El caso de la muerte de la tapir Suyana ha movilizado a los tucumanos. No sólo por el increíble acto de crueldad contra un animal, sino por la falta de precisiones sobre cómo y quién le quitó la vida. El ejemplar fue salvado de morir ahogado en 2018, en Jujuy. Fue trasladado a la Reserva Experimental de Horco Molle, donde los especialistas lo criaron. En noviembre, en el marco del Proyecto Tapir, fue liberado. Se trata de un plan con financiamiento de entidades internacionales que aportan fondos para recuperar especies en riesgo de extinción.
De Suyana no se supo nada más hasta hace unas tres semanas, cuando las autoridades de la Reserva denunciaron que había desaparecido. Al día siguiente se presentaron en la comisaría de Yerba Buena para denunciar que la habían matado de un disparo. A partir de ese momento se inició una campaña reclamando Justicia por la tapir. Desconocidos utilizaron una imagen falsa y en la sociedad se instaló la teoría de que un cazador furtivo había matado a la tapir. Esa hipótesis fue alimentada por los investigadores que informaron que sabían quién había sido el autor del cruento, pero nunca presentaron esa información en la fiscalía que investigaba el caso. Tampoco acudieron a la Justicia las personas que habían asegurado quién era el responsable de la muerte del animal.
El caso generó hasta una marcha en la plaza Independencia para exigir una rápida respuesta por parte de las autoridades. En medio de un clima enrarecido, la fiscala Mariana Rivadeneira tuvo que enviar un oficio a las autoridades de la Reserva para que aportaran información sobre el caso, porque hasta el momento sólo manejaba la que los funcionarios habían brindado a los medios de comunicación. Así descubrió que, por ejemplo, el 4 de enero se había dejado de realizar el seguimiento satelital por una falla con el servicio de internet y que su solución era imposible porque el personal estaba de vacaciones.
Las pericias realizadas a los restos de la tapir dan cuenta de que su fallecimiento se había producido entre 30 y 45 días antes del hallazgo y no 10 días antes, como aseguraban los investigadores. Se alimentó la teoría de que el autor fue un cazador furtivo, pero ni siquiera se pudo confirmar todavía la causa de su muerte.
El caso Suyana es mucho más que la muerte de un animal. Nos interpela como sociedad. Ha quedado en duda la forma en que se lleva a cabo un proyecto anunciado como una propuesta ambiental importante y que, aparentemente, por lo que hasta acá se sabe, fue descuidado sin explicaciones claras. Tampoco es correcto cuestionar a la Justicia si personas responsables de la sociedad no cumplen con el rol ciudadano básico de colaborar presentando pruebas y aportando datos que lleven a la investigación racional. Con denunciar en las redes sociales no alcanza. Por eso es importante que algún día se llegue a conocer lo que realmente pasó con la tapir.