Cartas de lectores: pensamientos de Alberdi

03 Mayo 2023

Vivimos en un país con una dirigencia política que en su gran mayoría, salvo algunas excepciones, es paupérrima, ignorante y egoísta. Se hace imprescindible entonces repasar algunos principios de ese gran tucumano que fue Juan Bautista Alberdi. Para salir de la pobreza tan alarmante y creciente en nuestro país, es conveniente repasar los conceptos de riqueza y propiedad de Alberdi: “La riqueza es hija del trabajo, del capital, de la tierra, y hoy también del conocimiento y la tecnología. Y como estas fuerzas, no son más que facultades que el hombre pone en ejercicio para crear los medios de satisfacer las necesidades de su naturaleza, la riqueza es obra del hombre, impuesta por el instinto de su conservación y mejora, y obtenida por las facultades de que se halla dotado para llenar su destino en el mundo”. Y luego de producida la riqueza, hay que resolver cómo se distribuye entre los que han participado en producirla. Si el productor no recibe la parte que corresponde a su aporte, deja de producir, o produce menos, la riqueza cae, y con ella la prosperidad del conjunto social. Decía Alberdi: “La riqueza importa a la prosperidad de la Nación, y a la existencia del poder. Sin rentas no hay gobierno; sin gobierno, sin población, sin capitales, no hay Estado”. Para proteger mejor el fin social de la riqueza, es preferible la distribución libre entre las partes, que la distribución reglamentaria y artificial, digitada por el Estado. Su intervención no puede ir más allá de garantizar los beneficios de la libertad, de la igualdad, de la propiedad y seguridad, en favor de los provechos del trabajo. La reducción de impuestos está íntimamente ligada al gasto público, y si no se reduce, se estará matando a la riqueza nacional. Dice Alberdi: “Todo dinero público gastado en otros objetos que no sean los que la Constitución señala como objetos de la asociación política argentina, es dinero malgastado y malversado. Y quien lo distrae comete un crimen, ya sea el gobierno cuando lo invierte mal, ya sea el gobernante cuando roba o defrauda la contribución que le impone la ley de interés general”. “En el gasto público, todo el apoyo que exige de la Ley, es que ella intervenga sólo para impedir que se distraiga de su verdadero destino, que es el bien general; para impedir que exceda este objeto, y para cuidar que el impuesto levantado para sufragarlo no atropelle la libertad, ni esterilice la riqueza”. Finalmente Alberdi se pregunta: “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para crearse y producirse?”. Y se responde, transcribiendo el diálogo entre el gran filósofo Diógenes con el gran Alejandro Magno: “Cuando Alejandro llega a Corinto, toda la población salió a recibirlo, pero Diógenes se mantuvo indiferente al emperador. Entonces el propio Alejandro, conocedor de la fama del filósofo, buscó a Diogenes y le dijo: “Quería mostrarte mi admiración. Pídeme lo que quieras, puedo darte cualquier cosa que desees”, ante lo que Diógenes respondió: “Por supuesto. No seré yo quien te impida demostrar tu afecto hacia mí. Quería pedirte que te apartes del sol. Que no me hagas sombra, para que sus rayos me toquen, ese es mi más grande deseo”. Sin duda con este diálogo, Alberdi nos enseña que, para que la riqueza se produzca y crezca, la ley no debe hacerle sombra.

José Manuel García González 

josemgarciagonzalez@yahoo.com.ar

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