De la tensión a la alegría en el Monumental

El gol agónico de Ramiro Ruiz Rodríguez calmó el clima enardecido que se vivía en las tribunas del “José Fierro”.

De la tensión a la alegría en el Monumental

Atlético Tucumán llegaba al partido con Arsenal, obligado a ganar y a mostrar una mejora en lo futbolístico para no complicarse con los promedios. Al tanto de esa situación, los hinchas “decanos” vivieron un sin fin de emociones que llegó a su punto culmine en los últimos minutos del partido, con el gol de Ramiro Ruiz Rodríguez. El delantero de 23 años, viene de marcar su segundo gol consecutivo con la camiseta “decana”. Su último antecedente, fue por Copa Argentina, en la derrota 3-1 ante Estudiantes de Río Cuarto.

Las tribunas del Monumental - con muy poco ataque del equipo en el primer tiempo y fallas en la resolución de jugadas- se transformaron en una olla de presión. “Que esta noche cueste lo que cueste, esta noche tenemos que ganar”; “Ponga huevo, el ‘decano’ ponga huevo”. Gritos, indicaciones y hasta resignación se podía ver en el rostro de los fanáticos, que cantaban y pedían con fervor una ayuda del más allá que les permita volver a sumar de a tres unidades. Hace aproximadamente dos meses y medio que Atlético no ganaba de local. La última vez fue el 4 de marzo ante Banfield (1-0). Desde allí solo cosechó tres puntos (producto de tres empates y dos derrotas ante San Lorenzo y Argentinos, respectivamente).

Esa furia de ver que las cosas no salían, bajó un poco su intensidad durante el entretiempo. Claro, la voz del estadio nombró a Ignacio Maestro Puch, quien venía de marcar su primer gol en el Mundial Sub-20 ante Nueva Zelanda. Aplausos y más aplausos fue lo que recibió el delantero de 19 años.

En el complemento, Atlético tuvo las jugadas más claras, pero falló en la puntería. “No puede ser”, “Jugamos a los pelotazos”, “No hay uno que le pegue al arco”. Desde la zona de plateas, la preocupación ya era evidente. Pasaban los minutos y Arsenal lejos de conformarse con poco, se volcó con todo al arco de Tomás Marchiori, aunque chocó con la pared de los centrales Nicolás Romero y Francisco Flores.

Ante esa arremetida, Lucas Pusineri se decidió por los ingresos de Braian Guille por Francisco Di Franco -uno de los más resistidos por la hinchada-, Ruiz Rodríguez por Mateo Coronel y Cristian Menéndez por Marcelo Estigarribia. Esas tres modificaciones fueron el puntapié inicial para el cambio de ánimo en todo 25 de Mayo y Chile.

Ya en tiempo agregado, Joaquín Pereyra lanzó un centro desde mitad de cancha para que Menéndez la baje de cabeza y triple “RRR” meta el derechazo que terminó de desatar la locura. Mientras el simoqueño cruzaba sus brazos a lo Kylian Mbappé y recibía el abrazo de Guille, los hinchas levantaban sus brazos y no podían creer que sea posible caber tanta alegría en cuestión de minutos.

Cantos, aplausos, camisetas revoleando y hasta bailes en la tribuna. Así  se despidió la hinchada, que por fin se pudo sacar toda la bronca contenida durante 90 minutos.

Mientras tanto, el campo de juego también tenía su protagonismo. Pusineri se fundió en un abrazo con Matías Villavicencio y los jugadores a puño apretado gritaban “vamooos...”. Casi una imagen idéntica a la del año pasado, cuando Atlético ganaba en casa y se mantenía en lo más alto del fútbol argentino. No obstante, la mayor euforia y descontrol, se vivió cuando los jugadores se fueron al vestuario.

En ese instante, Renzo Tesuri se acercó al sector Laprida y pidió perdón por el bajo rendimiento. Luego arrojó su camiseta a los hinchas, pero lejos de superar la altura del acrílico, la “24” quedó atorada. Teniendo en cuenta cómo se dio el partido y lo importante que era para Atlético sumar los tres puntos, los hinchas armaron una guerra campal para ver quién sería el afortunado que trepe primero y se quedé con la tan ansiada indumentaria. Es más, hasta el alcanza pelotas quiso participar desde su sector, pero se percató demasiado tarde.

Nadie se imaginó que el partido iba a resolverse en los últimos minutos y de una manera tan heroica. La noche en el “José Fierro” culminó con sonrisas, chicanas entre amigos y palmas rojas de tanto aplaudir. Sin lugar a dudas, una imagen que no se veía desde hace tiempo y que sirve para mirar el futuro con optimismo.

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