Cartas de lectores: uno más uno no siempre es dos

21 Junio 2023

Creo que el análisis de ganadores y perdedores en la última contienda electoral provincial del 11 de junio pasado es mezquino e impreciso. Aclaro que me encantarían distintas ideologías conviviendo, candidatos de cada una de ellas, y una votación transparente que suba al podio al ganador. Sería lo ideal para una democracia sana. Aquí, en nuestra provincia, en nuestro país, todos votan y cada voto suma. Tienen el mismo valor. Y es bueno que así sea. Pero -siempre hay un pero en todo- una cantidad importante de votantes son personas con necesidades esenciales irresueltas. Necesitan la inmediatez de una solución. No analizan más allá. Como nosotros: tenemos un fuerte dolor de muela, y el resto del cuerpo desaparece: sólo queremos algo que haga desaparecer el dolor. Así pasa con estas personas sobre las que comienza a actuar el aparato oficialista con maniobras que antes se disimulaban, pero que hoy se hacen a la vista de todos. ¿Y qué pasa entonces? ¡No hay voto libre! La transparencia desaparece... los votantes sienten una gratificación inmediata pero efímera, y la contienda, como dijo Sebastián Murga, del partido CREO en la edición de LA GACETA del 19 de junio, el oficialismo con el sistema electoral vigente se hace imbatible. A ver: instituciones crediticias, por dar sólo un ejemplo, estuvieron entregando dinero justo antes de las elecciones. También vi a un diputado de la oposición en un programa de televisión diciendo con mucha fundamentación la cantidad de ATN recibidos por las provincias peronistas justito antes del acto electoral, y que, por dar un ejemplo, Jujuy no recibió. Tenemos, dicen, la Legislatura más cara del país. De ahí también sale dinero -el dinero de todos- en “empleados” que sólo aparecen para cobrar. Ya no hay recato ni discreción. Circula por las redes, y en la prensa gráfica la lista de electos en el Poder Ejecutivo y en el Legislativo, en donde la esposa sucede al esposo o viceversa; el hijo, al padre; el hermano, al hermano, en una especie de pequeñas monarquías en donde el poder se hereda. Y entonces vuelvo al principio: los ganadores y perdedores no ganan ni pierden por mayor o menor idoneidad, o porque hicieron bien o mal las cosas. Hay un aparato electoral cada vez más aceitado que hace que ni Mandrake, si existiera, podría ganar. Me podrán decir que hay gente convencida que vota por el oficialismo. Y no lo pongo en duda. Pero todo lo otro pasa. Y lo peor es que lo sabemos. ¿Y?

María Estela López Chehin 

estelashow@hotmail.com

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