Hoy, camino a la farmacia, me encontré con un hombre que tenía el baúl del auto levantado y me miraba insistentemente. Al acercarme, como me molestaba mucho su mirada, le dije: “hoy todos somos sospechosos de algo. Usted me mira sospechando que yo puedo robarle y yo lo miro a usted pensando que en el baúl del auto lleva un cadáver”. He aquí la impronta de la democracia en que vivimos: el robo. Cualquiera pensaría que todo el ciclo básico lo hicimos memorizando el verbo robar: yo robo, tú robas, él roba, nosotros robamos, vosotros robáis y ellos roban. Tal vez el hombre que me miraba no lo hacía con este prejuicio. Pero ya todos nos sentimos perseguidos. Yo soy un hombre de 65 años que jamás robé; por eso, me molesta que me miren como a un sospechoso. Por esto y porque a mi edad, aún si hubiera sido ladrón toda la vida, ya me habrían hecho “el partido de despedida”, porque no alcanzo a correr 100 metros y ya mi corazón me pide vía para salirse del pecho.
Daniel E. Chavez
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