Vivimos una profunda crisis con una decadencia que nos ha llevado a estar entre los cinco países con más inflación en el mundo. El profundo problema argentino es cultural por la pésima educación, y está fuertemente arraigado en gran parte de nuestra sociedad. Queremos un Estado paternalista que nos solucione la vida, y hacer el menor esfuerzo. La inflación, los controles de precios, la demagogia fueron la política a lo largo de parte de nuestra historia, y por eso nos va tan mal desde hace más de 70 años. Pero tuvimos épocas de esplendor, ocupando los primeros lugares en el mundo. Cuando producíamos, exportábamos y crecíamos. Y hoy es inadmisible que debemos importar alimentos frescos, verduras y carnes, liberándolas de las restricciones e impuestos a la importación, y permitiendo hacerlo al dólar oficial con el subsidio implícito frente a la producción local con costos impactados por el dólar blue. El mundo no puede entender cómo el país que puede producir alimentos para más de 300 millones de personas, hoy tenga que importar alimentos. El Gobierno mantiene infinidad de restricciones quitando toda previsibilidad. Así no se resuelve la inflación que ya supera el 110% anual; el problema está en la descontrolada emisión monetaria para solventar el tremendo gasto público, produciendo un déficit ya fuera de todo control. Si es cierto cómo apareció en las redes, que hay organismos públicos con sueldos promedio por encima de un millón de pesos, es claramente una estafa a los argentinos, a los jubilados que trabajaron y aportaron toda la vida, para hoy cobrar 15 veces menos. Hace 1.700 años en Roma, el emperador Diocleciano llevó a cabo un experimento socialista con una economía planificada, nacionalización de las industrias y multiplicación de las burocracias. El sistema tenía un estricto control de precios, instituido por un famoso edicto en el año 301, cuyo objetivo era poner fin a la inflación mediante el control estatal de precios. No sólo no tuvo éxito, sino que fue contraproducente y rápidamente ignorado. Todo estaba reglamentado, salvo la natural tendencia de los hombres a la evasión. Para combatirla, Diocleciano multiplicó confidentes, superintendentes e inspectores. A pesar de esto, aumentaron el mercado negro, las detenciones y condenas. Por primera vez en la historia de Roma, ciudadanos romanos emigraron, por el Tíber, no por Ezeiza, buscando refugio entre los “bárbaros”. Hasta ese momento eran los bárbaros quienes codiciaban ser ciudadanos romanos, pero ahora ocurría lo contrario. Era el síntoma del fin. Diocleciano se proclamó reencarnación de Júpiter. Pero en el año 305 abdicó a los 55 años, y se retiró -no había helicóptero en esa época- a su magnífico palacio en la costa de Dalmacia. Hoy nuestros políticos siguen mirando el corto plazo, su ubicación en las listas para su permanencia en el poder y el enriquecimiento personal. Los sindicalistas son una mafia que aprovecha a los trabajadores para beneficio propio y no les interesa la productividad. Empresarios prebendarios que hacen lobby para conseguir ventajas o exorbitantes ganancias con la obra pública. Para terminar con el déficit y la inflación, es imprescindible acabar con el populismo, consolidando la República, con Justicia, libertad, y pleno cumplimiento de la ley. Hoy el país necesita divisas para poder respirar, revertir la brutal caída de puestos de trabajo y mitigar los niveles de pobreza que ya están superando el 40%.
José Manuel García González
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