LA GACETA del 17/04 destaca los elogios de Rusia y las críticas de EEUU a las declaraciones del presidente brasileño Ignacio Lula Da Silva sobre las responsabilidades que le corresponden a Occidente en el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. El tres veces presidente “izquierdista”, como lo califica la prensa mundial, desestimó las presiones de Occidente y se plantó frente al gigante asiático en busca de acuerdos comerciales, que en 2022 ya significaron para Brasil un intercambio comercial de más del 50% del PBI argentino. Dejando de lado el malestar que su visita produjo en el ánimo de los que se dicen defensores de la democracia y de la vida, Lula responsabilizó de la continuidad de la guerra y el sufrimiento del pueblo ucraniano, a los que presionan a los miembros de la OTAN para que envíen armamentos a Ucrania. El humilde tornero hoy presidente del país más poderoso de Sudamérica fue recibido en la República Popular China con la mayor ceremonia oficial, que corresponde al ilustre visitante, y ante el presidente Xi Jinping propuso los siguientes proyectos en beneficio de la humanidad: la necesidad de crear un G20 para la paz en Ucrania; incorporar otros países al Brics para que sea una alternativa financiera al BM y al FMI; activar una nueva moneda entre los países que conforman el Brics que reemplace al dólar y sea medio de pago en las transacciones del grupo internacional; poner límite a las maniobras asfixiantes del FMI, ratificadas por la presencia de una referente del ejército de EEUU en nuestro país, ante el silencio de la Cancillería y la tenue reacción del presidente Alberto Fernández. La fuerte presencia de Lula en el escenario internacional, que contrasta con el silencio y la pasividad de Alberto Fernández, me lleva a preguntar, como en el filme de Jim Abrahms: ¿Y dónde está el Presidente?
José Emilio Gómez
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