A casi 14 años del trágico 1 de junio en que murieron 228 personas en el vuelo Río de Janeiro-París, el Tribunal de París reconoció que, pese a que las empresas AirFrance y AirBus incurrieron en faltas, no se encontró "ningún vínculo casual seguro" entre estas y uno de los peores accidentes aéreos de las últimas décadas.
Las dos compañías enfrentaban una imputación por homicidio involuntario con posibilidad de multa de € 225.000, pero la justicia francesa decidió absolverlas. Las investigaciones giraron en torno a averiguar si la responsabilidad caía en Air France por falta de preparación de los pilotos; en AirBus, por fallo de un dispositivo de medición del avión; o si fue por una impericia de los pilotos.
Las últimas palabras de los pilotos de AirFrance
Esta mañana, en la última jornada del juicio, se conocieron las últimas palabras de los pilotos Marc Dubois, Pierre-Cedric Bonin y David Robert en un escalofriante audio. "¡Mierda, vamos a estrellarnos! No es verdad... ¿qué está pasando?", dijo Robert. Luego, una voz que no fue identificada, pero que podría ser la de alguno de los pilotos, agregó: "Mierda, estamos muertos".
Segundos antes, uno de los aviadores había logrado advertir la falla. "Hemos perdido la velocidad", dijo el piloto. A continuación, empezó a sonar la alarma de advertencia. "Pérdida, pérdida, pérdida", añadió el tripulante, mientras el avión comenzaba a precipitarse hacia el océano.
Causas del accidente del vuelo 447
De acuerdo a la Oficina de Investigación y Análisis francesa, el accidente sucedió a raiz de que el hielo bloqueara los conductos de medición de velocidad del avión. Mientras atravesaban por una zona de turbilencias, los pilotos no pudieron aplicar el protocolo adecuado porque desconocían la velocidad a la que viajaban.
Al elevar la posición de la aeronave, esta perdió su horizontalidad y empezó la caída libre de 1.150 kilómetros hacia las cosas de Recife, Brasil. Se descubrió también que Dubois y Robert, los pilotos a cargo, se quedaron dormidos, dejando a Bonin a cargo, a quien llamaban 'Baby Company' (el bebé de compañía) por ser un piloto junior.
Las cajas negras del avión se recuperaron dos años después, a casi 4.000 metros bajo el nivel del mar. Fallecieron 216 pasajeros –entre los que se encontraba un argentino– y 12 tripulantes.