régimen del Kremlin, como Cuba. Sucedió entonces, en esos años de golpes de estado que se instalaron dictadores militares en las cúpulas de poder de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. Y entonces despliega sus alas el Cóndor del Plan homónimo que procura y consigue -con operaciones de inteligencia a todo o nada- perseguir y eliminar a opositores. Activos o sólo pensadores (intelectuales, artistas, periodistas, escritores, dirigentes sociales, etc.) La matriz, cuándo no, ideada y apoyada desde EEUU con una cabeza muy pensante y elaboradora de Henry Kissinger (¡Nobel de la Paz 1973!) y su maquinaria que se pone en marcha hacia fines de 1975. Colaboran los servicios de inteligencia de nuestro país y los de Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay.

En ese Brasil de una tan larga dictadura militar, suceden en estos tiempos hechos de violencia política de muy oscuro pronóstico.

Siendo presidente de Brasil cuando Cristina Fernández fue objeto de un atentado criminal no se expresó de ninguna manera. Como si nada hubiera ocurrido en el país vecino. Como ni siquiera por razones de protocolo en las relaciones internacionales. Vale decir que su ejercicio del fanatismo es más poderoso que el conjunto de normas que rigen los comportamientos de los funcionarios del gobierno de un país en el extremo más alto de la pirámide institucional. Esa actitud de Bolsonaro lo pintó de cuerpo entero. Y definió con trazos gruesos el grado más oscuro de su personalidad.

El Capitolio de Trump

Nunca antes, en los EEUU, se había producido un ataque programado contra una de sus instituciones más emblemáticas: el Capitolio, sede de la Cámara de Representantes y del Senado, en Washington. Los números marcan la gravedad del hecho: 5 muertos y 14 heridos, a lo que se suma una serie de destrozos de instalaciones oficiales. Apenas dos semanas antes de asumir el presidente electo Joe Biden y mientras en el Capitolio se formalizaba la consagración electoral del que fuera vicepresidente de Obama, devenido ahora en presidente electo por el período 2020-2024. El método de cuestionar las elecciones, que intentó Trump en varias ocasiones al atribuirles falsedades de cómputos, fue utilizado desde la Casa Blanca por su morador. Estaba enfrascado en su determinación de cuestionar hasta ultimísimo momento el triunfo demócrata. Desde el salón oval –emblemático espacio del poder- seguía en las pantallas lo que estaba ocurriendo en el Capitolio, a pocas cuadras de la “White House” en la apacible Washington. No se le movía un solo pelo rubio ante semejante intromisión violenta de sus partidarios, engolosinados con palabras que poco antes había dirigido públicamente con su cuestionamiento al resultado electoral.

6 de enero, día de Reyes, y una horda a toda violencia irrumpía con destrozos en el emblemático lugar. Procuraban impedir la consagración de Biden, nada menos. Un Comité de la Cámara de Representantes en su informe final sobre el “capitoliazo” concluyó en que Donald Trump fue partícipe de una “conspiración de varias partes” con el objetivo de anular las elecciones presidenciales y recomendó, unánimemente, su procesamiento penal por cuatro delitos. Vale destacar que ese Comité en su conclusión unánime estaba compuesto por siete miembros demócratas y dos republicanos. Pese al intento de Trump de adelantar su postulación para el año 2024, de nada le servirá con las pruebas de su participación intelectual y operativa en el asalto al Capitolio. Es probable que sea condenado a la luz de las nuevas pruebas de su accionar y de sus omisiones como presidente en el caso.

La “inocencia”

Cuando transcurría una semana de haber asumido Lula, por tercera vez, Brasilia se convirtió en un volcán de violencia generalizada en cada uno de los edificios que le dieron el moderno perfil arquitectónico (creación de Niemeyer) a la nueva capital de Brasil a partir de 1956. Miles de violentos seguidores de Bolsonaro reclamaban –esa es la novedad en esta Sudamérica- un “golpe de estado” (militar, obviamente) que impidiera el ejercicio de la presidencia a Lula. El cuartel general desde donde se lanzó el ataque a los tres poderes de Brasil en su capital federal se había instalado, desde hacía tiempo, frente al cuartel general del ejército, ¡nada menos! Ya en tiempos de la presidencia de Bolsonaro. La detención a su llegada a Brasilia desde Miami del recientemente nombrado Secretario de Seguridad de la Capital, viniendo de haber sido ministro de Justicia de Bolsonaro, iniciará una etapa investigativa a fondo de los hechos y de sus promotores ideológicos y ejecutores.

“Chaleco antibalas”

El clima político en Brasil impuso la necesidad de que el presidente Lula deba usar chaleco antibalas. Aunque no le garantiza el cien por ciento su vida. Ya existieron algunos atentados contra su vida. Le será muy difícil gobernar en esas condiciones a menos que la Justicia imponga su poder sancionador y cada cual reciba lo suyo, Bolsonaro incluido. Y que el sistema de la democracia y la república cobre toda la vigencia que es necesaria.

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