Los "Muchachos" que merecen un Oscar

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Difícil que haya “Muchachos” en la ceremonia de Hollywood esta noche en la entrega de los Oscars. “1985”, apoyada por Leo Messi, no asoma exactamente como la favorita en su rubro. Pero el título de “Muchachos” suena en realidad a la sensación de fiesta eterna a la que nos referimos en esta columna una semana atrás. La fiesta, por ejemplo, impide, casi prohíbe, decir que Messi, por las razones que fuere, no pudo liderar el miércoles pasado al PSG en su derrota inapelable de Alemania (2-0 contra Bayern Munich), que provocó una nueva y dura eliminación del campeón francés en octavos de final de la Champions, demasiado rápido para un equipo que se jacta de agrupar a varios de los mejores jugadores del mundo. Desde la tele se enojan porque algunos en Francia critican a Leo. Como si nadie pudiera decirle nada ya no por su condición de mejor futbolista de esta última era (para algunos de todas las eras), sino porque es argentino.  

El planteo suena tan infantil (así lo describió al menos Osvaldo Ardiles, campeón mundial de 1978) como el que planteó Rodrigo De Paul afirmando que la selección de Qatar fue la mejor de nuestra historia, superior a aquella que integró Ardiles y a la que también lideró Diego Maradona en México 86. ¿Era necesario De Paul? No hablo de eludir el debate, que puede sonar futbolísticamente interesante, aun aceptando todas las salvedades lógicas. Pero no parece lo mejor que la afirmación de “fuimos los mejores” parta exactamente de uno de los protagonistas. El mundo no comenzó cuando uno nació. Hay una historia previa. Es la historia, si hablamos de fútbol, que incluye a Daniel Pasarella, Mario Kempes, Ubaldo Fillol, Ardiles. O a Maradona, Jorge Valdano, Jorge Burruchaga y otros campeones del 86. Hay algo cierto. Cinco millones de personas en las calles mostraron en diciembre pasado no solo el deseo de festejo popular, sino también una conexión acaso única de la selección de Lionel Scaloni con la gente. El fútbol, la comparación de quién fue mejor, forma luego parte de otro debate (y acaso De Paul hasta pueda tener razón, aunque suene algo presuntuoso que lo diga él).  

No solo será difícil que haya “Muchachos” esta noche en los Oscar. Tampoco habrá deporte. Un año atrás, la bofetada del actor Will Smith opacó los premios que ganó “King Richard”, la película que habló del método de Richard Williams para educar a sus hijas Venus y Serena Williams como formidables campeonas de tenis. En rigor, solo tres películas que tenían la competencia deportiva como tema central ganaron el Oscar. Los analistas incluyen en el rubro a Ben Hur (1959), el clásico de Charlton Heston ganando de modo épico las carreras de cuádrigas en la Antigua Roma. El deporte usado en realidad como excusa para hablar de otros dramas. Veo que la lista sigue con Rocky (1976), aunque reducir las peleas de Sylvester Stallone a combates de boxeo también suena infantil. Era Rocky que le ganaba al comunismo en tiempos de Guerra Fría. Y la lista cierra con “Carrozas de Fuego” (1981), los obstáculos de atletas británicos para competir en los Juegos Olímpicos de París 1924, con la música célebre de Vangelis.    

Los analistas señalan luego otras dos películas que tomaron al deporte ya más claramente como excusa, también ambas ganadoras de Oscar a la mejor película. La primera es “Gladiador” (2000), Russel Crowe recordándonos que al deporte (si cabe aquí el término) se lo describió desde siempre como “pan y circo”, cuando el morbo del espectáculo se adueñaba absolutamente de la escena. Y la otra película es “Million Dollar Baby” (2004), el filme de Clint Eastwood sobre la niña boxeadora que termina sufriendo excesivos golpes bajos (el de Eastwood incluído).  

El boxeo suele ofrecer el mejor escenario para el cine. Y por eso (aunque no ganó premio mejor película) es imprescindible citar aquí a “Toro Salvaje” (1980), interpretación inolvidable de Robert De Niro haciendo del ex campeón Jake LaMotta. Es mi favorita junto con “Cuando eramos reyes” (1997), el documental que sí fue premiado sobre la pelea épica de Muhammad Alí contra George Foreman en 1974 en Zaire. Tiene todo. Música, política, negritud, boxeo. Y al gran Alí dominando no solo el cuadrilátero, sino que adueñándose de la pantalla. Seguramente tendremos algún documental que nos cuente el “Muchachos” de Qatar 2022. Y seguramente no ganará un Oscar, por mucho que el guionista de turno fuerce algún giro dramático en la trama, algo muy habitual en las historias del deporte. No importa. Cuando el deporte gana, no hace falta añadir nada. Y menos aún cuando ese triunfo se convierte en alegría popular.

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