Convención de la UCR: entre el aval a Sánchez y una rara desautorización

El apoyo político al diputado nacional contrasta con las intenciones de Gerardo Morales.

Ayer, el diputado nacional y presidente de la UCR tucumana, Roberto Sánchez, recibió dos noticias, una buena y otra mala. La buena es que la convención provincial del radicalismo lo proclamó como candidato a gobernador y, además, lo autorizó a tomar las riendas en representación de los radicales para negociar la integración de un frente electoral con vista a los comicios de mayo.
¿La mala?: enterarse de que el propio presidente de la UCR a nivel nacional, Gerardo Morales, lo niega como postulante por el radicalismo tucumano y que pretendería bajarlo de esa candidatura. Toda una afrenta política, máxime después de que la mayor autoridad de esa estructura política lo empoderó de tal forma que ya no puede dar pasos atrás.
No sólo está obligado a no renunciar a la postulación sino a confirmarla con gestos firmes; lo contrario sería ceder frente a todo el respaldo que le dieron en su partido para que se erija en el nuevo líder de la principal fuerza opositora.
Le dieron las cartas para que guíe el espacio opositor tucumano: les saca provecho o tira por la borda todo ese aval cediendo a lo que pretende Morales. No tiene más que dos caminos: se fortalece avanzando y convenciendo a los que lo apoyaron de que está en condiciones de ser el nuevo líder de la UCR o se debilita aceptando las condiciones que quiere imponerle el mandatario jujeño y su socio del PRO, Horacio Rodríguez Larreta.
Ahora bien, llama la atención que Morales trate de bajar a un aspirante radical del puesto principal de la fórmula a la gobernación, justo cuando la UCR -a nivel nacional- festejó el triunfo de un correligionario por sobre los del PRO en la interna de La Pampa.
Los radicales vieron en ese proceso electoral del sur una lucesita alumbrando el resurgimiento del radicalismo, el puntapié inicial para pelearle de igual a igual al macrismo y dejar de ser el furgón de cola de los amarillos, tal como lo fueron durante la gestión de Mauricio Macri.
Y Tucumán es más importante que La Pampa como distrito electoral; sería más trascendental para la campaña nacional un título que refiera a un triunfo de un radical en el Norte que la victoria en una provincia del sur.
Tal vez Rodríguez Larreta le pidió a Morales el “favor” de darle una mano a Germán Alfaro bajándolo a Sánchez. Tal vez haya manos tucumanas traviesas detrás de la movida, del partido radical y del PRO, posiblemente.
Tras lo resuelto por la convención, el parlamentario nacional no puede renunciar a la candidatura, sería un papelón político. En el otro extremo está el de emerger como la principal figura de la oposición y convertirse en el conductor de la UCR.

Aunque el concepcionense haya cerrado la fórmula con el ruralista Sebastián Murga (CREO) no está dicha la última palabra, especialmente luego de que la convención radical sólo dijo que Sánchez es su candidato a gobernador, y nada más. No hubo alusiones a la fórmula, sólo se autorizó al ex intendente a negociar el armado de un frente.
El camino está despejado para que haga y deshaga. Pero no para que renuncie. En ese caso, no sólo él quedaría mal parado frente al electorado tucumano, sino frente a los “boina blanca” que lo respaldaron e impulsaron entre los convencionales.
Dos militantes que responden al espacio del dirigente Ariel García fueron los protagonistas del hecho político que implicó una respuesta indirecta a Morales: Ricardo Zurita pidió el voto para proclamarlo y Benjamín Zelaya gestionó la autorización para que Sánchez arme la coalición opositora.

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