Padecimientos de poblaciones inundadas

01 Mayo 2023

Numerosos pobladores del sureste de la provincia, en la zona de la cola del embalse Frontal, se encuentran aislados o evacuados, a raíz de que varios pueblos han sido anegados por los desmadres del río Chico. Niogasta, en particular, al sudeste de Monteagudo, está devastado, con agua está por todos lados, con tramos del camino de acceso con socavones. Hay enjambres de mosquitos, mal olor de los animales muertos y los que han sobrevivido no tienen espacio para pastar. Unas 24 familias están obligadas a abandonar para siempre sus casas, la mayoría prácticamente reducidas a escombros, y otras permanecen tratando de rescatar lo poco que les quedó y han llevado vacas y otros animales para que se los cuiden vecinos que no se han visto afectados por las crecientes.

En una reciente producción de LA GACETA hay vecinos que han dado cuenta de historias de padecimientos de años con las crecientes de esos ríos del sur –Chico, Medina, Marapa- y de traslados obligados unidos a promesas de soluciones que nunca llegan de las autoridades. Una familia contó que ya perdió casa, animales y objetos en Sud de Lazarte y ahora, tras el traslado a Niogasta, ha vuelto a sufrir la pérdida de sus pertenencias y ahora permanece evacuada a la espera de una salida a este drama estructural.

Se trata, por cierto, de un asunto complejo que –tal como se ha descripto en una reciente edición en la que expertos describieron los padecimientos de la zona con las crecientes desde la construcción del Frontal, en 1958- requiere soluciones a largo plazo, por un lado, y respuestas inmediatas. Las salidas de largo plazo deberían haber sido estudiadas hace mucho, con el fin de detener el avance de la cola del lago sobre las poblaciones ribereñas. Eso implicaba estudios de  la topografía y del régimen de lluvias y sistematización de los ríos, así como decididas campañas y controles contra el desmonte y organización de la frontera agrícola, tanto en los pueblos del sudeste como en la zona montañosa, al oeste. Puesto que, como se comentó en un reciente texto editorial, el fenómeno se repite en las localidades del oeste, como Alto El Puesto, con enormes socavones causados por los desmadres de los ríos y por las tormentas. “Nosotros estuvimos viviendo dignamente y por culpa de un río al que nunca se lo trabajó, ahora estamos en la calle”, reclamó un damnificado.

Ese estudio debería estar vinculado sustancialmente con las soluciones que se obtienen. Los damnificados también han recordado las promesas hechas para los pobladores de Sud de Lazarte, que quedaron abandonados a su suerte y que se instalaron en terrenos que también se anegaron, como se ha relatado. En ese sentido, la solución es difícil, pero por eso mismo no debería ser lanzada a las apuradas, aunque tampoco cabe pensar que los damnificados deban quedar sine die evacuados a la espera de promesas que no se cumplen. Es importante pensar cómo se va a normalizar la vida de familias que han perdido casas, terrenos de cultivo y animales, con sus hijos que no pueden ir a la escuela –en el centro de integración hay ocho niños evacuados- y con todas las actividades cotidianas trastocadas.

Hay una responsabilidad del Estado en cuanto a la protección de la comunidad y la previsión de los desastres naturales que podrían evitarse con el manejo y sistematización de los ríos, la lucha contra el desmonte y la organización de la actividad agrícola, así como de la construcción de pequeños y grandes canales para el manejo del agua. Los funcionarios dicen que están en la diligencia de conseguir terrenos para las familias damnificadas, aunque la tarea no es fácil, además, porque muchos no quieren irse. “Si me tengo que ir, no sé a dónde iremos. Y además no tendremos de qué vivir. Aquí está nuestra vida”, dijo un poblador evacuado a LA GACETA. Así las cosas, la solución es compleja, pero no debería dilatarse en el tiempo.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios