Basta de racismo, hay que actuar

No se le puede poner un bozal a cada hincha en medio de una multitud. Ni atar sus brazos. Pero sí los clubes deberán extremar medidas para individualizar a esos hinchas y echarlos de por vida.

Acaso lo más fácil sería apoyar al Santos, de Brasil. Su idea de abandonar directamente el próximo partido en el que sus jugadores sufran insultos racistas. Cuentan que fue humillante lo que les sucedió en Rancagua contra el chileno Audax Italiano. Parecido a los fanáticos de Cerro Porteño, que filmaron ellos mismos sus insultos a los jugadores de Palmeiras.

Brasil, que sufre en su propio campeonato el racismo, no es el único que tiene a jugadores agredidos. El “problema” son los jugadores negros, del país que sean. Porque es difícil ver otra vez sin conmoverse la imagen del colombiano Hugo Rodallega, del Independiente Santa Fe, apenas terminado el partido en cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata. “Me duele ver en qué sea ha convertido la humanidad”, dice el colombiano, con ojos vidriosos.

O escuchar al DT argentino de Emelec, Miguel Rondelli, contando los gritos de “esclavo” que escucharon sus jugadores ecuatorianos negros en el partido contra Huracán. ¿Hay que recordar los insultos de hinchas de River, Boca, Racing o Independiente contra jugadores brasileños? “Monos”, bananas que se tiran o se comen, gestos de mono, el “uuuuuh”. ¿Qué más? ¿Se verán en televisión luego los que hacen eso?

Ya no quedan argumentos para decir que, cuando los equipos argentinos van a sus países, sufren maltrato. Que se burlan de nuestro peso devaluado, que nos humillan por Malvinas, que sus policías pegan, que los clubes brasileños tienen arbitrajes garantizados, que etcétera, etcétera, etcétera.

Por un lado está la rivalidad y la cargada dentro de esa rivalidad. Por otro el objetivo real de desestabilizar al rival y humillarlo con lo que más le duele. Por otro la supuesta creatividad o ingenio. El mismo ingenio que hinchas argentinos expresaron con sus coros de apoyo a Túnez en su partido contra Irak en el Mundial Sub-20 que se está jugando en Argentina. Cantos como si fueran una barra brava de Túnez, bien al estilo argento, como se difundió por las redes. Todo eso existe. Pero ya no alcanza para seguir justificando el racismo.

En España explotó el fin de semana pasado el caso Vinicius (foto), el crack brasileño de Real Madrid insultado en Valencia. Allí también habría justificativos. Que Vinicius es sobrador, que Real Madrid insulta a otros en el Bernabéu o que todo este escándalo es justamente porque Real Madrid es un superpoderoso, con muchos hinchas esta semana oportunamente antirracistas por el caso Vinicius, pero que este domingo votarán a los candidatos más racistas en las elecciones municipales que se celebran en España. Todo eso puede ser atendible. Pero lo que le sucedió a Vinicius sigue siendo racismo.

La Conmebol está aplicando multas de hasta 100.000 dólares y amenaza inclusive con sanciones más duras. Difícil, casi imposible, contener insultos aislados. No se le puede poner un bozal a cada hincha en medio de una multitud. Ni atar sus brazos. Pero sí los clubes deberán extremar medidas para individualizar a esos hinchas y echarlos de por vida. Algo más debe hacerse. Porque los agredidos dijeron basta. Y todos tenemos que estar a su lado.

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