“No hay que llorar, que la vida es un carnaval, y las penas se van cantando”, inmortalizó la canción de la cubana Celia Cruz. Eso les toca a los hinchas de San Martín por estas horas de cierre de carnavales: cantar para olvidar lo mal que el equipo de Iván Delfino jugó ante Nueva Chicago.
Incluso la derrota 1-0 fue condescendiente con el “santo”: no le hizo justicia a los merecimientos del “torito” y mucho menos a la pobrísima performance de la visita, que dejó su invicto en Mataderos. Del puntero de la Zona A hasta esta fecha 3, poco y nada se vio en el emblemático barrio de Buenos Aires.
En el primer tiempo, Federico Bravo estuvo muy solo y fue desbordado en el medio. Y Brian Andrada, Juan Imbert y Claudio Pombo no entraron en contacto con la pelota, a diferencia de lo sucedido contra All Boys, cuando oficiaron de usina generadora de fútbol en La Ciudadela.
Emanuel Dening era como la punta de un iceberg que se derretía a fuerza de aislamiento. Si hubo algo de peligro en la primera etapa fue por cuenta del “torito”, que se demoró demasiado en plasmar su superioridad en la red.
El latigazo que sacó Esteban Obregón desde fuera del área para quebrar la resistencia de Nicolás Carrizo solamente profundizó la decepción instalada en el rostro de Delfino desde que promediaba la etapa inicial.
¿Y después?
Los dos cambios obligados (Nicolás Bazzana y Agustín Colazo por Franco Meritello y Matías Pardo ) y el cambio táctico (Dening por Mauro Verón) dispuestos de arranque no pagaron dividendos, aunque en medio de un rendimiento colectivo tan opaco es difícil que brille alguna individualidad.
Peor aún, los ingresos de Agustín Prokop y Leonel Bucca poco después del intervalo tampoco supusieron ninguna mejoría. Chicago seguía más cerca del segundo (hubo un cabezazo en el palo de Aaron Spetale) que San Martín de la igualdad.
Cuando Delfino puso toda (o casi) la carne al asador con la entrada del atacante Verón (amenaza permanente) por el lateral Axel Bordón se encendió una luz de esperanza, pero fue tan tenue como escasa la iluminación del “República de Mataderos”. Ni hablar cuando la imprudencia de Pombo le valió una roja.
La única noticia auspiciosa hasta el pitazo final de Juan Pafundi fue el resultado corto, que dejó a San Martín siempre a tiro de empate.
Pero no hubo milagro. El equipo de Tomás Arrotea ganó bien. Y lo más preocupante, quizá, fue que así como el “torito” jugó un partido de tercera fecha como una final, el “santo” no encontró respuestas de ningún tipo, más allá de esos arrebatos del epílogo, del esperable “a la carga Barracas” que ya no cambió nada.
Ahora viene un oportuno parate de dos semanas (tiene fecha libre) antes de recibir a Temperley. No es para dramatizar porque esto recién empieza y San Martín está ahí nomás, a tres unidades de un Almirante Brown que navega con viento a favor y puntaje perfecto en el grupo.
Pero aún así Delfino tendrá que realizar un diagnóstico preciso para que la realidad a corto plazo de su equipo le dé la razón a la inolvidable Celia Cruz que sigue cantando… “Todo aquel que piense que la vida siempre es cruel, tiene que saber que no es así, que tan solo hay momentos malos y todo pasa”.
Eso esperan ahora los hinchas de San Martín.