Res non verba

“Por sus frutos los conocerás”, escribió en arameo el apóstol Mateo hace 2.000 años. Por esa misma época, el evangelista Lucas reflexionó algo similar: “Por sus frutos se conoce al árbol”.

No hay ninguna razón para creer que un político en campaña que arruina paredes, postes, puentes, túneles, edificios públicos, templos, monumentos o lastiman árboles con cal, ferrite, engrudo, pintura o con alambres para atar carteles y pasacalles exponga alguna intención de mejorar la provincia.

Al que sube a los cerros le genera enorme tristeza, impotencia y bronca ver en los caminos paredes y defensas de piedras, rocas y hasta la vegetación estropeados por la propaganda política.

Nombres propios y más nombres propios de gente avara y egoísta que transforma a las ciudades y a los pueblos en inmundicias narcisistas.

Tafí del Valle, El Mollar, Amaicha, Raco, San Pedro de Colalao, El Cadillal o Escaba, nuestras mejores joyas naturales con rutas y paisajes dañados por un proselitismo electoral sin escrúpulos.

Ni siquiera se salva la Ciudad Sagrada de Quilmes, un destino internacional que debería exhibir un proteccionismo inmaculado.

Cuál será la impresión que se llevará -y luego contará- un turista extranjero que en los accesos a una de nuestras reliquias más preciadas es recibido por horribles pintadas que dicen “Pepito 2023” o “Vote a Luisito”.

La capital de la provincia, que se promociona hacia afuera como supuesta “ciudad histórica”, se presenta al visitante como un mugroso lienzo de barbarie y egolatría. Para colmo, letreros de dudoso gusto estético, con pinturas chorreadas y hasta con faltas de ortografía.

Afrentas y amenazas

Resulta una enorme contradicción que un político promocione su candidatura en postes, paredes, barandas o árboles ubicados junto a apestosos basurales o canales inmundos y contaminados, como bien lo testifican imágenes que casi todos los días envían los lectores al diario.

Más que una contradicción es una afrenta al vecino que reclama que se levante la basura, corten los pastizales o saneen los canales pluviales, pero en vez de eso le estampan un enorme nombre frente a su casa o en la misma pared de su vivienda.

La ONG Meta Tucumán, cuyo objetivo es mejorar la ciudad y la provincia con pequeñas acciones concretas, y sin aportes oficiales ni partidarios, el año pasado le puso arte y color a decenas de postes de alumbrado o señalética que habían sido arruinados por la política, muchos de ellos en la avenida Mate de Luna, con horas de trabajo de vecinos que sólo querían embellecer su cuadra.

Apenas una semana más tarde las columnas fueron nuevamente cubiertas con el apellido “Deiana”, en referencia al legislador jaldista Daniel Deiana.

Este jueves se produjo un nuevo enfrentamiento entre la ONG y este parlamentario porque apareció su nombre (que está por toda la ciudad) vandalizando el monumento al Descubrimiento de América, ubicado en el Parque Quinto Centenario, paseo que además es mantenido con la colaboración de los vecinos.

El legislador respondió que se trataba de una campaña en su contra y amenazó con “iniciar las acciones legales en caso de seguir incurriendo en calumnias e injurias por parte de los que integran la organización”.

Dio a entender que “otros” políticos pintaban su apellido para perjudicarlo. Insólito.

Más tarde, en el programa “Mesa electoral”, de canal Ocho TV, Deiana se desdijo y defendió su “derecho democrático” a hacer propaganda política pintando la vía pública.

Meta Tucumán exhortó al Poder Judicial y al Ministerio Público Fiscal a “revisar la posible comisión del delito de daños previsto en el artículo 184, inciso 5, del Código Penal, con su agravante por destruir monumentos y estatuas”.

También le solicitaron a la Legislatura que tome medidas contra los miembros que destruyen el espacio público y a la Municipalidad que aplique las sanciones previstas por las ordenanzas.

“Los tucumanos estamos cansados de líderes negativos, queremos una ciudad embellecida de arte y alegría, no una ciudad llena de cal y ferrite con nombres oscuros a los que evidentemente no les importa mejorar la vida del ciudadano”, concluyó la ONG en Instagram.

La ley es clara

Las pintadas políticas están prohibidas en casi todas las ciudades y pueblos de la provincia, pero sobre todo no están autorizadas dentro de los límites de la “Ciudad Histórica”. La ordenanza 2.114/93 y sus decretos reglamentarios no permiten ninguna publicidad, oficial o privada. En ningún caso están permitidos los anuncios en cementerios, edificios públicos, escuelas, hospitales, templos, monumentos históricos y edificios declarados “Bienes de Interés Municipal” y “Componentes del Patrimonio”. En la capital sólo están autorizados murales o sobrerrelieves artísticos en paredes cuya finalidad sea “el embellecimiento del paisaje urbano” y en ningún caso estas obras podrán contener publicidad de ningún tipo.

En febrero, el área de Tránsito y Vía Pública de la Municipalidad de la capital informó que en un mes descolgó 340 pasacalles, incluso varios del propio espacio político del subdirector Enrique Romero. En esa ocasión sancionaron al candidato a gobernador Roberto Sánchez y también al intendente Germán Alfaro.

Según constaba en un documento del Tribunal Municipal de Faltas, el juzgado de IV nominación condenó a Sánchez al pago de una multa de $20.000, de acuerdo a los artículos 9, 57, 58, 103 y 154 del Código de Faltas.

Además, la ordenanza 3.262 advierte que “toda persona física o jurídica que realice pegatinas, pintadas, o utilice elementos colgantes o produzca cualquier deterioro o rotura en las columnas de alumbrado público, será pasible de una multa”. Las únicas pintadas que están permitidas son en los espacios cedidos por sus propios dueños, o en cartelerías pagadas.

Más allá de las leyes y ordenanzas, el eje del debate es que si a un candidato no le importa romper o vandalizar el espacio ciudadano, los monumentos y la naturaleza, encima con fondos de dudosa procedencia ya que en Tucumán es ilegal el acceso a la información pública, qué interés real podría tener luego, una vez electo, en generar mejoras para una sociedad a la que perjudica de forma recurrente.

“Por sus frutos los conocerás”, advertía el amigo de Jesús. Por esa misma época, los antiguos romanos, maestros del pragmatismo y el derecho, acuñaron la expresión “res non verba”, hechos, no palabras. Y también decían “da mihi factum, dabo tibi ius”, dame los hechos y yo te daré el derecho. O el voto.

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